José Antonio Luengo, autor de ‘El dolor adolescente’: “No siempre es verdad que detrás de una conducta suicida haya mucho rastro”
Entrevista al psicólogo José Antonio Luengo sobre su libro ‘El dolor adolescente’
José Antonio Luengo es catedrático de Enseñanza Secundaria y decano-presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid
Estar en plena trinchera le permite conocer muy bien el complejo mundo de la salud mental de los adolescentes
José Antonio Luengo arranca su libro, El dolor adolescente (Plataforma actual, 2023), sin paños calientes. En la introducción, el psicólogo y decano-presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, reproduce el desgarrador testimonio de una madre: una madre cuyo hijo se acaba de suicidar y suplica que, ante el dolor emocional de un hijo, nunca más se utilice la terrible expresión “lo único que quiere es llamar la atención” como si de un salvoconducto se tratara para poder pasar página y seguir como si nada ocurriera.
¡Claro que quiere llamar la atención!, insiste Luengo. ¿Acaso llamar la atención no es lo que hacemos las personas cuando necesitamos ayuda? Lo que ocurre es que los adultos “no siempre acertamos con las estrategias y las habilidades para acercarnos a su peculiar mundo, a sus inseguridades e inquietudes”. Son palabras de quien conoce muy bien este complejo mundo de la salud mental de los jóvenes: alguien que vive esta lacra social desde la trinchera. “Y esto, estar en plena trinchera, me permite incluso ser más discreto, no inflamar tanto las cosas porque veo muchas cosas terribles, pero otras absolutamente maravillosas”, asegura.
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Una de esas 'cosas maravillosas' es la generosidad de muchos de estos padres y madres -supervivientes del suicidio de sus propios hijos- que, a pesar de su inmenso dolor, comparten su experiencia con profesionales de la salud mental, de la intervención social y la educación para iluminar el camino y ayudar a desarrollar mejores prácticas en el ámbito profesional para prevenir, detectar tempranamente y contribuir a la sensibilización universal y a la lucha por la creación de un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio. Sobre esta importante labor de los supervivientes habla José Antonio Luengo en el vídeo que acompaña este artículo.
El dolor adolescente -un libro imprescindible para comprender el complejo mundo emocional de los jóvenes- está además prologado por uno de los mayores expertos en este tema en nuestro país, el psicólogo Luis Fernando López Martínez. Se trata de un libro escrito con el máximo cariño y respeto que pretende ayudar a madres y padres a entender qué está pasando en los corazones de nuestros adolescentes, por qué sufren, por qué su dolor es tan diferente al nuestro y qué podemos hacer para ayudarlos.
Muchos padres maravillosos han perdido a sus hijos por esta terrible lacra y han sido excelentes padres (José Antonio Luengo, psicólogo)
Pregunta: Con todas estas noticias recientes de suicidios de adolescentes, es normal que a muchos padres nos dé miedo que nuestros hijos puedan estar en una situación de tanto sufrimiento que les lleve a plantearse la posibilidad de quitarse la vida…¿cómo podemos detectar ese riesgo?
Respuesta: No siempre es verdad eso de que detrás de una conducta suicida haya mucho rastro…no siempre es verdad. Es un mito que ha sido muy contestado y que genera una ansiedad tremenda y, sobre todo, una culpabilidad tremenda porque muchos padres maravillosos han perdido a sus hijos por esta terrible lacra y han sido excelentes padres y bueno… sí, puede que vieran en algún momento a su hijo triste o con sensación de estar nervioso o tenso, pero no encontraron claves que les permitieron pensar que esto pudiera ocurrir. Cuando a nosotros nos preguntan en los medios de comunicación -a veces en canutazos de tv o en preguntas para un medio escrito- cuáles son las señales de alarma, al final acabamos expresando siempre las mismas, pues eso, es que son señales de alarma, es decir…mueven a alarmar tanto, que no ayudan. Pero siempre decimos que tenemos que, en general, estar pendientes de su estado de ánimo, de sus rutinas, de si cambia de una manera muy significativa su ritmo de vida, de si deja de salir con sus amigos, deja de interesarse por actividades que antes le resultaban atractivas, si duerme poco o duerme mucho…si deja de comer, si le vemos llorando.
P: ¿Un sufrimiento tan grande como para querer quitarse la vida siempre va a tener una manifestación en su conducta?
