Los menores que no expresan sus emociones muestran niveles más altos de agresividad, de la misma manera que la habilidad de reevaluar una situación para cambiar su efecto emocional se correlaciona con factores de protección frente a la ira, la ansiedad o la depresión. Así lo confirma un estudio que ha llevado a cabo el Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga (UMA), que dirige el profesor Pablo Fernández-Berrocal, y que ha publicado la revista 'ScienceDirect'.
Los investigadores han analizado cómo las estrategias de regulación emocional influyen en la agresividad de los adolescentes, una problemática de plena actualidad en España, donde en las últimas semanas se han producido diversas agresiones grupales de carácter grave protagonizadas por menores. Es el caso de la ocurrida la semana pasada en Málaga, donde fueron detenidos seis jóvenes, tres de ellos menores, por propinar una paliza a un niño, causándole la rotura de la nariz y varios dientes, y quemarle con bengalas.
Para realizar este estudio, los psicólogos de la UMA han evaluado a 654 alumnos de primaria y secundaria con edades comprendidas entre los 9 y los 18 años, quienes han tenido que responder un cuestionario orientado a comprender los procesos que subyacen tras las conductas agresivas de esta población.
En concreto, el Laboratorio de Emociones ha centrado su estudio en el análisis de dos estrategias de regulación emocional: la reevaluación cognitiva y la supresión emocional, consideradas clave para entender el comportamiento violento de los más jóvenes.
La supresión emocional es el mecanismo por el cual las personas evitan expresar abiertamente sus emociones ante situaciones problemáticas. "Reprimir los sentimientos es algo que hacemos todos en alguna ocasión, pero si todo en la vida lo gestionas así, lo que pasa es que te enfadas más y eso termina explotando hacia la tristeza o agresividad", explica a EFE Pablo Fernández-Berrocal.
Asegura el psicólogo que cuando se suprimen las emociones, éstas fisiológicamente se van acumulando y eso se termina interiorizando, lo que puede provocar ansiedad o depresión, o bien puede exteriorizarse a través de conductas agresivas.
"Hay que aprender a no suprimir las emociones", subraya el profesor de la UMA, de la misma manera que resulta básico saber aplicar la reevaluación cognitiva, es decir, tener la capacidad de reinterpretar una situación para cambiar su significado emocional.
Reevaluar una situación implica analizar el problema desde diferentes perspectivas, asumir la situación e intentar hallar una explicación, buscando el lado positivo de las cosas. "Pero eso no es fácil porque siempre nos fijamos en las cosas críticas de los demás, no en sus cosas positivas. Es algo cultural", señala Fernández-Berrocal.
Los resultados del estudio confirman lo que la psicología ya hace tiempo que plantea: los jóvenes que presentan un mayor nivel de supresión emocional, es decir, que más reprimen sus sentimientos, muestran una mayor agresividad y un mayor afecto negativo, que es la tendencia a sentir estados de ánimo negativos, como por ejemplo la angustia, la culpabilidad, la hostilidad o la irritabilidad.
En cambio, un mayor uso de la reevaluación cognitiva se vincula con niveles más bajos de agresión, tanto física como de ira, y con una disminución del afecto negativo. Pero lo más importante, destaca Fernández-Berrocal, es que esta estrategia repunta además el afecto positivo, las emociones positivas, como pueden ser la alegría, el optimismo, el humor, el entusiasmo o la determinación.
Estas conclusiones ponen en evidencia la importancia de implementar programas de inteligencia emocional en las escuelas e institutos para ayudar a los más jóvenes a regular sus emociones, disminuyendo los niveles de afecto negativo y, a su vez, las conductas agresivas.
El Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga ha desarrollado un programa educativo, denominado INTEMO+, que incluye actividades que enseñan a los jóvenes a expresar abiertamente sus emociones en lugar de inhibirlas o esconderlas y a reinterpretar situaciones para cambiar su significado emocional.
Lo han aplicado en algunos colegios de España y Latinoamérica y el resultado ha sido muy satisfactorio, según Pablo Fernández-Berrocal, que hace un llamamiento para que la educación emocional sea una asignatura desde infantil y primaria en los colegios españoles, lo que implica también dotar a estos centros de suficientes psicólogos.
"La educación emocional se tendría que trabajar desde muy pequeños, es mejor trabajar en la prevención", comenta el experto, que recalca que la "salud mental es tan importante como la salud física", pese a que esto sigue siento un reto pendiente en el país.