Cuando el mejor regalo de San Valentín que te puede hacer tu pareja es dejarte


Nos preguntamos por qué muchas personas siguen con su pareja aun sintiendo que la relación no les convence
Mecanismos como el autoengaño o la adaptación hedónica y fenómenos como la resistencia al cambio hacen que muchas veces pongamos la estabilidad por delante de la felicidad
Una terapeuta de pareja explica qué elementos tienen que darse para remontar una relación
En los últimos días no han dejado de llegarme propuestas e ideas para celebrar San Valentín: que si la clásica cena romántica en el restaurante más moderno de mi ciudad, que si una escapada a la montaña, a la playa o a cualquier idílico lugar que nos haga reconectar con nuestro amor. También este año como novedad me han propuesto comprar unos lingotes de oro (el metal precioso que, como el amor, no se devalúa) o unas cremas regeneradoras que al parecer si te las das en pareja su efecto se potencia…en fin, que hay para todos los gustos y bolsillos; el caso es consumir como borregos con la excusa del amor eterno.
Frente este bombardeo de ideas -a cada cuál más absurda y menos romántica- me preguntaba estos días algo mucho más serio: ¿Qué pasa cuando el único regalo que se nos ocurre hacer a nuestra pareja es dejar la relación de una vez por todas?
MÁS
¿Por qué tantas personas siguen enganchadas a su pareja aun sabiendo que la relación no les convence?...si realmente están tan mal en esa relación de pareja, ¿por qué siguen ahí?, ¿por qué no se atreven a dejarle o dejarla?
Vaya por delante que no me refiero a relaciones basadas en el miedo, la violencia y el sometimiento de uno de los miembros de la pareja al otro. Estos casos tan complejos -igual que en los que existe una dependencia emocional patológica- no se están teniendo en cuenta aquí, ya que evidentemente en esos casos hay muchos factores coercitivos internos y/o externos que impiden a una persona romper con su pareja.
Me refiero únicamente a esas relaciones que se sostienen en el tiempo por pura inercia y en las que no existe ese elemento coactivo …¿Por qué tantas personas están en relaciones que no les convencen? ¿Qué mecanismos nos llevan a no dar el paso de separarnos? ¿Qué repercusiones puede tener para nuestra salud mental y bienestar emocional el hecho de seguir en una relación que sabemos que no nos convence?
Lorena, una mujer de 48 años y a día de hoy divorciada, me explicaba que durante muchos años sintió justamente eso: cada San Valentín volvía a su cabeza la idea de que el mejor regalo que le podía hacer su marido era decirle que quería separarse. Lorena cruzaba los dedos para que tarde o temprano ese día llegara.
Pregunto: ¿Y por qué no le dejabas tú? “No me atrevía a dar ese paso, no sé explicarte muy bien por qué. Nunca es una decisión fácil, menos aún cuando hay niños por medio. Pero en mi caso la decisión se fue postergando por miedo a enfrentarme a la realidad de la separación, a sentirme culpable por ser yo quien tomara la iniciativa…vete tú a saber los mecanismos mentales que había ahí. Terminó sacando el tema él y, de mutuo acuerdo, decidimos separarnos. Era como un secreto a voces. Me dijo que él también llevaba tiempo mal y no se atrevía. El valiente fue él, claramente. Hace 10 años de eso y sigo pensando que, de no haberme dicho nada, yo habría seguido hasta hoy. Gracias a Dios con la ayuda de mi psicóloga he podido reconducir ese sentimiento de culpa por haber aguantado tanto tiempo, por no haber tenido el coraje de dejarle”.
Pregunto: Si tuvieras que decir una sola razón por la que crees que no tuviste el coraje de decirle cómo te sentías, ¿qué dirías?, ¿fue falta de confianza?, ¿temor a hacerle daño?
Resistencia al cambio
“Virgencita, virgencita que me quede como estoy” o “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” son expresiones populares que nos hablan de lo natural y humano que es sentir esta resistencia a cambiar.
El miedo al cambio, la resistencia a cambiar es de una crueldad enorme porque nos impide salir a perseguir nuestros sueños, nuestros anhelos más profundos, aquello que, en el fondo de nuestro corazón, sabemos que es lo importante para nosotros y que nos va a ayudar a estar mejor e incluso a ser más felices, como le pasaba a Lorena.
Sentimos esta resistencia a cambiar sencillamente porque a nuestro cerebro le gusta la estabilidad, la certeza. Odia tener que adaptarse a situaciones nuevas porque ese trabajo de adaptación supone un gasto de energía tremendo. Nuestro cerebro prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer porque su verdadera función es la de ayudarnos a sobrevivir, no que seamos más felices. Es por eso que es tan tacaño por naturaleza y tiene todo tipo de estrategias para que “mejor te quedes como estás, no vaya a ser que me dejes sin energía para lo verdaderamente importante que es poder huir de un peligro o amenaza”.
Una de estas estrategias o mecanismos que el cerebro usa para convencernos de que lo mejor es quedarnos como estamos es el autoengaño.
Autoengaño
“Cada vez que me paraba a pensar seriamente que sí tenía razones de peso para separarme, enseguida en mi cabeza aparecía, como haciendo de abogado del diablo, una vocecita que me decía: Pero chica, si tampoco estás tan mal. Mira, muchas de tus amigas también se quejan de sus parejas. La vida en pareja es esto. Nos hicieron mucho daño con los cuentos de princesas. Eso no existe…a ver ¿cuántas parejas conoces que sigan superenamoradas después de 15 años casados?”
Lorena explica así este fenómeno del autoengaño o sesgo positivo que nuestro cerebro despliega en el mismo momento en que siente amenazada su estabilidad. Esa voz, esa cháchara mental se confabula con el único objetivo de que no cambies.
Adaptación hedónica
Otro mecanismo que contribuye a que muchas veces sigamos instalados en situaciones incómodas o poco agradables es la adaptación hedónica, un mecanismo que explicábamos en este artículo de NIUS y que consiste en la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos a las diferentes situaciones que vamos viviendo a lo largo de la vida, ya sean buenas o malas.
La adaptación hedónica es un mecanismo de supervivencia y se puede manifestar en situaciones negativas sencillas y poco trascendentales, pero también en otro tipo de acontecimientos mucho más adversos, como el diagnóstico de una enfermedad grave, la pérdida de un ser querido o la falta de satisfacción con la relación de pareja.
Este mecanismo es un arma de doble filo porque de la misma manera que terminamos acostumbrándonos y tolerando las circunstancias adversas, también hace que nos habituemos rápidamente a todo lo bueno que nos rodea y dejemos de valorarlo.
¿Qué debemos hacer si en nuestra relación de pareja estamos en una situación como la que vivió Lorena? ¿Hay que armarse de valor y tomar la iniciativa de dejar a nuestra pareja? ¿O es mejor comentar nuestras inseguridades con nuestra pareja e intentar buscar juntos una solución antes de romper? ¿En qué casos hay posibilidades de reflotar la relación?
La clave: si sigue o no sigue habiendo amor
Según la psicóloga y terapeuta de pareja Itziar Arana, la mayoría de parejas que acuden a terapia lo hacen justo en esta situación.
“Creo que la mayoría de parejas que llegan a terapia llegan estando en una relación en la que no quieren estar. Para mí es muy importante hacer una diferencia entre ‘quiero a esta persona’ o ‘esta es la vida que quiero vivir’. Creo que -por lo menos en mi experiencia- cuando ya no hay amor, poco podemos hacer los terapeutas de pareja” apunta.
Sin embargo, puntualiza “cuando se trata de estoy en una relación que no está funcionando como a mí me gustaría, mejor dicho, como yo necesito que funcione y no nos está funcionado a ninguno de los dos -porque además suele ser en general de los dos lados- no nos está funcionando como necesitamos que nos funcione: ahí es donde la terapia de pareja, por lo menos el método de terapia de pareja que yo utilizo, que es la terapia focalizada en las emociones, puede hacer un gran trabajo. No se trata de conformarse o de resignarse a tener una relación de pareja en la que no somos felices, pero sí podemos trabajar en terapia en reconectar con nuestra pareja y en vivir una relación de pareja feliz y satisfactoria”.
En sus años de experiencia como terapeuta de pareja, Arana ha visto muchas situaciones como estas: parejas en las que uno o los dos ‘estaba sin querer estar’ y gracias a la terapia, la pareja ha resignificado la situación, ha visto cosas que antes no veían y ha decidido continuar.
“Justo para eso es para lo que sirve la terapia de pareja”, explica. “No solo para poder resignificar la situación, sino para cambiar la situación y que esos momentos de dificultad, de desconexión, de sentirnos mal, de sentir que mis necesidades no son cubiertas y las de mi pareja tampoco, de entrar en ese bucle de dificultad donde los dos se sienten mal, se pueda convertir en una dinámica absolutamente distinta donde la pareja se pueda convertir en un lugar seguro, en un puerto seguro, en ese refugio que todos necesitamos en esta vida”.