La mayoría conoce a Mo Gawdat por ser el ‘el ex directivo de Google [X] que tras la trágica muerte de su hijo decidió dedicarse de lleno a investigar sobre el algoritmo de la felicidad’. La frase en cuestión -probablemente la que más se ha utilizado para describir a Mo Gawdat- no es más que un buen titular con mucho tirón, pero vacía de contenido. Porque… ¿Qué es exactamente la felicidad para este ingeniero, egipcio de nacimiento y formado en occidente? ¿acaso es un valor que se pueda medir y sistematizar hasta el punto de crear un algoritmo de la felicidad?, ¿cómo es eso?, ¿por dónde empezamos entonces a ser felices?
Aunque el propio Gawdat insiste en que no es un gurú de la felicidad, (le horroriza que le llamen gurú) no se me ocurre una mejor forma de descubrir este algoritmo de la ansiada felicidad que conocer en profundidad su propia historia. ¿Qué hace un tipo como Mo Gawdat -con historial de sufrimiento como el suyo- para ser feliz y ayudar a otros a ser felices?
Como lectora y seguidora del ex directivo de Google [X] creo realmente que en su tercer libro, Esa vocecita en tu cabeza (Zenith 2023), está la respuesta definitiva: Mo Gawdat ha aprendido a hablar a su cerebro. Ese es su verdadero secreto para ser feliz.
De cómo conseguir ser ‘los jefes de nuestro propio cerebro’ nos habla Mo Gawdat en este tercer libro. Esa vocecita en tu cabeza es una guía para resetear el cerebro, para reprogramarlo y modificar ese diálogo interno que tanto nos condiciona y nos boicotea. “El objetivo del libro es que la gente entienda que puede decirle a su cerebro lo que tiene que hacer para ser más feliz. Esa es mi propia historia”, asegura.
Pregunta: ¿De dónde viene exactamente esa vocecita?, ¿qué consejo nos puedes dar para aprender a manejarla?
Respuesta: Cuando piensas en la vocecita, en primer lugar tienes que reconocer que no eres tú, porque si fueras tú hablándote a ti mismo no necesitaría hablar. Si eres tú hablando contigo mismo ya sabes lo que vas a decir. Por lo tanto, es un tercero el que habla. En mi enfoque como científico e ingeniero digo que es simplemente una función biológica. Al igual que nuestro corazón bombea sangre al cuerpo y no pensamos que nosotros somos sangre o no pensamos que la sangre es lo que nos hace humanos, esto es lo mismo. Nuestro cerebro tiene una función biológica y esa función es dar sentido al mundo que nos rodea y traducirlo a conceptos entendibles. La única forma en que nuestro cerebro puede explicar esos conceptos es a través de las palabras. En 1920, un psicólogo, Vygostsky -que obtuvo el premio Nobel- hizo unas investigaciones y descubrió lo que él llamó el diálogo interior (…) Eso es muy interesante porque si mi cerebro me está hablando y mi cerebro no soy yo, eso lo cambia todo. Imagínate que quien te habla es un amigo de la escuela: puedes discutir, debatir con tu amigo si no estás de acuerdo, puedes negarte a obedecer -por ejemplo, si tu amigo te dice que te tires por la ventana, pues le dices que no-, pero lo más importante es que le puedes decir a tu amigo que se calle. Lo creas o no, a tu cerebro le puedes decir: cállate, no quiero hablar de esto ahora, ¿por qué no hablamos de algo más agradable?, ¿por qué no hablamos de otro modo? o ¿por qué no tenemos una cita y hablamos de esto a las seis de la tarde?
P: Una vez escuché a un neurocientífico decir que igual que los riñones producen orina, el cerebro produce mente, produce pensamientos, y que esa es la clave para comprender el diálogo interno: desidentificarnos, decirnos “yo no soy mis pensamientos”… ¿Estás de acuerdo con esta comparación?
