Ventura del Charco no es un psicólogo al uso. Solo con leer el título de su último libro, Hasta los cojones del pensamiento positivo (Planeta, 2023) uno puede hacerse una idea del estilo crudo y directo de este joven psicoterapeuta con quien no funciona eso de poner paños calientes al sufrimiento y al malestar. “El dolor forma parte inherente del hecho de estar vivos”, dice en las primeras páginas de su libro, “no tiene sentido tapar esos sentimientos con una falsa positividad que no nace de dentro, que es impostada”, añade.
Hasta los cojones del pensamiento positivo es también un libro de autoayuda, “tampoco puedo ser hipócrita en ese sentido”, reconoce el autor, pero no encontrará el lector en sus páginas esos dibujos de corazoncitos, nubes, sonrisas y arcoíris tan característicos del estilo Mr.Wonderful de muchos libros de crecimiento personal. El suyo es, en palabras del propio autor, un estilo más bien “zafio y navajero”.
Ventura del Charco tiene una manera de expresar sus ideas un tanto descarnada que, sin embargo, no le resta rigor. Lo cierto es que hay que reconocerle su gran habilidad para combinar en un mismo párrafo una cita de Ortega y Gasset y cuatro tacos. Doy fe de que del Charco habla como escribe y escribe como habla. Autenticidad no le falta.
A la pregunta de por qué está hasta los cojones del pensamiento positivo contesta sin contemplaciones: “Porque culpabiliza un montón a las personas por algo tan normal como sentirte mal cuando te pasan cosas malas y porque está fomentando que la gente se refugie en la técnica en vez de enfrentar los problemas en su vida real”.
Pregunta: Después de leer tu libro necesito que me aclares qué significa para ti autoayuda y si piensas que es un género a extirpar en su totalidad…porque para mí, francamente, tu libro encajaría en ese género…
Respuesta: A mí la autoayuda no me parece un mal género; me parece mal cómo estamos enfocando la autoayuda. Para mí hay libros de autoayuda, como Emociones, una guía interna de Leslie Greennberg, como El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, como El arte de amargarse la vida de Watzlawick -no el de Santandreu- que me parecen muy interesante y muy útiles. El mío es un libro de autoayuda, tampoco puedo ser hipócrita en ese sentido… pero es que incluso podríamos hacer esa reflexión hasta de la propia psicoterapia…¿qué tipo de psicoterapia estamos haciendo y desde dónde la estamos haciendo?
P: O sea, que la crítica es solo a un tipo de autoayuda. ¿La más común tal vez?
R: La realidad es que el 90% de la autoayuda sigue planteamientos excesivamente mentalistas, bien sea de una manera muy degenerada y simplista o bien sea simplemente porque viene de una interpretación de las terapias cognitivas. Y las terapias cognitivas dicen que la realidad no es la que es, es la que tú interpretas (…) Hay tres cosas que se repiten sistemáticamente en la autoayuda, que son: uno, la idea de la falacia de la interpretación; dos, la idea de que el dolor es algo malo y que hay que manejarlo a través de técnicas como mindfulness, técnicas de relajación de Jacobson, la reestructuración de Perls…todo lo que sea evitar el sufrimiento, desde mi punto de vista, tiene un punto de evitación neurótica y de necesidad de control. Y luego, en tercer lugar, también veo mucho esa idea reduccionista de que la vida se basa en una serie de técnicas y que la técnica psicológica acabe siendo un sustituto de tomar un tipo de decisiones. Lo que cada vez veo más es lo que ha ocurrido mucho con el mindfulness: estoy mal porque discuto con mi marido, pues en vez de sentar a mi marido y arreglar las cosas o divorciarme, me pongo a meditar. A ver…¡si la meditación es buenísima!, pero ahí la estás utilizando como una estrategia de evitación para manejar el malestar en vez de afrontarlo.
P: Entiendo lo que dices: que un tipo de autoayuda (la mayoría, en tu opinión) es reduccionista y simplifica mucho las cosas...
