La mayor parte del territorio español está sumido en un periodo de sequía que ha creado una lógica alarma social; más si cabe si tenemos en cuenta que los próximos meses suelen ser los más secos del año. Esta falta de lluvias afecta a todos los niveles, no solo a la agricultura o al consumo de agua en pueblos y ciudades, sino que también supone una amenaza en forma de enfermedades respiratorias.
El aumento de las temperaturas provocado por el cambio climático ha dado lugar a un incremento considerable de los fenómenos meteorológicos extremos, entre los que se hallan las sequías, cuyo número y duración “han aumentado un 29 % desde el año 2000”, según la Organización de Naciones Unidas.
Sobre los problemas que conlleva el cambio climático también se ha pronunciado la Organización Mundial de la Salud, que prevé que entre 2030 y 2050 cause “unas 250.000 muertes adicionales cada año debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico”. Además estima “un costo de los daños directos para la salud (es decir, excluyendo los costos en los sectores determinantes para la salud, como la agricultura y el agua y el saneamiento) de entre 2.000 y 4.000 millones de dólares hasta 2030”.
La falta de agua en regiones cuyos habitantes no están adaptados a un clima extremadamente seco supone una fuente de problemas de salud. En el informe “Impactos del Cambio Climático en la Salud”, publicado en 2013 por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, se expone que “entre los efectos de la sequía sobre la salud se incluyen una mayor mortalidad, malnutrición, mayor predisposición a enfermedades infecciosas y respiratorias, desnutrición proteico-energética y déficits en micronutrientes”. En sus páginas también se detalla lo siguiente: “Los episodios de sequía se asocian a menudo con tormentas de polvo con efectos en la salud a través de las vías respiratorias. En presencia de polvo el aire puede transportar, además de una mayor concentración de partículas respirables, esporas de hongos y bacterias que podrían afectar a la salud”.
Por lo tanto, queda claro que la sequía que estamos viviendo en la actualidad no ayuda precisamente a nuestra vías respiratorias, ya que están más expuestas de lo habitual a agentes infecciosos. Pero ¿por qué sucede esto?
La sequía que estamos viviendo este año en España provoca un mayor riesgo de incendios forestales y evita que los cielos contaminados no se limpien con el agua de la lluvia. Una lluvia que también es clave para limpiar la atmósfera de los virus causantes de infecciones.
En todos estos casos, el aire se llena de elementos que son perjudiciales para la salud y que nuestro sistema inmunitario debe sortear para evitar caer enfermo. Esto resulta complicado, especialmente para las personas propensas a tener problemas de este estilo.
Así pues las amenazas en forma de enfermedades respiratorias se multiplican, pudiendo afectar a bronquios y pulmones e incluso provocando patologías crónicas o infecciones tan peligrosas como la neumonía o la bronquitis.
En cuanto a esas enfermedades, las más frecuentes son los resfriados y gripes –recordemos que los virus persisten más tiempo en el ambiente–, la rinitis, la amigdalitis, la faringitis o la laringitis, entre otras. Pero eso no es todo, la sequía también aumenta las posibilidades de padecer asma y EPOC.