R: Lógicamente, en los previos de una situación de desesperanza, de desvinculación y de dolor profundo -que son los que te llevan a pensar que la vida probablemente no tiene sentido- lógicamente, casi siempre hay una situación de dolor que se ve; de inquietud, de zozobra, de inseguridad, que se ve. Y se ve fundamentalmente porque cambian las cosas, porque lo que hacía antes mi hijo o mi hija ahora ha dejado de hacerlo o lo hace muy diferente o porque le veo cariacontecido o porque llora con frecuencia, o porque veo que está muy enfadado. Pero claro, estas señales se dan también por otra serie de causas, no siempre es porque aparezca una pérdida de identidad o porque piensen que la vida no tiene sentido. Es decir, a veces ocurre porque has tenido un problema con tus amigos o con un profesor en una asignatura o porque estás en un momento malo, porque estás creciendo y tus padres te resultan muy pesados y estás como enfadado con el mundo…
P: Pero claro, ante una conducta como la que describes, que manifiesta un sufrimiento interno intenso, a los padres les pueden surgir las dudas, el miedo…¿Qué recomiendas?, ¿qué podemos decirles en esa situación?
R: Yo les diría a estos padres: siéntate con él y dile que no le vas a dar la charla, que no le vas a dar lecciones, que no vas a hacer de ‘abuelo cebolleta’, que no le vas a contar tu vida: siéntate y dile; “A veces, pasamos por momentos malos en la vida; yo pasé lo míos, que seguro que se parecen muy poco a los tuyos. Tú estás pasando los tuyos y a lo mejor piensas que yo no te voy a comprender… y a lo mejor es cierto y en alguno no te comprendo, pero cuéntamelos. Cuéntamelos. Hoy no, cuando tú quieras. Sabes que te voy a escuchar. Sabes que voy a estar ahí contigo, que no voy a machacarte con lecciones morales. Cuéntamelos, que estoy aquí para ti”. Y después dale un abrazo y déjele en paz. No hace falta mucho más. Estos mensajes son imprescindibles. Son mensajes que ayudan al chico a entender que ¡ostras!, mi madre o mi padre se ha comunicado conmigo de una manera diferente a como suele hacerlo.
Ellos creen que nosotros no les vamos a comprender y como creen que somos incapaces de entender lo que les pasa, tienen miedo a que les juzguemos (José Antonio Luengo, psicólogo)
P: Normalmente nos comunicamos con ellos en un nivel mucho más superficial…
R: Normalmente los padres solemos comunicarnos con ellos con cargo a preguntas del tipo: “¿Qué tal en el instituto?, ¿qué tal te va?, ¿por qué sales hoy? o ¿por qué no sales?, ¿qué tal llevas los exámenes?, ¿las notas?, ¡es que estás todo el día enfadado!”. Es que a partir de los 11, 12 años nos enfadamos mucho con ellos porque están raros. Pero ellos están raros porque se sienten raros (…) En esos momentos en los que yo siento que le tengo que preguntar algo a mi hijo porque le veo raro, utilicemos esta estrategia: acerquémonos a ellos con tranquilidad, avisémosles de que no les vamos a hablar durante mucho rato, pero que queremos que nos escuchen una cosa y acabemos con un abrazo, con un beso y marchémonos. Ahí estamos abriendo una ventana que a él o ella le va a permitir transitar ese espacio.
P: Lo normal es que los chicos y chicas crean que no les vamos a entender, por eso no nos cuentan sus cosas…
R: Esa es la idea fundamental, que ellos creen que nosotros no les vamos a comprender y como creen que somos incapaces de entender lo que les pasa, tienen miedo a que les juzguemos; tienen miedo a que sintamos que son blandos, tienen miedo a defraudarnos y eso hay que contrarrestarlo y hay que decírselo a la cara y a las claras: “Oye, yo te quiero y la mejor manera de demostrarte que te quiero es no darte la brasa, quiero que si hay algo que te preocupa me lo cuentes…un poco, no hace falta que me cuentes todo, pero cuéntamelo porque yo te voy a escuchar y seguramente acabe entendiendo lo que sientes y padeces. Y a partir de ahí, en esa conversación pues a lo mejor te yudo, pero desde luego que no te voy a juzgar ni mucho menos”. Estos son los mecanismos que los padres tenemos que usar en estas situaciones.
P: Si realmente les queremos preguntar directamente sobre el suicidio porque tenemos serias sospechas…¿cómo lo abordamos?, ¿cómo les preguntamos directamente?, ¿cómo iniciamos esta conversación tan difícil sin que ellos se cierren en banda?