R: Es un planteamiento que va muy en la línea del pensamiento capitalista y de las dinámicas de consumo y del positivismo científico occidental y de la poca introspección propia de las culturas occidentales de creer que el bienestar depende de factores externos y no es así. El bienestar depende de cómo tú te relacionas contigo mismo y de lo que ocurre dentro de ti. Gustav Jung dice que “el que mira dentro se ilumina y el que mira fuera se queda en la sombra”.
P: Claro es que en muchos libros de autoayuda lo que yo he leído está muy en la línea de lo que he leído en el tuyo: que el sufrimiento es parte de la vida, que no podemos evadirnos del dolor, que tenemos que validar y escuchar nuestras emociones sean estas agradables o no…
R: Creo que están cayendo en un discurso de doble vínculo porque fíjate que te dicen que tienes que aceptarte, pero luego te dicen: sé la mejor versión de ti mismo. O te dicen que hay que gestionar las emociones y permitírtelas sentir -eso te lo están diciendo todos- pero luego te hablan de que la postura del héroe te ayuda a sentirte con más seguridad en ti mismo…entonces, ¿en qué quedamos? Porque me estás hablando de aceptación emocional, gestión emocional y no represión pero luego, cinco páginas después, me estás hablando de cómo estar más alegre, cómo sentirme más seguro, cómo alejarme de la inseguridad. O sea, me estás diciendo lo de permitirte sentir tus emociones porque suena muy bien, pero luego me estás hablando de un montón de técnicas basadas en la adulteración de mi propio mundo interno.
P: Otra de las críticas a la autoayuda que haces en tu libro es la excesiva tecnificación. ¿Podrías profundizar un poco más en esta idea?
R: Por ejemplo, cuando hablan de que hay que abrazarse porque eso libera oxitocina. Perdona que lo diga así, pero…¡me cago en la puta de oros! O sea…¿qué coño?, ¿hay que abrazar porque liberas oxitocina?...esto es un reduccionismo absurdo porque las investigaciones demuestran que para que tú liberes oxitocina hay que dar un abrazo de 40 minutos. Primer punto de cómo están devaluando algo. Segunda idea: lo que me hace liberar oxitocina ¿es el abrazo, o el proceso interno de amor que me lleva a abrazar? De verdad, Aldara, que me estás cayendo genial, pero yo dudo que el darte un abrazo a mí me haga liberar oxitocina porque no eres una persona vincularmente relevante en mi vida (…) Y luego, por último, ¿de verdad me estás diciendo que no abrace porque me nace, por humanidad, sino que lo tengo que hacer como una técnica psicológica para segregar un neurotransmisor o una hormona? ¡Estamos deshumanizando a la humanidad!
P: Además de esta deshumanización…¿qué otro efecto negativo puede tener esta tecnificación del bienestar y la salud mental?
R: El 90% de la literatura de este tipo te habla de permitirte sentir tus emociones, etc. Pero todo lo tecnifican, todo lo convierten en un ‘cómo hacerlo’, lo cual genera culpabilización porque en el momento en que yo pongo una pauta estoy diciendo que esta es la manera adecuada y esta no. En el momento que doy una pauta estoy quitando la posibilidad de que tú, introspectivamente, encuentres tu manera de hacer ese proceso. En el momento que hay una pauta lo estás negando, estás tecnificando al ser humano y le estás diciendo a la persona que hay una manera correcta e incorrecta, con lo cual hay un juicio de valor y le estás quitando la posibilidad de desarrollar su propio criterio de manera introspectiva.
P: Este interés por tecnificarlo todo, ¿no es en el fondo una manera de adaptarse al sistema?
