El cerebro humano es ante todo tacaño. Aunque desde nuestra mentalidad excesivamente racional la mayoría asumimos que la función básica de nuestro cerebro es la de pensar, reflexionar, crear y descubrir nuevas maneras de avanzar y progresar como especie, lo cierto es que el cerebro humano está diseñado para facilitarnos la supervivencia. Le da bastante igual el progreso. Su prioridad es mantenernos vivos y funcionales, es decir, aptos para adaptarnos al contexto en el que vivimos y así poder sobrevivir.
En ese ‘adaptarnos al contexto’ tiene un papel importante comprender el contexto, darle un sentido. A nuestro cerebro no le importa tanto que lo que vamos integrando del mundo exterior sea cierto o no. Le importa, sobre todo, que encaje con nuestros esquemas previos. ¿Por qué ocurre esto? porque nuestro cerebro es ante todo tacaño, porque su prioridad es ahorrar energía… no vaya a ser que tenga que usarla más tarde para ayudarnos a sobrevivir y se encuentre que la gastó toda hace un rato tratando, por ejemplo, de comprender el extraño comportamiento del vecino. Como dice el escritor y experto en temas científicos Michael Shermer en su artículo publicado en Scientific American, “el cerebro está programado para reconocer patrones y hallar significados, ya que esta es una habilidad evolutiva que contribuye a sobrevivir como especie”.
El simple hecho de integrar nuevos conceptos que ponen en entredichos ideas previas ya consolidadas en nuestro sistema de creencias supone un desgaste enorme de energía para nuestro cerebro. Por ello crea una serie de patrones, sesgos o ‘moldes’ que le permiten encajar e integrar con rapidez y comodidad nuevos estímulos que puedan aparecer y que generen distorsión. Esto se debe a que el hecho de intentar resolver una disonancia o incongruencia es una de las tareas que más desgasta a nuestro cerebro…¿Quién no se ha sentido agotado física y mentalmente después de un día entero dándole vueltas a algún asunto que no logra comprender?
Todo esto explica por qué el cerebro humano está diseñado para encontrar patrones. La existencia de estos sesgos, atajos mentales o heurísticos cognitivos, que en nuestra vida aplicamos de manera automática, no es nada malo, es una manera de facilitarnos la comprensión del mundo, la categorización de nuevos conceptos y la toma de decisiones de manera eficaz, es decir que no suponga un gasto de energía excesivo para nuestro tacaño cerebro. Lo que ocurre es que en ocasiones nuestro cerebro puede creer detectar patrones que en realidad no existen. Es aquí cuando se produce lo que conocemos como apofenia o pensamiento mágico que, en un grado muy exagerado podría llegar a convertirse en un problema.
El neurólogo y psiquiatra alemán Klaus Conrad acuñó el término en 1958. La apofenia es un sesgo cognitivo que conduce a la persona a ver un patrón o una conexión entre varios objetos o eventos que en realidad no la tienen. No se trata de un trastorno mental en sí mismo ni tampoco tiene porqué ser un síntoma de mala salud psicológica. Como decíamos, este fenómeno simplemente responde a la necesidad humana de seguridad y a la necesidad cerebral de ahorro de energía.
El fenómeno de apofenia o pensamiento mágico se produce cuando la persona detecta conexiones de forma inmotivada, sin razón. No es que vea patrones que a estaban ahí, es que los imagina, supone, asume y los toma como ciertos sin que exista una evidencia que lo sustente. Por ejemplo, una persona que se pone siempre la bufanda de su equipo de fútbol de una determinada manera porque cree que ello hará que su equipo gane el partido, o un estudiante que se dirige a hacer un examen y como en el metro alguien le pone mala cara, asume que eso es una señal de que va a suspender el examen.
Es decir, la persona con este tipo de sesgo da un significado subjetivo a los hechos, de modo que estos se toman como más importantes de lo que son y presume un significado oculto detrás de su ocurrencia. No se asume que solo se trata de eventos anecdóticos o aleatorios sin ninguna relación entre sí.
Por ejemplo, imaginemos una persona que está en la sala de espera de un hospital esperando que le den el resultado de una importante prueba médica que determinará si lo que le ocurre es grave o no. Lo normal es que ante situación esta persona esté inquieta y busque la certeza (de que todo irá bien o de que no irá bien dependiendo de la personalidad de esta persona). En una situación como esta es más fácil que aparezca la necesidad de saber qué pasará, ya que el cerebro no tolera bien la incertidumbre. Por tanto, es más fácil que esta persona sucumba ante ‘señales’ que le den algo de calma: Por ejemplo, si al sacar una botella de agua de la máquina esta le devuelve más cambio de lo que le corresponde, puede pensar que se trata de una buena señal y que la prueba médica ha salido bien. O, por el contrario, si la máquina de agua está estropeada puede hacer la atribución de que eso significa que la prueba ha salido mal.
