La primera ola de calor del año en España va a traer temperaturas próximas a los 40ºC en algunos puntos. Tanto calor, sobre todo teniendo en cuenta que llega en abril, cuando el cuerpo todavía no ha tenido tiempo de acostumbrarse, puede provocar situaciones perjudiciales para la salud como malestar, mareo, dolor de cabeza y náuseas. ¿Qué es el estrés térmico?
"Normalmente, el cuerpo produce sudor para enfriarse, pero existen situaciones en las que no consigue su objetivo, la temperatura del cuerpo aumenta, y se produce daño en nuestra salud", ha informado la vicesecretaria de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), María del Campo. Cuando esto pasa, aparecen los síntomas de golpe de calor.
El estrés por calor ocurre cuando el cuerpo no puede deshacerse del exceso de calor y la temperatura corporal aumenta llegando a superar los 38 grados.
Cuando esto pasa, “pueden darse calambres musculares y agotamiento por calor, que se caracteriza por tener malestar, mareo, dolor de cabeza y náuseas, y que suelen resolverse con reposo en un lugar fresco y con hidratación", dice la experta.
Esto puede traer dos tipos de consecuencias: directas e indirectas. Entre las primeras, "se incrementa la presión asistencial en los sistemas sanitarios y sociales, la siniestralidad vial, laboral, los ahogamientos, el aumento de enfermedades por transmisión de agua y alimentos, así como enfermedades causadas por flora y fauna marina. Incluso puede ocasionar fallos en infraestructuras energéticas, hídricas, o de transporte”, explica.
En cuanto a las indirectas, Del Campo habla de "aumento en las enfermedades asociadas al calor, el agravamiento de enfermedades crónicas, complicaciones durante el embarazo, parto prematuro, menor peso al nacer, intoxicaciones alimentarias".
Las personas vulnerables como mayores de 65 años, pacientes con enfermedades crónicas, neurológicas y psiquiátricas, y los niños menores de un año tienen mayor riesgo de sufrir estrés por calor.
La susceptibilidad al calor también está influenciada por las condiciones y circunstancias en las que las personas viven y trabajan, por lo que las medidas de prevención deben abordar "los determinantes sociales de la vulnerabilidad al calor, como son el ámbito geográfico, la contaminación, la densidad de la población, el entorno urbanizado, el nivel socioeconómico, el tipo de vivienda, y el acceso a recursos comunitarios, entre otros", afirma María del Campo.
Se recomienda evitar salir de casa y no realizar actividades que requieran un esfuerzo físico durante las horas centrales del día. Además, en caso de salir o exponerse al sol por motivos laborales, se recomienda alternar con periodos de descanso a la sombra y mantenerse hidratado.
También se aconseja el uso de gorras, sombreros, ropa holgada que transpire, gafas de sol con filtros homologados frente a radiaciones ultravioletas y protectores solares para la piel, además de evitar comidas copiosas y calientes.
Las bebidas azucaradas y alcohólicas no son recomendables con altas temperaturas, ya que aumentan la deshidratación y son perjudiciales para la salud, por lo que es aconsejable beber mucha agua.
Para mantener fresca la vivienda, es aconsejable cerrar de persianas y cortinas de las fachadas expuestas al sol, además de abrirlas por la noche para ventilar y refrescar.