R: La idea interesante aquí es por qué se han fomentados modelos mucho más basados en el síntoma que modelos más basados en la conciencia del proceso. Se ve claramente cómo las instituciones y las empresas invirtieron en un tipo de psicoterapia en detrimento de otros. Claro, matar el síntoma es muchas veces matar la revolución. A las compañías de seguros les interesaba poder acotar el tiempo. Claro, una terapia cognitiva-conductual, un tratamiento de una depresión, ahora, con la terapia cognitiva basada en mindfulness (MBCT) son 8 sesiones grupales, con lo cual el seguro está reduciendo los costes porque estás aplicando la economía de escala. Un psicoanálisis o un terapia cognitiva-conductual o sistémica, ¿cuántas sesiones son? Eso por un lado. Luego está esa otra idea de que cuando tú ves los manuales de psicoterapia, al final, ¿cuánta importancia le damos a la funcionalidad y a la productividad? O sea, si una persona tiene un problema de salud mental que le está influyendo en su desarrollo laboral, eso hay que abordarlo, pero si la persona tiene un vacío de vida, aunque no haya una sintomatología y siente que su vida no tiene sentido, tu coges el DSM y no le puedes poner ningún diagnóstico… entonces, desde ese punto de vista a ese individuo no le pasa nada.
P: ¿No piensas entonces que la crítica debería ser más bien al sistema y no a la autoayuda? El sistema, nuestra cultura, lo que nos viene a decir es que somos seres humanos en permanente estado de escasez, que debemos seguir produciendo y consumiendo…
R: El consumismo se basa en que tengamos un mundo interno jodido que evitamos y tapamos a través de la experiencia de consumo (…) El problema es, en cierto modo, que gran parte de la industria de la autoayuda o del desarrollo personal o como quieras llamarlo está siguiendo esta lógica: ¿Eres infeliz? Es porque te falta saber meditar; eres infeliz porque te falta una ‘persona vitamina’, eres infeliz porque no estás sabiendo ponerte las gafas de la felicidad. Nos están dando un problema y una solución: una solución consumible, pautada, clara, estipulada…
P: ¿No crees que a pesar de esto que dices este tipo de libros están cubriendo de alguna forma esta necesidad y ayudando a mucha gente?
R: Sí que hay libros buenos, sí. Lo que me preocupa es esa reducción de la felicidad a un producto de consumo. Digo simplemente eso: que en la medida que yo te doy una pauta, no te estoy ayudando a entenderte y a hacerte determinado tipo de preguntas. Por eso sí que creo que es una cuestión de qué tipo de autoayuda estamos construyendo, no de criticar la autoayuda como tal. Porque sí que creo que la autoayuda es muy necesaria, creo que es un recurso muy útil, pero creo que se podría hacer algo espectacular, porque hay gente muy lista que habla muy bien, que como comunicadores no puedo más que sentir una profunda admiración (…) Pero también veo que están llevando a una culpabilización ante el malestar y quizás eso a mí me hacer perder cierta objetividad y me sale un ‘¡no es justo, no es justo!’ y me sale una rabia muy profunda… quizás porque yo veo la parte más perversa de este pensamiento y porque veo a la gente que viene a consulta. Y duele porque veo a la gente a la que esto no le ha ayudado y a lo mejor ahí tengo un sesgo, sí. Pero hay un punto muy culpabilizador en este pensamiento positivo, que es lo que a mí me preocupa de verdad.
P: Para terminar, Ventura, entonces ¿Con qué intención crees que se deberían divulgar sobre bienestar y salud mental?
R: Con la intención de ayudar a la gente más a entender la funcionalidad de su síntoma o de su conducta problema. Creo que sería más útil eso que hablar todo el rato de soluciones y de herramientas porque mientras que yo no entienda la funcionalidad de mi conducta problema, por mucho que yo tenga herramientas para dejar de hacerlas no voy a dejar de hacerlas... ¡porque eso es lo único que conozco para manejar algo que me duele y que me da un miedo que te cagas! Creo que hay que seguir con la divulgación sobre salud mental, es buenísimo. Creo que la divulgación está ayudando muchísimo a romper ese estigma, pero precisamente porque creo en la divulgación es por lo que soy muy crítico con la misma.