Las fajas tienen múltiples utilidades. Hay quien las usa para que la parte baja del dorso no se resienta al levantar peso en el gimnasio, para aliviar dolores musculares o tras sufrir una lesión de espalda. Y hay quien las usa para moldear el cuerpo o intentar reducir algunos kilos. Pero llevarla demasiadas horas puede ser malo. ¿Producen debilidad muscular o es un mito?
La faja ejerce presión sobre la musculatura abdominal y/o lumbar sujetándola y ayuda a mantener la postura.
Generalmente se usan para tratar patologías de espalda o problemas abdominales, después de operaciones o para evitar lesiones. Por tanto, lo suyo es utilizarla únicamente bajo recomendación de un médico.
También se aconsejan a veces en personas con factores de riesgo para desarrollar dolencias en la espalda, en deportistas que levantan peso y hacen grandes esfuerzos en esta parte del cuerpo, o en personas cuyo trabajo obliga a adoptar una mala postura.
Las fajas se suelen elaborar con tejidos transpirables y con costuras imperceptibles que no causan roces en la piel.
Se deben usar de manera gradual, es decir, no podemos usarla muchas horas seguidas las primeras veces. Lo suyo es dosificar las horas de uso para ir acostumbrando al cuerpo y después ir aumentando el tiempo que la llevamos.
Las fajas tienen un efecto analgésico porque ayudan a aliviar el dolor, así como propioceptivo, ya que aportan seguridad. Pero, como decimos, el uso prolongado puede traer problemas.
Algunas investigaciones concluyen que, al limitar el funcionamiento natural de la musculatura, puede causar debilidad, además de problemas de circulación y digestivos.
A su favor, en cambio, y siempre con un uso adecuado, sin excederse y bajo prescripción médica, la faja contribuye a fortalecer la musculatura abdominal y estabilizar la columna y el suelo pélvico.