Cómo saber si sufriste negligencia emocional en tu infancia

  • Explicamos qué es la negligencia emocional, cuál es el origen y cómo se manifiesta en la vida de un adulto

  • La negligencia emocional se refiere al hecho de que las necesidades emocionales de una persona no fueron cubiertas durante su infancia

  • El primer paso para sanar las consecuencias de la negligencia emocional es entender lo que ocurrió en nuestra infancia y aceptarlo

A muchas personas, incluso a las más duchas en habilidades emocionales, se nos ha escapado más de una vez alguna frase del tipo “venga, no llores, que no merece la pena estar triste por eso”, “¡pero no te enfades por esa tontería, que no ha sido nada!”, “eres un campeón, tú puedes con eso y mucho más”. Estas expresiones que forman parte de nuestro inventario cotidiano de frases hechas, que muchos repetimos como papagayos sin pararnos a pensar en la trascendencia de nuestras palabras, son el mayor reflejo del analfabetismo emocional de nuestra cultura.

Una de las consecuencias más graves de este analfabetismo emocional, este no entender nuestro mundo emocional ni el de los demás, es la existencia de cientos de miles de personas disfuncionales emocionalmente. Son personas que han sufrido durante su infancia lo que se conoce como negligencia emocional.

Un caso de negligencia emocional

Un ejemplo de esta negligencia emocional es el caso de Javier (nombre ficticio), un hombre de 38 años que acudió a terapia por petición de su mujer. Desde que empezaron su relación, ella notaba que Javier mentía mucho. Mentía ‘por defecto’, como expresaba ella. Digamos que Javier mentía incluso cuando no hacía falta mentir, cuando la mentira aparentemente no le permitía escapar de una reprimenda por algo “mal hecho” o conseguir algún beneficio. “Javier me miente hasta sobre el recorrido que ha hecho al sacar al perro: ¿qué importancia tiene eso?”, decía su mujer, “¿Qué gana mintiéndome?”.

Javier tampoco podía explicarlo. La mentira estaba como automatizada en su vida desde siempre y nunca le había dado demasiada importancia. Sin embargo, ahora todo era diferente: ahora su relación de pareja corría serio peligro. Javier había perdido muchos amigos a lo largo de su vida por culpa de la mentira y no estaba dispuesto a perder a su mujer. Por eso, finalmente, aceptó pedir ayuda y esta vez no mentir al psicólogo tal y como había hecho en otras ocasiones.

¿Por qué le ocurría esto a Javier? En consulta descubrió la causa de su tendencia a la mentira: de niño fue víctima de la negligencia emocional de sus progenitores.

El concepto de negligencia emocional implica que en la infancia hubo una carencia de algo que era necesario, que debía haber estado pero no estuvo

La negligencia emocional se refiere al hecho de que las necesidades emocionales de una persona no fueron cubiertas durante su infancia; que la demanda de estas necesidades fue ignorada por sus cuidadores. Es decir, el concepto de negligencia emocional implica que en la infancia hubo una carencia de algo que era necesario, que debía haber estado pero no estuvo.

La negligencia emocional está muy relacionada con el apego seguro. De hecho, un buen modelo explicativo de la existencia de negligencia emocional es la teoría del apego seguro de Bowlby (1983), como explica Juan Manuel Moreno Manso en su artículo Revisión de los principales modelos teóricos explicativos del maltrato infantil.

“El niño reclama mediante sus conductas la proximidad y el contacto de sus cuidadores, y desarrolla a partir de sus experiencias de interacción un vínculo socio-afectivo y ciertos modelos de funcionamiento interno acerca de sí mismo y de sus relaciones sociales, en los que incluye tanto lo que puede esperar de los demás como de sí mismo. Si el cuidador responde con sensibilidad y consistencia a las demandas de atención del niño, le ayudará a desarrollar la confianza básica en su propia capacidad para influir en los demás con éxito, al tiempo que le aporta información adecuada sobre cómo conseguirlo. Pero cuando el cuidador no es accesible, es insensible a sus demandas o lo rechaza, el niño desarrolla un apego inseguro con efectos conductuales que le impiden explorar de forma adecuada el ambiente. En el nivel cognitivo-emocional, desarrolla modelos de funcionamiento interno que afectan su percepción de los demás como inaccesibles, y de sí mismo como incapaz de lograr el contacto y la reciprocidad y no ser merecedor de atenciones. Como consecuencia de ello, los efectos para el menor se convertirán posteriormente en incompetencia social para sus relaciones interpersonales y dificultad para establecer vínculos apropiados, lo que provocará relaciones adversas y sentimientos de poca autoestima e inseguridad a lo largo de su vida” (Moreno Manso 2006)

El impacto de la negligencia emocional en la vida adulta

Unos progenitores poco sensibles y receptivos a las necesidades emocionales de sus hijos tiene la consecuencia que entre ellos y el niño se desarrolle un vínculo de apego inseguro. Esto marcará la personalidad de ese menor en el futuro, su manera de gestionar las situaciones que ocurran en la esfera social y, como en el caso de Javier, se manifestará en comportamientos y actitudes que pueden tener un impacto realmente importante en su vida adulta.

