El problema no es tropezarse con una piedra, sino caer de bruces contra el suelo una y otra vez, ignorando los errores del pasado. Y sí, con errores me refiero a exparejas.
Aunque haya personas maravillosas en nuestro pasado sentimental y otras que ni fu ni fa, todos albergamos un pequeño museo del horror en cuanto a ex se refiere. ¿El problema? Que no aprendemos de la experiencia y, a menudo, encadenamos relaciones tóxicas con personas que destrozan nuestra autoestima.
Cuando abrimos los ojos y rompemos la relación (o la rompe la otra persona), llega la gran frase: “todos mis ex son iguales”. Puede que tengas razón y todas tus exparejas tengan una personalidad narcisista, una total carencia de responsabilidad afectiva y gran dificultad para comunicarse, pero también hay que hacer un poquito de autocrítica.
Hacer autocrítica no significa machacarte ni culparte por tus dudosas elecciones románticas, sino ser consciente de por qué haces lo que haces o, usando otras palabras, de por qué te equivocas recurrentemente en tus relaciones.
¿Es fácil hacer autocrítica? Ni mucho menos pero, para facilitarte la tarea, quiero compartir contigo cinco preguntas que, como psicóloga, recomiendo a todas las personas (más aún a las que tienden a encadenar relaciones tóxicas).
Antes de que respondas “que son gilipollas”, te invito a reflexionar un poquito más a fondo y descubrir los patrones que todas tus exparejas tienen en común.
Por ejemplo, en personas que tienen una alta necesidad de control, es habitual que todas sus exparejas sean dejadas, que no se preocupen por la relación y que no se responsabilicen ni a nivel emocional (por ejemplo, mostrando afecto) ni a nivel instrumental (por ejemplo, limpiando la casa o sabiendo qué hay que comprar cuando van al supermercado). En consecuencia, la otra parte asume el rol de “tutorizar” la relación, lo que por un lado le da calma porque tiene el control, pero también le frustra y agota porque la relación es asimétrica, es decir, siempre da más que la otra persona.
Entender estos patrones es clave para dejar de repetirlos.
Una relación nos puede aportarnos muchísimas cosas: plenitud sexual, muestras de cariño, tiempo de calidad, honestidad, apoyo en los momentos duros, compañía en los momentos alegres, valores en común…
Para cada persona, los requisitos varían, pero es importantísimo ser conscientes de ellos y dar a todos importancia.
Esto es algo que muchas veces minimizamos. Por ejemplo, cuando en una relación el sexo es genial o tienes compañía en los buenos momentos, pero cuando algo va mal, tu pareja desaparece o te trata de forma fría o te da malas contestaciones. ¿La reacción habitual en personas que encadenan relaciones tóxicas? Pasar estas red flags por alto porque “hay otras facetas de la relación que compensan lo malo”. ¡Error!
La pareja, al igual que los amigos o la familia, puede ser un pilar fundamental de nuestra salud mental, pero jamás debería ser lo único que la mantenga a flote.
Si toda tu salud mental depende de una persona, va a haber momentos en los que, hablando mal y pronto, tu autoestima se vaya a la mierda. Y no necesariamente porque la relación acabe, sino porque la otra persona tiene su independencia, y es fundamental que tú tengas también la tuya.
Si a mayores la relación es tóxica, el daño a tu autoestima y a tu salud mental en general será todavía mayor.
Vivimos en sociedad y es normal querer agradar a la gente que nos rodea, lo que no es ni normal ni sano es hacer cosas que discrepan con nuestros valores o que dañan nuestra salud mental para conseguir la aprobación ajena.
Párate a pensar en todas las cosas que has hecho para conseguir el amor de tus ex, para retenerles en la relación o para lograr que, por arte de magia, se volviesen una pareja maravillosa. Puede ser renunciar a tus amistades, dejar de hablar de política u olvidarte de algunas aficiones que antes te encantaban. También pueden ser cambios más sutiles como, por ejemplo, adoptar un estilo de comunicación pasivo-agresivo: eres incapaz de decir no cuando tu pareja te pide un favor desmesurado y te callas todas tus emociones desagradables, pero al final explotas.
En cualquier caso, es importante ser conscientes de esos cambios que hacemos para buscar aprobación y actuar en concordancia con nuestros valores y necesidades.
En último lugar (y quizá más importante), deja de camuflar el duelo y las secuelas de relaciones tóxicas metiendo a otra persona con calzador en tu vida.
El enamoramiento inicial es muy potente y puede camuflar el dolor que sentimos porque un ex nos ha hecho daño, pero tarde o temprano, todo saldrá a la luz. ¿Y cómo sale a la luz? Perpetuando las dinámicas tóxicas de las que queremos huir, hundiendo todavía más nuestra autoestima y provocando un estado de ansiedad constante.
Párate a pensar en todo el daño que han causado tus exparejas en tu salud mental y en si lo has superado o no. Por ejemplo, cómo ha cambiado tu personalidad, cómo es tu autoestima a día de hoy, si has interiorizado conductas de manipulación, cómo gestionas el conflicto…
Y si algo va mal, no lo niegues ni te avergüences. No has elegido sufrir estas secuelas, pero sí puedes elegir superarlas siendo conscientes de ellas, introduciendo dinámicas sanas en tus relaciones y, si es necesario, pidiendo ayuda psicológica.