R: Digámosles en plural algo así: “A veces, las personas estamos tan mal, nos duele tanto el corazón, que podemos hasta llegar a plantearnos que qué hago aquí”. No hace falta emplear la palabra suicidio…¡si ellos lo van a entender! No hace falta utilizar ni términos relacionados con este concepto, sino en términos como… “Hay veces que estamos por la noche y decimos pero ¿y yo que hago aquí?….es que estas cosas nos han pasado a cualquiera a veces…Ahí es cuando pedir ayuda, encontrarte conectado con alguien es fundamental”. Lo que quiero decir es que claro que hay un momento en que nosotros podemos decirles eso, pero tenemos que contextualizarlo muy bien cuando hablemos del dolor y el sufrimiento.
P: En tu libro insistes mucho en esta idea de que tenemos que enseñar a nuestros hijos que el sufrimiento forma parte de la vida…
R: Yo a los padres suelo explicarles que una de las cosas que más ayuda a nuestros hijos a entender que la vida no va a ser fácil es hablarles de nuestras cosas también, en determinados momentos, cuando hay más conexión con ellos, que suele ser con 7, 8, 9 , 10 años. Pero me refiero a hablarles no para meterles miedo ni para darles pena de lo que me pasó a mí, sino para explicarles cómo a veces uno se encuentra tan mal, que no tiene ganas de seguir hacia delante, no tiene ganas de seguir levantándose cada mañana o que le cuesta mucho levantarse cada mañana y que, sin embargo, gracias a otras personas o a tu capacidad por aguantar o resistir, acabas levantándote, das un paso y empiezas a encontrar vías que te llevan a la luz, a espacios donde ves la luz del día y donde encuentras posibilidades para seguir viviendo.
En estos últimos 10, 15 años, la infancia y la adolescencia se han visto inmersas en un cambio sustancial en el juego de las influencias (José Antonio Luengo, psicólogo)
P: Queremos proteger a nuestros hijos, no queremos que sufran. Y esto no ayuda nada, ¿verdad?
R: Esto es algo especialmente interesante. Tenemos una cierta tendencia ahora a pensar que nuestros hijos tienen que estar alejados del ruido, del dolor y del sufrimiento…que no sufran nada, que no tengan miedo a cosas, vamos a protegerles de casi cualquier situación que les pueda generar zozobra e inseguridad. Esto es un error; un error porque les hacemos torpes para responder. Y la primera manera de responder es mirarte a ti mismo y decir: “Uy, me he caído, tengo las rodillas desolladas, pero tengo manos, me voy a levantar” o la segunda opción puede ser pedir ayuda y decir: “Por favor, ¿me ayudas a levantarme?”(…) Existe una cierta perversión ahí o anomalía y es que quiero que a mis hijos no les pasen las cosa malas que a mí me ha pasado y que les pasen solo las cosas buenas. Ahí es cuando los encapsulo, los sobreprotejo, tiendo a ocultarles aspectos de la realidad que no son agradables para que ellos sean felices. Y esto de “te estoy poniendo la alfombra roja para que seas feliz”, entraña unos riesgos tremendos…
P: Siempre se ha dicho que la adolescencia es una etapa muy complicada, ¿a qué se debe?
R: La adolescencia es una etapa que siempre se ha dicho que es muy difícil. Yo intento explicar que es porque de la noche a la mañana tu vida cambia, tu cuerpo cambia, tu manera de leer la realidad se modifica y que empiezas a darte cuenta de que en la vida se ha venido aquí a pasarlo mal…también a pasarlo bien, pero que en la vida se sufre. El adolescente cambia y se hace especialmente duro con la vida porque se da cuenta de lo que es el sufrimiento: vienen los primeros desengaños amorosos de me gusta esta chica o este chico y no me hace caso; las primeras frustraciones con las amistades; si te gusta o no te gusta tu cuerpo; si te gusta o no te gustan tus padres; si te gusta o no te gusta tu familia; lo que ves que los demás hacen o dicen; esa tremenda y permanente presión para ubicarte en este mundo de influencias que están mandándote permanentemente mensajes de sé así, viste así, córtate el pelo de esta manera, actúa de esta manera. Es que esto es brutal y ni tú y yo lo vivimos, Aldara…¡nada que ver con la presión que tienen ahora nuestros chicos y chicas!
P: ¿Te refieres a la influencia de las tecnologías?
