Celia tenía 24 años cuando lo dejó con su ex después de descubrir que llevaba meses acostándose con otra chica. No fue una sorpresa. Ella sospechaba desde hacía tiempo, pero su ex le convenció de que eran tonterías, de que estaba cargándose la relación por dudar e incluso de que debía ir al psicólogo para aprender a gestionar sus celos. Acabó yendo a terapia, sí, pero para superar las secuelas de una relación tóxica en la que su pareja le convenció de que ella era el problema.
“Me dijo que estaba loca mientras me ponía los cuernos”, comparte Celia, de ahora 26 años, con Yasss, “y yo me lo creía. Lo pasé muy mal. Di toda mi confianza a alguien que me engañaba día tras día. Al final dudaba hasta de mí misma”.
Celia tenía muy claros los límites que no iba a cruzar: “jamás le miré el móvil y mira que mis amigas me decían que era la única forma de salir de dudas, pero yo no quería, no sé si por miedo a encontrarme lo que tanto me temía o porque en el fondo sabía que eso estaba mal”, pero no le hizo falta hacerlo para descubrir que su ex era infiel. “Nunca le prohibí hacer nada, él era libre para todo, y un día de fiesta salió, yo le dije que me quedaba en mi casa y me entró un bajón terrible porque ya estábamos fatal. Le llamé y no me contestó así que escribí a una amiga. Me vino a buscar y me obligó a salir para distraerme, y en la calle me lo encontré con una chica. Luego me enteré de que no era una cosa de una noche, que llevaba poniéndome los cuernos cuatro meses”, confiesa algo nervios al recordar aquella etapa de su vida.
Fue entonces cuando Celia decidió cortar y su ex se arrepintió de todo. “Me pidió perdón, me dijo que era un mierdas y que no me merecía, que todo era culpa de él, que iba a cambiar, y fui muy fuerte aunque lo pasé muy mal”, relata. Se apoyó en sus amigas, en su familia y cortó todo el contacto con su ex, pero a día de hoy es consciente de que muchas personas no son capaces de romper con una relación tóxica tal y como lo hizo ella. “Sé que hay muchas chicas que se autoconvencen de que están locas porque sus novios las manipulan. Yo quiero contar mi historia para que sepan que eso no es amor y no es vida”.
Utilizar la etiqueta “tóxico” es muy arriesgado y como psicóloga evito asociarla a individuos. No hay personas tóxicas, pero sí hay relaciones tóxicas en las que ambas partes acaban con una dinámica de manipulación, celos, control y falta total de comunicación. ¿Tienen la misma responsabilidad ambas personas? A veces sí, a veces no, pero lo que sí ocurre en la mayoría de las veces es que cada persona tenga unas conductas tóxicas diferentes.
Por ejemplo, tu pareja te oculta cosas, no te hace caso cuando estáis juntos y tontea con un montón de personas en redes sociales. Esa conducta es tóxica y provoca en ti un estado de inseguridad. ¿Cómo se puede gestionar? O bien poniendo límites a tu pareja y cortando por lo sano si no sabe cumplirlos, o bien recurriendo a otra conducta tóxica: prohibirle que de like a fotos de Instagram, acoplándote a todos sus planes para que no tontee con nadie o revisándole el móvil.
Podemos incluso dar una vuelta de tuerca. Tú sabes que tu pareja está tonteando con otras personas y evidentemente sientes celos, pero cuando le pides explicaciones te hace pensar que todo son imaginaciones tuyas. Al tonteo se suma otra dinámica tóxica más: la manipulación.
Es ahí cuando una pareja puede entrar en una guerra para ver quien es capaz de llegar a un extremo más tóxico y causar más daño. Es importante parar, analizar lo que ocurre y buscar otra solución.
En esta guerra de toxicidad entra en juego una estrategia de manipulación tan dañina como habitual: la luz de gas.
La luz de gas o gaslighting consiste en hacer que alguien, en este caso tu pareja, dude hasta de la propia realidad. Le haces creer que algo que sabe que ha pasado nunca ha sucedido, que su memoria le está fallando, que su percepción es errónea o incluso que se está volviendo ‘loca’ por sus celos o su baja autoestima. Y sí, a veces hay celos e inseguridades, pero estas surgen y se ven alimentadas de la propia luz de gas.
La dinámica de luz de gas se suele dar en relaciones en las que hay instauradas otras conductas tóxicas. Por ejemplo, que no te valoren y te traten constantemente como un segundo plato: tu pareja pasa de ti, pero cuando le pides algo de atención te convence de que exageras, que no es para tanto y que otras personas desearían una relación como la que tienes.
La luz de gas es a veces muy sutil, pero puede arruinar tu autoestima poco a poco. Por eso es importante detectar las señales de alarma que indican que estás siendo manipulada o manipulado:
El siguiente paso es poner tierra de por medio. Trabaja en tu autoestima y aléjate de una relación tan dañina, al menos mientras ambos trabajáis psicológicamente para superar las dinámicas tóxicas que lleváis arrastrando todo este tiempo.