El ego no es tu enemigo, solo tienes que aprender a gestionarlo

  • Normalmente hablamos peyorativamente del ego para expresar que una persona manifiesta una mirada grandilocuente de sí misma

  • En general relacionamos el ego con esa arrogancia, ese creerse más que los demás, esa falta de humildad

  • Explicamos desde una perspectiva espiritual por qué el ego no es el enemigo sino un constructo necesario para poder desenvolvernos en la vida

Seguro que has escuchado más de una vez esa frase de “Fulanito tiene un ego gigante” o “a Menganito le puede su ego”. En general relacionamos el ego con esa arrogancia, ese creerse más que los otros, esa falta de humildad... es por eso que no nos gusta ni verlo en los demás, ni mucho menos reconocerlo en nosotros.

En el mundo actual, nos referimos al ego cuando una persona manifiesta un exceso de mirada puesta en sí misma, cuando pierde la noción del otro, cuando cultiva la soberbia y manifiesta conductas autorreferenciales y egocéntricas que perjudican las relaciones y la convivencia con los demás en cualquier ámbito de su vida.

El ego ha sido estudiado desde diferentes ámbitos, como la psicología, la filosofía y la espiritualidad. Para la psicología, el ego es uno de los constructos más complicados de comprender. Una manera sencilla de explicar qué es el ego es pensar en esa máscara que todos llevamos. Gracias a ella sobrevivimos en sociedad, por tanto, la necesitamos. El problema es que en ocasiones depositamos en esta máscara un exceso de valor y orgullo con el que, en el fondo, lo que estamos buscando es protegernos.  

Esa necesidad de gustar, es la que lleva a una persona a construir un personaje, un ego, grandilocuente

“Tengo un problema de ego que necesito aprender a gestionar”, me dijo hace unas semanas una amiga. ¿Qué te ocurre? “Me siento mal cuando mi jefe no me reconoce algún trabajo que yo creo que necesita una felicitación. Si no me dice nada, me siento fatal porque no me ha dicho nada, sí; pero lo peor de todo es que me siento fatal por querer tener ese reconocimiento de los demás...esto es por mi ego, ¿no?, ¿qué debería hacer para no tener tanto ego?”

Buena pregunta… Sí. Ese es tu ego, que se está desplegando o manifestando. Ahora bien, ¿qué hay de malo en que nos guste que nuestro trabajo sea apreciado por los demás? ¡es natural y humano!

Una cosa es que a uno le llene de orgullo que los demás reconozcan su trabajo, sobre todo cuando uno se ha esforzado y ha dado el cien por cien; otra cosa muy diferente es que una persona necesite ese reconocimiento permanente de los demás (más allá del suyo propio) y que su vida sea una búsqueda constante de ese reconocimiento porque si no lo tiene, se siente perdida. Esa necesidad de gustar, es la que lleva a una persona a construir un personaje o ego grandilocuente.

Desde dónde construyes tu ego

La pregunta que surge no es si es bueno o malo tener ego, sino desde dónde construimos ese ego, ese personaje, que es necesario, que todos tenemos. Sin ego no seríamos humanos, seríamos otra cosa.

Como explica la psicóloga Valeria Sabater en el artículo ¿Qué es el ego? La voz grandilocuente que ahoga la humildad, “El ego no deja de ser una construcción mental más, una identidad que hemos construido con nuestra fábrica interna de ideas, experiencias, emociones y necesidades. Detrás de ese yo autoconstruido, tras esa máscara externa y artificial, se encuentra nuestro auténtico ser. El problema llega cuando estamos dominados, supeditados y adheridos en exceso a esa capa externa que hemos cincelado para sobrevivir en sociedad”.

Comprender qué es el ego desde la espiritualidad

Para explicar qué es el ego, tal vez sea más fácil empezar explorando esa parte de nosotros que no es el ego; ese ser auténtico que mueve los hilos del ego. ¿Acaso nunca has sentido esa luz dentro de ti, esa presencia que te acompaña desde que tienes conciencia de ti mismo, de ti misma y que es, en esencia, tú?

Siéntate con la espalda recta y cierra los ojos. Lleva tu atención al centro de tu pecho y respira desde ahí por unos segundos. Conecta contigo. Ahora imagina por un momento que vives en una ciudad diferente, o incluso en otro país. Imagina que en vez de tener la pareja que tienes tuvieras otra, o que no tuvieras pareja. Imagina que en vez de tener los hijos que tienes tuvieras otros, o que no tuvieras hijos. Imagina que en vez de la profesión que tienes tuvieras otra, o que no tuvieras profesión. ¿Seguirías, no obstante, siendo tú mismo o tú misma?

