¿Utilizamos de manera adecuada los antihistamínicos?
Uno de cada cinco pacientes tiene alguna enfermedad alérgica
Los principales problemas de uso se producen con los inhaladores para el asma y los nasales con vasoconstrictores
El fácil acceso a este tipo de medicamentos, sin receta médica, hace que la población haga un uso indiscriminado de ellos sin un diagnóstico médico previo
El informe de referencia Alergológica 2015, elaborado por la Sociedad Española de Alergia e Inmunología Clínica ( SEAIC ), apunta que seis de cada diez pacientes que acuden por primera vez a la consulta del alergólogo lo hacen por síntomas relacionados con la rinoconjuntivitis. “Aproximadamente ocho millones de personas tienen alguna polinosis y la variabilidad, entre otras patologías, es muy diversa, dependiendo de las que queramos tener en cuenta. Pero, fundamentalmente, lo más importante es pensar que el 20-25% de los pacientes tiene alguna enfermedad alérgica; es decir, uno de cada cinco puede estar afectado”, indica Juan José Zapata, presidente del Comité de Aerobiología de la SEAIC.
Además, una misma persona puede presentar varias enfermedades alérgicas de manera simultánea. “La prevalencia en España sería: 62% de personas padecen rinoconjuntivitis; 23.4%, asma; 17.7%, hipersensibilidad a fármacos; 11.5%, urticaria y angioedema; 10,4%, alergia a alimentos; 4%, dermatitis de contacto y 2%, alergia a insectos”, asegura Francisco Vega de la Osada, médico alergólogo del Servicio de Alergia del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid.
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Para combatir los síntomas asociados a la alergia, ya afecte a las vías respiratorias (con estornudos, picor de nariz, congestión nasal, ojos irritado), sean alergias alimentarias (hinchazón en los labios, urticaria o anafilaxia), por picaduras de insectos (hinchazón en la zona afectada o urticaria), o como consecuencia de algún medicamento (picazón en la piel, erupción cutánea o hinchazón de la cara), los tratamientos prescritos son antihistamínicos, tanto por vía oral como tópica, como corticoides intranasales o brocodilatadores con corticoides.
Con la utilización de ese tipo de medicamentos farmacológicos se busca “normalizar la vida del paciente, mejorando su calidad de vida y evitando las exacerbaciones”, explica el doctor Francisco Vega de la Osada. Asimismo, “con la inmunoterapia específica se intenta modificar la evolución natural de la enfermedad alérgica. Con el uso de las vacunas de inhalantes queremos disminuir la reacción del paciente cuando se expone a un alérgeno: polen, ácaros, hongos, animales. Y con la inmunoterapia con alimentos, también denominada inducción de tolerancia oral, se pretende conseguir la tolerancia del paciente a la ingesta del alimento al que es alérgico”, continúa el alergólogo del Hospital Universitario de la Princesa.
"En general, se utilizan correctamente"
El manejo de los tratamientos recetados a pacientes con alguna de estas alergias no suele revestir ninguna complicación en su aplicación. “En general, se utilizan correctamente frente a la aparición de rinitis y conjuntivitis con el uso de antihistamínicos, corticoides y antihistamínicos nasales y colirios. También se administra bien el tratamiento oral, pero cuesta la aplicación del espray nasal y de colirios”, explica Belén de la Hoz Caballer, jefe de Servicio de Alergología del madrileño Hospital Universitario Ramón y Cajal y profesora asociada Ciencias de la Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares.
En el caso de los tratamientos dirigidos a combatir concretamente el asma alérgico, centrados en medicamentos que se inhalan, suelen existir cierta dificultad en su aprendizaje. “Hay muchos dispositivos. Además, unos inhaladores son tratamiento de mantenimiento (corticoides inhalados) y otros de rescate (beta adrenérgicos, conocido por su nombre comercial 'Ventolin'), para aliviar los síntomas en caso de crisis de asma aguda. Esta distinción en su uso presenta la segunda dificultad puesto que, a veces, no se comprende bien la finalidad de ambos tipos de fármacos y cuándo hay que utilizar unos u otros”, señala la alergóloga Belén de la Hoz Caballer.
En el caso de alergia a agentes, que dan lugar a manifestaciones clínicas sistémicas en general graves, como los alimentos, la alergia al látex o la alergia al veneno de himenópteros (avispas y abejas), los pacientes deben llevar medicación de rescate ante una reacción grave. “Son los autoinyectores de adrenalina, para la administración por el propio paciente o un familiar en el caso de niños pequeños y, además, deben llevar un antihistamínico y corticoide oral. Los pacientes con estas enfermedades alérgicas, y sus familiares, son entrenados para el reconocimiento de los síntomas que aparecen con la reacción y a la administración de la medicación. En general, la utilizan de manera adecuada”, agrega la experta del Hospital
Universitario Ramón y Cajal.
