Aunque haya personas más propensas que otras a marearse en el coche –o en cualquier otro medio de transporte–, cualquiera puede experimentar en algún momento un episodio en el que comience a sufrir náuseas que incluso le pueden llevar a vomitar. Esto se produce por un síndrome denominado cinetosis, que viene a ser mareo por movimiento.
Nuestro sistema de equilibrio (o vestibular) debe estar perfectamente coordinado con el resto del cuerpo para evitar que se produzca la sensación de mareo. Y claro, esto en el coche es complicado, puesto que algunos sentidos envían una información precisa de que estamos en movimiento, mientras que otros consideran que seguimos sentados en el sofá de casa.
Por ejemplo, si el automóvil transita por una carretera sinuosa en la que hay constantes aceleraciones y frenadas, algunos sentidos informan al sistema nervioso central de que estamos en movimiento, mientras que otros no lo estiman así. Es entonces cuando se produce la discordancia que sume al organismo en un proceso de mareo, cuyos síntomas más habituales son la sudoración, las náuseas e incluso los vómitos.
Habitualmente, cuando una persona se siente mareada al viajar en coche, se suele detener la marcha o se toman otras medidas para rebajar la sensación. Sin embargo, puede llegar a vomitar. Esto sucede porque el cuerpo recibe estímulos que le hacen creer que está siendo intoxicado o envenenado, con lo que la respuesta para sobrevivir no es otra que expulsar los alimentos que podrían causar ese daño. A fin de cuentas, el ser humano no está preparado para moverse a tan altas velocidades por sí mismo.
Marearse cuando se está conduciendo es algo muy extraño que se puede deber a otros trastornos. El conductor ha de mantener la atención y sus sentidos alerta, de modo que todos están coordinados para mantener al vehículo en el asfalto y evitar cualquier tipo de accidente.
En cambio, el resto de ocupantes se encuentran más relajados y eso les puede llevar a sufrir algún episodio de cinetosis. En este caso, en los asientos traseros las probabilidades aumentan, ya que se tiene un menor rango de visión –generalmente el asiento delantero– y las señales contradictorias se incrementan.
Por otro lado, también es interesante saber que los niños mayores de dos años –pues los bebés no se marean– son más propensos que los adultos a sentir náuseas y mareos. La razón es que su sistema vestibular, encargado del equilibrio, no está lo suficientemente maduro. Así pues, según envejecemos, las opciones de marearnos decrecen, más si cabe cuando el cuerpo está acostumbrado. Un buen ejemplo de ello son los trabajadores que hay en barcos y aviones, quienes no suelen sufrir cinetosis al tener el cuerpo habituado al movimiento.
Muchas de las recomendaciones las hemos escuchado decenas de veces cuando hemos sentido mareos en el coche. Estas son las más efectivas: