El trastorno de conversión, cuando el cuerpo expresa un malestar emocional con síntomas físicos

  • El trastorno de conversión, es una de las psicopatologías que mejor ilustra la relación bidireccional entre salud mental y salud física

  • El término 'conversión' se refiere a la transformación de un malestar psicológico en una alteración física

  • Los síntomas físicos no son provocados de forma consciente o voluntaria ni son fingidos para eludir obligaciones o ser el centro de atención

El trastorno de conversión es uno de los ejemplos más ilustrativos de esta relación bidireccional y compleja que existe entre salud mental y salud física, entre mente y cuerpo. En línea con la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud “un estado de bienestar físicomental, y social” cada vez más expertos prefieren no hacer esta distinción entre salud física y salud mental.

La salud mental y física se relacionan debido a que cada una de ellas genera e influye en el ser humano en una mayor o menor medida. Así, una mente saludable hace que el cuerpo funcione mejor, y un cuerpo sano genera bienestar emocional, que es la base para tener una buena salud mental.

Visto así todo parece muy coherente y tiene sentido: pero la realidad es que en general entre las personas existe mucha resistencia a aceptar que un dolor físico o un síntoma fisiológico tenga un origen psicológico en vez de orgánico. Socialmente está mejor vista la debilidad física que la psicológica: como si lo físico no dependiera de nuestra voluntad y lo psicológico sí. Esta resistencia hace que muchas personas pasen años de su vida de especialista en especialista buscando una explicación orgánica a su dolencia antes de acudir a un psicólogo o psiquiatra.

El cuerpo manifiesta un malestar psicológico

En el artículo Un caso de trastorno de conversión analizado desde la perspectiva de la interconsulta hospitalaria Luis Javier Sanz Rodríguez y Begoña Torres López explican el caso de una paciente de 62 años que, durante su ingreso hospitalario por un problema coronario agudo sufrió un episodio de hemiparesia (debilidad) en el lado izquierdo de su cuerpo. Después de realizarle numerosas pruebas descartaron cualquier origen orgánico de su problema. La paciente, explica el artículo, se mostró muy reacia aceptar que la debilidad que padecía en el lado izquierdo de su cuerpo tuviera un origen psicológico.

Sin embargo, tras unas consultas de valoración en la unidad de salud mental del hospital, la paciente pudo tomar conciencia de su problema. El hecho de estar ingresada en el hospital por un tema coronario le hacía sentir tremendamente culpable: inconscientemente esta mujer sentía que estaba fallando a su familia. Ese malestar emocional, ese conflicto interno, en una persona como ella, muy poco dada a exteriorizar sus emociones, se convirtió en un síntoma físico. Su cuerpo manifestó a través de una hemiparesia ese gran malestar psicológico.

El trastorno de conversión es la máxima expresión de esta relación tan compleja y bidireccional entre mente y cuerpo

Otro ejemplo es el de los padres de Antonio, un adolescente de 14 años que estaba pasando una situación emocionalmente delicada tras la muerte en un accidente de uno de sus mejores amigos. Estos padres se quedaron muy tranquilos cuando les dijeron que la parálisis que sufría su hijo en el brazo derecho no se debía a ningún fallo neurológico, sino a un trastorno de conversión. Se quedaron muy tranquilos, pero no comprendían lo que le ocurría a su hijo y el por qué de esa parálisis. Creían que Antonio se estaba inventando esa parálisis para llamar su atención. Hicieron falta varias visitas al servicio de salud mental para que los padres de Antonio comprendieran que el hecho de que no hubiera una anomalía a nivel neurológico detectable físicamente, no significaba que su hijo se estuviera ‘inventando’ ese síntoma. Como explican los expertos, las personas que padecen esta afección sufren una angustia real, no fingen los síntomas, por lo que no es recomendable decirles esa frase tan habitual de “lo que te pasa no es real, sólo está en tu cabeza”.

Como vemos, el trastorno de conversión es la máxima expresión de esta relación tan compleja y bidireccional entre mente y cuerpo. El término conversión se utiliza para referir la capacidad de un determinado paciente de transformar o convertir involuntariamente una alteración psicológica en una alteración o dificultad física.

El trastorno de conversión es un tipo de trastorno somatomorfo, según la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) de la OMS. Los trastornos somatomorfos no deben confundirse con los trastornos psicosomáticos, en los que, aunque también sean de origen psicológico, sí existe una afectación detectable a nivel orgánico, como explicábamos en este artículo de NIUS.

Qué es un trastorno de conversión

El trastorno de conversión se refiere a un conjunto de síntomas que tienen la forma de una afección neurológica y que interfieren en la conducta del paciente pero que no se corresponden con ninguna alteración física diagnosticada ni se pueden justificar por ninguna otra enfermedad.

La característica principal de este trastorno es la aparición de estos síntomas o dificultades a nivel motriz y/o sensorial de manera involuntaria pero asociadas a factores o alteraciones psicológicas; es decir, para diagnosticar este trastorno de conversión debe existir un episodio cercano en el tiempo emocionalmente complejo en la vida del paciente. De hecho, normalmente existe una relación temporal clara entre el evento estresante al que se enfrentó el paciente y el comienzo de los síntomas conversivos. Los principales síntomas de un trastorno de conversivos son los siguientes:

  • Síntomas motores: Falta de coordinación y equilibrio, parálisis y debilidad muscular localizada, temblor, afonía, dificultad en la deglución, sensación de nudo en la garganta, retención urinaria y convulsiones.
  • Síntomas sensoriales: Sensación de anestesia o analgesia, visión doble, ceguera, visión borrosa, visión en túnel, sordera, perdida de olfato y de gusto y alucinaciones.

Para poder elaborar un diagnóstico lo más ajustado posible, es necesario que el paciente presente los siguientes criterios diagnósticos recogidos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM):

  • Presencia de una o más dificultades que interfieren en las funciones motrices o sensoriales que insinúan la presencia una alteración neurológica o médica.
  • Existencia de eventos, experiencias o conflictos anteriores que puedan estar asociados a la sintomatología.
  • Estos síntomas no son provocados de forma consciente o voluntaria como en el trastorno facticio, en el que la persona finge los síntomas conscientemente para eludir obligaciones o ser el centro de atención.
  • La sintomatología no se justifica por la presencia de otra alteración o afección médica, ni por el consumo de sustancias.
  • La sintomatología origina un clínicamente significativo, interfiriendo en los distintos ámbitos de la vida cotidiana del paciente y necesitando atención médica.
  • El conjunto de síntomas no se restringe a dolor o déficits en la función sexual , no aparece durante un trastorno de somatización y no se debe a la aparición de otro trastorno sexual.

La belle indiference

Otro de los síntomas más característicos y peculiares del trastorno de conversión es la llamada belle indiference: la escasa preocupación que el paciente siente por los síntomas que está experimentando a pesar de que estos pueden ser muy llamativos.

Cualquier persona que se despierte una mañana con un brazo paralizado o viendo todo borroso es normal que se preocupe y vaya rápidamente al médico para saber qué le está ocurriendo. Sin embargo, esto no suele ocurrir en los pacientes con trastorno de conversión, que habitualmente se muestran inalterados o indiferentes ante su problema. Es tan habitual esta reacción, que la belle indiference se considera un síntoma más del trastorno de conversión, aunque aún se desconoce el por qué de esta reacción.

Como decíamos, el trastorno de conversión aparece siempre asociado a un acontecimiento estresante, que además está muy cercano en el tiempo a la aparición de los síntomas. La remisión de estos síntomas suele ocurrir de manera espontánea en pocos días, cuando el acontecimiento estresante desaparece o deja de estar tan presente en la vida del paciente; bien porque el estresor desaparece o bien porque la persona ha aprendido a gestionarlo con psicoterapia.

Si la persona vuelve a enfrentarse a un estresor, pero no ha aprendido a relacionarse con él de una manera menos dañina emocionalmente, lo más normal es que los síntomas reaparezcan; por lo que hablaríamos de un trastorno crónico.

La explicación psicológica a la conversión

La psicología explica la existencia del trastorno de conversión por uno de estos dos mecanismos: la ganancia primaria o la ganancia secundaria.

La ganancia primaria significa que la persona que sufre este trastorno obtiene inconscientemente algún beneficio a cambio, por ejemplo, mantener fuera de su conciencia un conflicto o una preocupación. La ganancia primaria se asocia con frecuencia a experiencias traumáticas, estrés o abusos sexuales y físicos. De hecho, en muchas ocasiones, los síntomas que aparecen se relacionan de manera sorprendentemente directa con el problema al que estuvieron expuestos. Por ejemplo, se puede sentir dolor en la misma parte del cuerpo en la que se lesionó de gravedad otra persona en un accidente traumático que el paciente presenció.

La ganancia secundaria significa que la persona, también inconscientemente, puede obtener refuerzo con su problemática, como por ejemplo evitar una actividad que es nociva para él o ella o conseguir el apoyo y la atención de los demás, que de otra forma no lograría. Esta ganancia podría ser la de Antonio que, de manera secundaria, con su parálisis estaría buscando inconscientemente el espacio y tiempo (faltar al colegio, dejar sus actividades cotidianas) necesarios para poder elaborar el duelo por la muerte de su amigo.

En cualquiera de los dos tipos de ganancia, el trastorno de conversión nos habla de esta relación tan compleja y bidireccional entre mente y cuerpo y de la necesidad de comprendernos como seres completos donde no se da esa distinción entre salud física y salud mental; donde la salud es siempre una.