En la administración de los fármacos utilizados para contrarrestar los síntomas de las alergias, los expertos consideran que suele haber una mala adherencia. Sobre todo, en aquellos tratamientos que son crónicos, especialmente los relacionados con el asma bronquial. En opinión de Marta Reche Frutos, médico adjunta del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes de Madrid, se debe a que “los antihistamínicos se infrautilizan muchas veces por el miedo a reacciones adversas, como la somnolencia, o se siguen utilizando antihistamínicos de primera generación, que tienen mas efectos secundarios. También se abusa del uso de sprays nasales con fármacos vasoconstrictores, cuya utilización de forma crónica, genera un efecto rebote importante de obstrucción nasal”.
Uso indiscriminado y sin prescripción médica
Asimismo, el fácil acceso a este tipo de medicamentos, sin receta médica, hace que la población haga un uso indiscriminado de ellos sin un diagnóstico médico previo, recurriendo al autodiagnóstico o utilizando antihistamínicos, colirios o inhaladores sin saber si son los adecuados para su caso. “Además, se obvian o no advertimos suficientemente bien, la interacción de los antihistamínicos con el alcohol y otras sustancias, con el consiguiente peligro por la disminución de los reflejos en la conducción, por ejemplo. No se trata de usar poco o mucho, sino de un uso apropiado de la medicación antialérgica, que es lo que nos va a permitir un control mejor de los síntomas y evolución de las enfermedades alérgicas”, puntualiza la doctora Marta Reche Frutos.
El doctor Francisco Vega de la Osada ofrece una serie de consejos para hacer un uso correcto de los fármacos empleados en las alergias medioambientales, “teniendo en cuenta, que son muchos los medicamentos que se utilizan, y que su posología es muy variada”:
- En los cuadros de rinoconjuntivitis suelen utilizarse como primer escalón terapéutico los antihistamínicos orales de nueva generación, que dan menos somnolencia y son administrados una vez al día. Se puede complementar este tratamiento con antihistamínicos tópicos conjuntivales. En el caso de la rinitis, son muy eficaces los corticoides tópicos intranasales, que se administran cada 12-24 horas.
- En el caso del asma, el tratamiento se basa en el combinado de corticoides inhalados+broncodiladores beta2 de larga duración, a posologías variables según la gravedad y el nivel de control previo del paciente. Actualmente hay pocas indicaciones para recomendar un tratamiento exclusivo con broncodilatadores de corta duración tipo salbutamol.
- También se puede utilizar vacunas específicas (subcutáneas o sublinguales). Cuando existe enfermedad grave no controlada, se pueden aplicar tratamientos biológicos.
Hay ciertos aspectos del tratamiento con antihistamínico que no es bien conocido por los pacientes y que puede producir efectos no deseables por un uso inadecuado. El médico alergólogo del Servicio de Alergia del Hospital Universitario de la Princesa detalla alguno de ellos:
- Aunque es una medicación muy segura, tiene frecuentes efectos no deseables: somnolencia, aumento de apetito, efectos anticolinérgicos, sequedad de mucosas…
- El hecho de que un antihistamínico oral mejore la sintomatología no significa que lo que el paciente presenta sea una alergia. Lo que hace el antihistamínico es evitar el efecto de la histamina en su receptor específico H1 que está presente en multitud de células del organismo. Pero este mediador proinflamatorio (la histamina) puede ser liberado por multitud de procesos, y solo algunos de ellos son alérgicos.
- Los pacientes pueden etiquetar de forma errónea algunos procesos naso-oculares o cutáneos como alérgicos, retrasando la valoración por el especialista de patologías más graves.
- Ante la falta de control de síntomas con la dosis estándar de antihistamínicos, los pacientes tienden a aumentar la dosis diaria del fármaco, sin conseguir mejoría clínica pero aumentando los efectos secundarios. El consejo del profesional sería probablemente añadir tratamiento complementario.
- El paciente puede utilizar de forma inadecuada el antihistamínico ante la presencia de síntomas de vías respiratorias inferiores. El antihistamínico no es útil para el control del asma.
- La automedicación puede producir que el paciente no solicite la valoración médica oportuna, retrasándose el diagnóstico adecuado y la presencia de comorbilidades.
“En resumen, como en cualquier otra enfermedad, el uso puntual de antihistamínico sin control médico es asumible, pero ante una necesidad frecuente de este fármaco debe solicitarse la valoración del médico de Atención Primaria o del alergólogo”, concluye este experto.
Finalmente, ¿el uso indiscriminado de este tipos de fármacos puede producir en el individuo algún tipo de resistencia? Según la alergóloga Belén de la Hoz Caballer, “no se producen resistencias, tal y como entendemos que es dejar de hacer efecto. Hay que recordar que son tratamientos para el control de síntomas y no son tratamientos curativos. En general, los pacientes pueden utilizar antihistamínicos y colirios largas temporadas, mientras se presenten síntomas. Los corticoide nasales se pueden dar por tiempo prolongado, pero para la rinitis alérgica se trata de dar ciclos cortos de 2 a 3 semanas. En el caso del asma los corticoides inhalados también suelen darse por temporadas largas”.