No intentes comprenderlo ni poner palabras… simplemente siente esa presencia; esa luz que siempre está: hagas lo que hagas, vivas donde vivas. Si puedes sentirla, te doy la enhorabuena, has experimentado tu Ser esencial.

desde una perspectiva espiritual, el ego es necesario para poder tener esta experiencia humana, necesitamos un carruaje para transitar por esta dimensión material que es el mundo

Según la doctora Imma Nogués ese Ser esencial, ese pasajero interior que nos acompaña, nos guía y nos inspira, es también llamado por muchos el alma. En el fondo, lo llamemos como lo llamemos, cuando uno lo experimenta, se da cuenta de que es esencia humana en estado puro, desnuda y desprovista de disfraces o atributos.

Pero claro… no podemos olvidar que somos seres humanos. Tenemos un cuerpo. El cuerpo, también según la doctora Imma Nogués, sería como el carruaje; el lugar en el que habita ese Ser esencial y que cuenta con la personalidad, con el ego, para poder manifestarse.

Por tanto, desde una perspectiva espiritual, el ego es necesario para poder tener esta experiencia humana, necesitamos un carruaje para transitar por esta dimensión material que es el mundo que vemos y que percibimos con algunos de nuestros sentidos. De modo que nuestro Ser esencial, el alma, necesita un personaje, un traje que ponerse para poder estar en este plano.

Lo más habitual, explica Nogués en su libro El pasajero interior, es que la personalidad (el ego) "no sea sensible a la sutil vibración del alma". De hecho, vivimos con alto nivel de desajuste entre nuestra esencia o alma y nuestro personaje o ego. Cuando ocurre esto, el ego deja de cumplir su propósito de ser vehículo del alma y adquiere vida propia. ¡Muchos viven creyendo que son el ego, que son el personaje!

Y claro, cuando esto ocurre, uno vive alimentando permanentemente a su ego. Porque eso es lo que le gusta al ego.

Vivir ciegos a nuestro Ser esencial

Desde esta perspectiva espiritual, no se rechaza al ego; lo que se rechaza, en todo caso, es el apego al ego, la identificación del Ser con el ego, porque eso conlleva pasar por esta experiencia humana ‘de puntillas’, sin experimentar el verdadero sentido de la vida que tiene que ver con las cualidades del alma: amor, unión, desapego, serenidad, calma, alegría, gozo, conexión, intuición y sabiduría, entre otras…en el fondo ¿no es esto lo que buscamos todos los seres humanos?

Sin embargo, nuestro modo de vida, la falta de costumbre o de herramientas o de espacios para conectar con nuestro Ser esencial, nos hace vivir completamente ciegos a él y nos limita a vivir enfocados únicamente en el ego, ese personaje que vamos construyendo desde niños y que, sin la supervisión del alma, está condicionado únicamente por las leyes materiales, léase ser aceptados por el grupo para poder sobrevivir. Nos guste o no, esto es lo que nos mueve en esa dimensión terrenal. Tener el reconocimiento de los demás tiene que ver con nuestro instinto de supervivencia, así de simple es. Cuando decimos que una persona tiene un ego muy grande nos referimos a que se cree muy importante, muy necesario, el que más sabe de cualquier cosa. En el fondo, esta persona, está buscando el reconocimiento de los demás para poder sobrevivir (ser aceptada) porque es incapaz de darse ese reconocimiento a sí misma: vive desconectada totalmente de su Ser esencial. Aunque parezca lo contrario, detrás de un ego muy grande siempre hay una muy baja autoestima; una persona que, al no valorarse a sí misma lo suficiente, busca desesperadamente que sean los demás los que lo hagan.

Tener un ego muy grande o tener mucho ego significaría, desde esta perspectiva espiritual, vivir únicamente ocupándonos de alimentar el personaje, buscando el reconocimiento, la aprobación y el amor de los demás y viviendo de espaldas a nuestra verdadera esencia, que es más bien lo contrario: ser fuente de amor.

No se trata por tanto de matar al ego, sino de intentar que el ego sea la manifestación de nuestro Ser esencial

La desconexión completa entre el Ser esencial y el ego, genera además mucho sufrimiento. Eso sería, siempre desde esta perspectiva espiritual, el origen de gran parte del malestar psicológico que tanto experimentamos los humanos, como esa sensación de falta de sentido en nuestra vida.

“Cuando empezamos a poner nuestra atención en nuestro Ser interno, intentado expresar lo que está de acuerdo con él, se produce en nosotros una transformación y transmutación internas y externas”, puntualiza Nogués. En resumen, uno empieza a vivir más en coherencia con quien realmente es; y esa armonía genera bienestar.

“Que hoy mi esencia se manifieste en cada cosa que haga: esto es lo que repito cada día al levantarme” me dijo una vez Ismael Santos, ex jugador profesional de baloncesto, experto en mindfulness y coautor del libro Inteligencia espiritual y deporte. No se trata por tanto de matar al ego, sino de intentar que el ego sea la manifestación de nuestro Ser esencial y no únicamente un lugar donde depositar el reconocimiento y aprobación de los demás.