Como explica el psicólogo Fernando Azor en este artículo, el pensamiento mágico o apofenia “está asociado a la necesidad de control, y a menudo las explicaciones que se derivan de este tipo de pensamiento están basadas en supersticiones, creencias o ideas religiosas. La personalidad de tipo obsesivo potencia especialmente este modo de interpretar la realidad. Los pensamientos mágicos son bastante frecuentes en personas que se sienten inseguras, amenazadas o preocupadas por lo que puede pasar. Surge de la necesidad de alcanzar la certeza de que no ocurrirá lo que uno teme”.
Como decíamos, cualquier persona usa los pensamientos mágicos en algún momento de su vida. Salvo que esta sea la única manera de relacionarse con el mundo no tiene por qué ser indicador ni síntoma de ningún problema de salud mental. Sin embargo, hay que decir que la apofenia o pensamiento mágico está presente en algunas psicopatologías como los trastornos de ansiedad, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el juego patológico o adicción al juego.
La apofenia tiene especial relevancia como factor de mantenimiento de una adicción al juego, no tanto como desencadenante de esta conducta.
¿Por qué́ juega un jugador a juegos de azar, en especial por qué juega de forma reiterada aun sabiendo que el resultado del juego de azar no es predecible ni controlable, y que la esperanza matemática y lógica de ganancia es negativa?
Una de las explicaciones, según los expertos, es que juega porque tiene ciertos pensamientos irracionales (sesgos o errores cognitivos como apofenia o pensamiento mágico) en relación con el juego. Solo si una persona considera que puede predecir o controlar los resultados del juego parece lógico que juegue, incluso que arriesgue cantidades importantes de dinero, confiando en que finalmente va a conseguir el premio.
Es habitual que la persona con conducta de juego tenga la creencia en que el resultado del juego depende más de la actuación propia que del azar. Se piensa que ciertas estrategias permitirán controlar el juego y ganar. Por ejemplo, puede pensar que apretar de determinada manera los botones de la máquina tragaperras le ayudarán a ganar, o ponerse determinadas prendas de vestir para jugar. Se han descrito incluso casos en los que el jugador cree que si habla de manera cariñosa u obscenas a la máquina ganará
También tiene cierto sentido que el pensamiento mágico esté presente en el trastorno obsesivo compulsivo dado que, en este trastorno, las obsesiones recurrentes que invaden la mente de una persona que sufre TOC le conducen a conductas repetitivas con el único objetivo de aliviar toda la ansiedad que la misma obsesión le provoca.
Como explica la psicóloga Carolina Blanco en este artículo, existe una variante del TOC llamada precisamente TOC de pensamiento mágico superstición en el que la persona cree que una acción, pensamiento o ritual puede evitar que sucedan cosas malas.
Algunos ejemplos de obsesiones en este tipo de TOC serían: “Si toco 3 veces la botella todo estará bien”, “Si uso el coche nuevo de mi mujer podría tener un accidente”, “Si doy tres vueltas sobre mí mismo antes de entrar en casa todos estarán a salvo”, “Si todos los interruptores están en una posición mañana irá bien en el trabajo”.
Algunos ejemplos de compulsiones encaminadas a aliviar la ansiedad que generan las obsesiones serían rituales como tocar 3 veces la botella; comportamientos como no pisar las líneas de la baldosa, no coger el coche “gafado” o poner los enchufes en la posición requerida; y pensamientos como recitar frases de la suerte, cantar un tipo de canción mentalmente, decir números, tener “buenos pensamientos” para contrarrestar, etc. La persona cree que si cumplen estos rituales, comportamientos o pensamientos podrá prevenir acontecimientos desagradables o catastróficos.
Por último, hay que señalar que, desde un punto de vista biológico, diversos investigadores han relacionado la tendencia a identificar patrones y a crear este tipo de asociaciones mágicas con la cantidad de dopamina presente en el cerebro.
Se ha demostrado que algunas sustancias que aumentan la presencia de dopamina en el organismo como la cocaína, las anfetaminas y la medicación para el TDAH favorecen la apofenia. Al contrario, otras sustancias que contribuyen a disminuir el nivel de este neurotransmisor, como los fármacos que se utilizan en el tratamiento de la esquizofrenia, hacen que se perciban menos conexiones mágicas entre sucesos que no tienen ningún tipo de relación causa-efecto.