Si formas parte del inmenso grupo de españoles que vive en una rutina de constante estrés, es bastante probable que hayas vivido en primera persona los síntomas del hambre emocional. Este tipo de hambre, que tiene poco que ver con tus necesidades nutricionales, está íntimamente relacionada con la ansiedad y la impulsividad.
En los tiempos que corren, resulta complicado tomarse el tiempo necesario para nuestros autocuidados, incluyendo la alimentación: por eso en demasiadas ocasiones elegimos mal lo que consumimos y nos dejamos llevar por productos que nos ofrecen gratificación inmediata pero que, en general, resultan poco saludables. Para que puedas evitarlo, toma nota de en qué consiste el hambre emocional.
El estrés, la ansiedad y la impulsividad tienen mucho que ver con la calidad de tu alimentación. Ello, claro está, siempre que no sepas controlar este tipo de situaciones para evitar atracones de productos poco saludables. Existe un nombre para este tipo de proceso: se llama hambre emocional y nos lleva a comer por estrés, sin que en la toma de decisiones sobre qué consumir, cuánto y cuándo influya la calidad nutricional.
A todos nos ha ocurrido en mayor o menor medida en etapas de agobio excesivo: es demasiado habitual echar mano de la nevera y aumentar el consumo de productos que no resultan saludables. Lo peor es que el ritmo de vida con el que hemos aprendido a convivir hace que sea complicado romper con este círculo vicioso. Nuestros días transcurren de manera rápida y por eso comemos en menos tiempo, ingerimos alimentos cargados de azúcar que nos hacen sentir momentáneamente bien y descuidamos la importancia de una dieta variada y completa.
Esta forma de actuar tiene mucho que ve con el funcionamiento del estrés: ante una posible amenaza (sea real o no), nuestro cuerpo genera una respuesta fisiológica que, entre otras cosas, implica segregar una mayor cantidad de las llamadas ‘hormonas del hambre’. Sin embargo, pocas veces tendemos a ingerir los alimentos que realmente necesitamos para volver a equilibrar nuestro organismo.
Por eso es importante saber que los nutrientes que más se agotan en estos casos son el magnesio, el calcio, la vitamina C y el omega-3. Por tanto, deberíamos decantarnos por productos ricos en estos elementos cada vez que nos sintamos ansiosos.
En sentido contrario, aunque tu cuerpo te pida consumir alimentos ricos en azúcares o en sal y productos procesados, lo mejor que puedes hacer es evitarlos, tanto para cuidar tu alimentación como para evitar empeorar la situación. Y es que este tipo de productos, en realidad, no alivian la tensión ni reducen el estrés: simplemente nos hacen sentir saciados y pueden provocarnos un ‘subidón’ de azúcar, pero desequilibrarán nuestro sistema nervioso.
En la lista de alimentos que sí pueden ayudarte a disminuir el estrés se encuentran la calabaza, la patata, el boniato y la yuca (especialmente cuando son horneados), ya que nos proporcionan energía en forma de hidratos de carbono y ayudan a mejorar los niveles de serotonina (el "neurotransmisor de la felicidad").
Lo mismo ocurre con los arándanos y otros alimentos de color morado, que suelen contener antioxidantes naturales que impulsan la formación de serotonina y dopamina, sustancias encargadas de mejorar el humor y la memoria. Además, los pistachos te ayudarán a reducir la vasoconstricción fruto del estrés, dilatando tus arterias. En cuanto a la vitamina C, puedes encontrarla en naranjas, kiwis, etc.
Por último, no olvides incluir en tu dieta las semillas de sésamo y las de calabaza, muy ricas en magnesio y calcio, así como en triptófano, un aminoácido que ayuda a segregar serotonina. El chocolate es otro producto rico en magnesio (y puede hacernos sentir más saciados en un momento de ansiedad), pero si optas por consumirlo, elige una variedad con poco azúcar, preferiblemente en la categoría de chocolate negro.