R: No soy un enemigo de las tecnología; no estoy en contra, no las miro con ojos de animadversión…pero de lo que no hay duda es de que en estos últimos 10, 15 años, la infancia y la adolescencia se han visto inmersas en un cambio sustancial en el juego de las influencias…¿qué te influye a ti para crecer, pare entender la vida, para buscar, para ahondar y sobre todo para interesarte por el mundo?…Y lo que ha aparecido, la variable independiente que ha aparecido, es el acceso a contenidos y el uso de los dispositivos tecnológicos. Por un lado, el uso en tiempo y por otro lado los contenidos a los que acceden. Y la realidad es que esto está marcando el sendero por el que transitan muchas de las patologías que estamos viendo, muchas: las que tienen que ver con el incremento de los trastornos de la conducta alimentaria…siempre han existido, sí, sobre todo en los últimos 20-30 años, pero se están incrementando. Y se incrementan porque se está incrementando de manera manifiesta el culto a unos cánones estético que son muy dañinos. También hay que mencionar el acceso de muchos chicos y chicas a la pornografía. Lo dice la investigación: aconsejaría que consulten el informe de Save The Children Desinformación sexual que habla de una investigación en torno al consumo de pornografía de niños, de niñas y adolescentes. Es que hay un porcentaje, en torno a un 15-20% de chicas y chicos que se están educando en eso, que su manera de interpretar las relaciones afectivo- sexuales es con esos modelos… y no somos capaces de contrarrestarlos, ¡no somos capaces! Esto que está pasando en Cataluña en las últimas semanas tiene mucho que ver con esto, con el consumo voraz de modelos terribles.
La pandemia lo que ha hecho ha sido catalizar algo que ya venía de lejos y ha brotado ahora (José Antonio Luengo, psicólogo)
P: ¿Tenemos los padres la culpa de no ser capaces de contrarrestar todo esto?
R: Es que los padres y madres están pagando también por esta sociedad, esta sociedad que hemos construido muy basada en el individualismo, en la competitividad más dura, en el hedonismo, en el materialismo, en las cosas a golpe de clic, en la instantaneidad de los procesos con poco tiempo para estar con nuestros hijos, etc. Es decir, vivimos en una sociedad que no ha favorecido para nada la condición de ser padre o madre….
P: Las cifras dicen que la salud mental de nuestros hijos, niños, niñas y adolescentes se ha deteriorado mucho en los últimos años…¿qué papel tiene la pandemia en este deterioro?
R: La investigación sobre salud mental en la infancia y la adolescencia llevaba más de 10 años ya -la investigación sobre datos de prevalencia- advirtiendo de que la salud mental de nuestros niños, niñas y adolescentes se estaba quebrando. Es que las cosas no surgen porque sí. Surgen porque hay modificaciones en el estatus quo, en la forma en que vivimos y nos desenvolvemos, en las prioridades que tenemos en nuestra vida, en los valores que conforman nuestra existencia y demás y que, al cambiar, generan efectos. A veces, cuando es para bien, son efectos positivos y a veces, cuando es para regular, provocan efectos negativos. ¿Qué ha hecho la pandemia y sobre todo el confinamiento? Esos cuatro meses que estuvimos encerrados, los adultos lo entendimos de aquella manera, pero los niños, niñas y adolescentes lo han entendido también como han podido y en muchas ocasiones mal. Es que estamos hablando de cosas que han tenido un impacto tremendo…si nos ha generado miedo a los adultos…¿qué pensábamos?, ¿que nuestros hijos estaban a la luna de Valencia con esto? Todo esto genera una inquietud y desasosiego tremendo.
P: O sea, que antes de la pandemia ya había cierto caldo de cultivo para que surgiera todo este sufrimiento adolescente… ¿ha tenido también algún efecto positivo?
R: Efectivamente la pandemia lo que ha hecho ha sido catalizar algo que ya venía de lejos y ha brotado ahora. ¿Ha tenido efectos positivos en algún momento o que podamos analizarlos como positivos? Pue sí en el sentido de que hablamos más de lo que nos pasa y por tanto somos más capaces de pedir ayuda y esto es algo que estamos viendo en los centros educativos. Los chicos piden ayuda como nunca, pero esto no quiere decir que no necesitaran esa ayuda antes. Muchos de ellos ya sentían esa zozobra interior pero no la exponían ni expresaban.
Las informaciones sobre suicidios que marcan detalles, el reiterar mucho estas noticias, esto genera un efecto ruido en los niños y niñas más vulnerables y les hace pensar que esa puede ser una salida (José Antonio Luengo, psicólogo)
P: También se habla más abiertamente del suicidio, incluido el suicidio de adolescentes, se dan charlas en los colegios, se divulga mucho más…
R: Hay una cosa en relación con el suicidio, con la prevención del suicidio, con el hablar del suicidio. Sé que esto es polémico pero creo que es honesto decirlo: nosotros en el Colegio Oficial de la Psicología llevamos varios años sacando una campaña para hablar del suicidio, pero para hablar bien…¿y que es hablar bien y qué es hablar mal? Esto no es sencillo de explicar en dos frases, pero sí tenemos referentes de lo que la OMS establece de cómo debemos trabajar en una sensibilización universal con toda la población para hablar de este fenómeno y esta lacra pero no para hablar de lo morboso de este fenómeno, sino para hablar de lo que es el sufrimiento humano, el dolor, la tragedia y cómo esto hace pensar a las personas a veces que bueno, que la vida no tiene mucho sentido. Sabemos que hay que hacer una prevención en el ámbito de la población selectiva, que es la población más vulnerable -aunque todavía no tengamos un riesgo elevado de conducta suicida- y ahí, por ejemplo, la adolescencia, las personas con discapacidad, personas que están solas, que se sienten solas, que han sufrido violencia, son franjas de población muy vulnerables. Y luego tenemos que hacer una labor de prevención terciaria más propia del trabajo que se hace con la población que ya tiene un riesgo muy elevado, es decir, que han tenido algún intento de suicidio y demás.