R: Cuando sabes que tu cerebro no eres tú, la relación entre tú y la vocecita cambia de manera significativa. Si te fijas en prácticas como la meditación, por ejemplo, puedes ver que la meditación enseña al monje que medita a controlar esa voz y le dice: “no vamos a pensar en eso, nos vamos a centrar en la respiración”. Al entrenar el cerebro para que haga eso de forma frecuente, el cerebro se da cuenta de quién es realmente el jefe o la jefa y va a hacer lo que diga el jefe. Si tienes la capacidad de decirle a tu cerebro lo que quieres que haga, ¿qué le tienes que decir? Pues le tienes que decir: “hazme feliz”. El objetivo del libro es que la gente entienda que puede decirle a su cerebro lo que tiene que hacer para que seas más feliz. Esa es mi propia historia.
P: Tu viaje hacia la felicidad empezó cuando eras directivo de Google [X]…
R: Yo era director de negocio de Google [X] y no porque fuera inteligente. No soy la persona más inteligente. En Google hay gente mucho más inteligente que yo. Pero yo soy feliz. Todos querían venir a trabajar conmigo. Google pagaba a todos lo mismo, pero la gente decía: pues prefiero trabajar con alguien que me haga feliz. Gracias a esa capacidad que tengo de ser feliz y hacer felices a otras personas tuve mucho éxito. ¿cómo? Simplemente le decía a mi cerebro: “deja de ser quejica, la vida está bien, todo va bien, de vez en cuando va a haber dificultades, pero lo vamos a resolver cuando llegue el momento”.
P: ¿Qué ocurre cuando uno se da cuenta de que se ha pasado su vida siguiendo los mandatos de esa vocecita en su cabeza y que en su mano está el poder de cambiar esa narrativa?, ¿crees que el silencio de los confinamientos durante la pandemia propició que hubiera más conciencia de esta vocecita?
R: Muy interesante esa pregunta. En la pandemia o en cualquier momento que pasamos solos, hay dos tipos de personas. Un tipo de personas son las que se evaden con el placer, la diversión...son personas que viven muy duramente durante la semana y luego se van de fiesta el fin de semana o hacen un deporte extremo, o hacen algo que les permite no pensar en sus vidas; algo tan sencillo como ver series de Netflix durante siete horas. Esas son las personas que no pueden gestionar la voz de su cabeza. No son capaces de razonar con ella o de escucharla, ni hacer que su vida tenga sentido a través de ella. Por lo tanto, escapan de esa voz. La felicidad es justamente la capacidad de reconocer de qué trata la vida y estar de acuerdo con ello. En mi primer libro describía la felicidad en un algoritmo y decía que es una comparación entre los eventos y las expectativas dentro de tu cerebro. Comparas la realidad con cómo tú quieres que sea la vida y, si piensas que la vida cumple con tus expectativa, eres feliz y si no, eres infeliz.
Pero la felicidad es la satisfacción pacífica y calmada, es estar en calma y contento con la vida tal y como es. Así que tenemos dos tipos de personas: Las personas que escuchan sus pensamientos y encuentran la calma y la paz en la realidad de la vida, aunque la vida sea difícil: son personas que están bien en la vida. Luego están otras personas que dependen constantemente de la dopamina y cuando están en un entorno en el que no pueden recibir su chute de dopamina, su mundo se viene abajo. Entonces, tenemos a las personas que ven los acontecimientos y dicen: “bueno, no es fácil pero así son las cosas y estoy esforzándome al máximo por salir adelante”. Sin embargo, hay otras personas que dicen: “no es fácil y por ello necesito una vía de escape”. Como podrás imaginar un tipo de personas son más felices y tienen más éxito al final de su vida y otro tipo de personas son menos felices…
P: ¿Hasta qué punto crees que la cultura, el paradigma o el sistema en el que vivimos -que nos empuja todo el tiempo a ser muy productivos- condiciona nuestra voz interior y por tanto nuestra posibilidad de ser felices?