Javier descubrió que mentía porque desde bien pequeño sentía que no era aceptado ni querido por sus progenitores tal y como era. Sus dos hermanas mayores eran buenas estudiantes y él no, sus dos hermanas mayores eran responsables y ordenadas y él no. Pronto descubrió que generaba cierto rechazo en sus padres por este motivo y que era “castigado” sin su cariño.

Los padres de Javier le exigían la misma responsabilidad que a sus hermanas en cuanto a los estudios y al orden, pero nunca le enseñaron cómo hacerlo. Ellos asumieron que era algo que tenía que salir de Javier de manera natural -igual que salió con sus hermanas- pero Javier era un niño un tanto inatento, con unas necesidades diferentes a las de sus hermanas y necesitaba más ayuda, más guía, más directrices. En lugar de enseñarle y marcarle el camino con cariño y paciencia, sus padres se limitaban a exigirle e invalidaban sus emociones cada vez que se frustraba y lloraba por no haber hecho las cosas 'bien'. “Deja de llorar y lamentarte por sacar malas notas y ponte a estudiar”, le decían.

Según los expertos, la negligencia emocional se produce cuando los progenitores:

  • Ignoran las necesidades del niño, especialmente las emocionales
  • Ridiculizan y/o desprecian sus emociones
  • Utilizan formas de gestión emocional no adaptativas, como la violencia, la indiferencia o el castigo
  • No consiguen que el niño se sienta protegido
  • No demuestran cariño y amor incondicional a sus hijos

Siendo niño, un día Javier mintió a sus padres y comprobó que la mentira le sirvió para ganar un poco del cariño que tanto anhelaba. Mentir se convirtió en un reforzador para él: “Si miento y les digo que he hecho lo que ellos esperan de mí, entonces obtengo su aprobación y cariño”.

Hay dos características comunes a casi todas las personas que sufrieron esa carencia emocional: son extremadamente sensibles a las críticas y suelen vivir con una permanente sensación de tristeza y vacío

Normalmente cuando un niño o niña ha sufrido en su infancia esta negligencia emocional suele convertirse en un adulto complaciente. Suelen ser personas que se preocupan mucho por agradar, por cumplir exactamente con lo que los demás esperan de ella. Suelen ser personas que, ante la posibilidad de un posible conflicto, optan por ceder de manera sistemática. Digamos que esta es la disfuncionalidad más común como consecuencia de la negligencia emocional, pero también pueden darse casos como el de Javier: él se acostumbró a mentir como recurso, como mecanismo de defensa, buscando siempre agradar a sus padres: ese era su principal reforzador. El problema es que este patrón de conducta se extendió también a otros ámbitos de su vida, como el colegio, el instituto, las relaciones con amigos y de pareja y quedó automatizado: por eso ni si quiera él sabía por qué mentía y por qué mentía en cosas sin trascendencia.

“En mi cabeza me imagino lo que creo que los demás esperan de mí y entonces lo digo para gustarles y agradarles… porque doy por hecho que la verdad sobre mí -aunque no sea nada malo- no les va a gustar y me van a rechazar”, explicaba Javier a su psicoterapeuta.

Aunque, como hemos visto, esta negligencia emocional sufrida en la infancia se puede manifestar de diferentes maneras en la edad adulta (complacencia extrema, mentiras)  hay dos características comunes a casi todas las personas que sufrieron esa carencia emocional: son extremadamente sensibles a las críticas y suelen vivir con una permanente sensación de tristeza y vacío.

Sanar las consecuencias de la negligencia emocional

Las consecuencias de la negligencia emocional comienzan a borrarse en el momento en que la identificamos y entendemos por qué y cómo esa negligencia sigue teniendo influencia en el presente. El primer paso para sanarla es, por tanto, entender lo que ocurrió en nuestra infancia y aceptarlo.

Trabajar la inteligencia emocional es otra vía de sanación de la negligencia emocional que sufrimos en la infancia. Aunque de niños nos faltaran esos recursos, ya de adultos sí podemos ampliar nuestro vocabulario emocional, aprender a identificar las emociones y adquirir recursos para expresarlas y regularlas. Esto nos abrirá también la puerta de la autovalidación de nuestras propias emociones, de aprender a abrazar nuestras emociones y de entender que son válidas, lícitas y que tenemos derecho a sentirlas.

Por último, otro paso para curar las heridas de la negligencia emocional -tal vez el más difícil- es atrevernos a poner nuestra vulnerabilidad encima de la mesa. El miedo a no gustar, a no ser aceptados por los demás tal y como somos nos hizo protegernos tras un muro infranqueable. Buscábamos la conexión con los demás pero, paradójicamente, abrimos un abismo entre nosotros y ellos. Muchas personas desconocen que el hecho de admitir ante los demás nuestro lado oscuro (defectos, temores, imperfecciones) es lo que verdaderamente nos permite crear intimidad emocional con los demás y tener relaciones realmente nutritivas basadas en el amor y la confianza.