P: Los medios de comunicación aún tenemos mucho que cambiar en nuestra manera de informar sobre el suicidio…¿crees que es una asignatura pendiente?
R: Hablar de suicidio no significa abrir las ventanas y decir: “bueno pues resulta que hay dos chicas que"….[obviamos los detalles] Es que este tipo de manifestaciones tan morbosas crean unas condiciones no favorables a la adecuada sensibilización. Yo lógicamente lo he comentado muchas veces con compañeros tuyos periodistas; claro que tengo que dar la información: “Dos chicas se han intentado suicidar y una ha fallecido”. Pero es que luego tenemos que transformar esto en elementos de construcción, es decir, ¿por qué la gente sufre?, ¿qué cosas están pasando?, ¿qué podemos hacer?, ¿cómo podemos contribuir en todo esto?…es decir: hablar del suicidio debe ser para preparar el terreno para saber pedir ayuda y para poder dar ayuda a las personas que la necesitan. Pero las informaciones sobre suicidios que marcan detalles, el reiterar mucho estas noticias, esto genera un efecto ruido en los niños y niñas más vulnerables y les hace pensar que esa puede ser una salida. Y con esto ¡ojo!, que tenemos que tener mucho cuidado…
En ese contexto de sensibilización universal es donde más importantes son los supervivientes y creo que ahí es donde deben tener su espacio (José Antonio Luengo, psicólogo)
P: Últimamente vemos a muchos padres y madres cuyos hijos se han suicidado que intervienen en programas, redes sociales, que participan en esta divulgación sobre el suicidio…¿es bueno que los supervivientes tengan un hueco?, ¿está ayudando en algo que compartan su experiencia?
R: Para mí los supervivientes son imprescindibles. Son imprescindibles en la plasmación de un modelo de proyecto de buenas prácticas en prevención del suicidio porque tienen un mensaje que permite ilustrar a las personas que escuchan en diferentes contextos; tienen un mensaje que permite ilustrar sobre cómo prevenir, sobre cómo leer la realidad, sobre cómo interpretar la realidad, lo que pasó y que no fuimos capaz de percibir adecuadamente o de interpretar adecuadamente. Son personas que han sufrido y están sufriendo mucho y que dan mensajes que son muy necesarios porque demuestran una faz muy desconocida de lo que es esta lacra social, este auténtico problema de salud pública…
P: Pero…
R: No obstante, más importante que el mensaje que dan es dónde lo dan; en qué contexto lo dan. Creo que el mensaje de los supervivientes es imprescindible en este contexto ligado a la prevención universal, que la gente en las casas escuche que estas cosas pasan y que pasan a veces sin que uno haya podido detectarlas y por tanto que es importante prevenirlas, que son cosas que generan un impacto muy grande y que es necesario seguir insistiendo para que haya un Plan Nacional de Prevención del Suicidio (…) En ese contexto de sensibilización universal es donde más importantes son los supervivientes y creo que ahí es donde deben tener su espacio. También en el espacio de la formación de los profesionales de la salud mental, profesionales educativos, el profesorado, profesionales que trabajan en el ámbito de la intervención social, es ahí donde cala más su experiencia, lo que han vivido, lo que les ha quedado (…) Sólo ahí es donde creo que su experiencia supone un sello de calidad muy significativa para entender mejor este fenómeno.
- Si tienes ideación suicida o conoces a alguien que pueda tenerla, que está pasando por una situación delicada o que ha perdido a algún ser querido por suicidio, recuerda que tienes muchos recursos de ayuda disponibles como la línea de atención a la conducta suicida (024), el Teléfono de la Esperanza (717 003 717), el Teléfono Contra el Suicidio (911 385 385) o el Teléfono de Ayuda a Niños y Adolescentes de la Fundación ANAR (900 20 20 10).