R: El motivo número uno por el que somos infelices es porque estamos condicionados a ser infelices. Cuando vamos al colegio y nos dicen: “deja de jugar, deja de divertirte, deja de ser espontáneo, creativo, siéntate y ponte a escuchar durante ocho horas y luego vas a casa y haces los deberes”. Ese es el primer signo de cómo nos dicen que la felicidad no es importante, que lo que importa es la escuela. Muchos padres reproducen ese ciclo incluso antes de que los niños vayan a la escuela y priorizan el éxito a la felicidad. Muchas veces hablo con padres y madres y les digo: “os voy a dar dos escenarios: En el primero, tu hijo tiene éxito y está deprimido y en el otro tu hijo es feliz pero no tiene ni mucho éxito ni mucho dinero, pero es feliz. ¿Cuál de los dos elegirías si tuvieras que elegir?” La mayoría de los padres y madres dicen que prefieren que su hijo sea feliz. Claro, nadie quiere que su hijo sea millonario pero un deprimido, nadie quiere eso…pero no nos damos cuenta de cómo condicionamos a nuestros hijos a pensar que el éxito tiene más importancia que la felicidad…vamos por la vida aceptando ese supuesto. Decimos: bueno, vale, ser infeliz es un pequeño impuesto que tenemos que pagar en el camino hacia el éxito.
P: Entonces veo que la capacidad de escuchar esa voz en nuestra cabeza y comprender que no somos nosotros ¿es lo que nos permite desafiar este paradigma en el que vivimos que nos condiciona a ser infelices?
R: Ya no somos niños de seis años. Ahora ya tenemos el control de nuestra vida. Si alguien te da una historia para que publiques en tu revista, tú, como periodista, la vas a mirar y te vas a preguntar ¿esto es cierto?, ¿hay pruebas de esto? La mayoría de nosotros hacemos eso cuando leemos tus artículos ¿no? Nos preguntamos ¿esto es cierto o no? ¡Pero esto no lo hacemos con nuestros cerebros! No nos cuestionamos si esto es verdad o no. La mayor parte del tiempo, lo que pensamos que es cierto es algo a lo que nos han condicionado cuando éramos niños o cuando estábamos en el colegio o cuando leímos un libro. Pero hoy, tenemos la responsabilidad de decirnos: ¿queremos vivir así? Igual que miras tu teléfono y borras algunas fotos porque ya no las quieres, haz lo mismo con tu cerebro: mira qué tienes dentro de tu cerebro y decide qué es lo que no quieres, qué es lo que no te funciona, lo que ocupa espacio, lo que causa dolor….
P: Supongo que serás consciente de que tu libro es para muchos uno más en este boom de libros que nos traen herramientas para ser más felices o tener más bienestar en nuestras vidas…¿qué tiene de diferente Esa vocecita en tu cabeza?
R: Yo no pienso en mis libros como libros propiamente dichos, sino que son parte de la misión que tengo. Una misión que se desencadenó con la perdida de Alí. Él fue mi verdadero maestro. Ya desde muy joven era un niño muy sabio. Todo el éxito que he tenido a la hora de conectarme conmigo mismo y entender esas conexiones, eso lo aprendí de él. Cuando él se fue pensé que la única forma en la que podía mantener viva su esencia era compartirle con el mundo. Mi primer libro fue un intento de que Alí fuera recordado. La primera misión fue la de hacer felices a 10 millones de personas y eso lo conseguimos en unas ocho semanas. Éramos un grupo muy pequeño de cuatro personas por eso decidimos ampliarlo a mil millones de personas felices.
Creo que esa es la tarea que va a ocupar el resto de mi vida. Los libros son únicamente una forma de situar ese pensamiento, esa mentalidad, de forma que pueda compartirla con el mundo. Pero yo no soy un gurú o profesor de felicidad. Soy un ingeniero que piensa en el mundo de una forma muy organizada. Pienso en los seres humanos como unas máquinas muy complejas. Somos unas máquinas, al fin y al cabo. Si comemos mucho engordamos, si tenemos un virus nos ponemos enfermos… somos bastante predecibles, aunque seamos muy complejos. En unas condiciones de funcionamiento perfectas los humanos somos felices. Pero algo falla durante el camino porque la máquina está bien diseñada, pero a la largo de la vida hay un punto en que esa máquina se rompe. Mi misión es hablar el lenguaje del mundo moderno y ayudar a la gente a ver ese lado mecánico de la vida.
P: En tu libro, además de enseñarnos a gestionar esa voz interior para lograr la felicidad, también recuperas algunas herramientas más de sentido común para ser felices, como la generosidad...
R: Hay muy pocas personas que son capaces de entender que la generosidad y dar a otros es muy importante para la felicidad. Vivimos en dos mundos muy apartados: oriente y occidente. En oriente la cultura se basa en la sociedad, en la comunidad, en el respeto a los mayores, a los colegas, a los jefes. En occidente todo tiene que ver con individualidades, priorizamos el yo. De modo que, si tengo libertad para hacer lo que yo quiero, estaré bien. Por esa individualidad occidente se ha olvidado de esa cultura de comunidad. Por ejemplo, en Egipto, donde yo crecí, no hay estado de bienestar, no hay planes de jubilación ni seguros de vida, pero la gente está muy segura porque saben que, si algo les ocurre, el vecino, el primo, el pariente, se va ocupar de ellos igual que ellos se van a ocupar de sus parientes si algo les ocurre. En una crisis económica los países o culturas que menos preocupación tienen son las de oriente. En occidente hemos llegado tan lejos que hemos dicho: vamos a poner el gobierno entre nosotros, vamos a dejar que el gobierno, la seguridad social, el estado de bienestar, la sanidad, se ocupen de nosotros. Lamentablemente esos sistemas se están rompiendo y en realidad nadie se siente seguro. Como resultado la gente está mucho más preocupada y más ansiosa.
P: ¿Por qué crees que es necesario recordar esta obviedad de que la generosidad es tan importante para la felicidad del ser humano?
R: ‘Dar’ es algo innato en el diseño de los seres humanos, es un mecanismo de supervivencia. Esto es importante entenderlo. Como humanos no hemos sobrevivido como especie porque somos inteligentes sino porque somos capaces de trabajar juntos a diferencia de todos los demás animales. Como especie somos capaces de utilizar ahora lo que inventó Einstein años atrás para crear algo nuevo. Siempre hemos funcionado como comunidad. Hemos ido a cazar juntos desde los albores de la historia. Es algo instintivo asegurarnos de que los demás están bien porque si nos aseguramos de que los demás están bien nosotros también nos sentimos seguros.
En ese sentido, ‘dar’, es un instinto humano. Sin embargo, el sistema occidental ha dicho: “dejad eso a un lado porque será el gobierno el que se ocupe”. Eso es incorrecto y por eso en las sociedades occidentales hay muchas más personas sin hogar. Tú pasas a su lado y ni siquiera piensas en su sufrimiento porque no son mi problema; Alguien se ocupará de ellos, piensas… pero realmente nadie se está ocupando de ellos. En todos mis libros escribo un capítulo sobre el ‘dar’. Nací y crecí en oriente, pero después me formé y trabajé en occidente durante toda mi vida. Hablo el lenguaje de occidente, el lenguaje de la lógica, de los negocios, de la economía, de la matemática y digamos que puedo demostrar que he tenido éxito en la vida. Ser directo de Google [X] es un trabajo de ensueño para muchas personas…pero lo que quiero transmitir es que creo en el ‘dar’. Creo que el ‘dar’, en la sociedad, nos hace crecer a todos. Todo el mundo lo sabe, pero se nos ha olvidado.
P: ‘Dar’, dices en tu libro, no tiene nada que ver con el dinero ¿El sistema capitalista ha monetizado también la generosidad?
R: ‘Dar’ no significa sacar un euro de tu bolsillo y dárselo a alguien. ‘Dar’ significa prestarte toda mi atención o sonreírte cuando te veo, o sentarme al lado de una persona sin hogar y decirle: te veo, eres humano como yo. No es dinero, no cuesta nada, son esas pequeñas cosas que hemos dejado de hacer. La mayor pandemia del mundo no es la del Covid-19. Las dos principales pandemias del mundo son la soledad y el estrés. Todo el mundo está solo. Todo el mundo está inmerso en su teléfono porque están deseando tener la atención de los demás. Y yo digo: ¿por qué no en vez de mirar tanto el teléfono, no haces clic sobre el nombre de uno de ellos y le dices: oye, ¿te apetece charlar un poco? Y le llamas, o te tomas un café con él, o le mandas una foto y le dices: ¿te acuerdas cuando hicimos esto qué bien lo pasamos? Crear esa conexión humana es mucho más fácil de lo que crees y no es solo para hacer feliz a esa otra persona, también te va a hacer feliz a ti como ser humano.