Si te sientes al borde del abismo sin un motivo aparente, tal vez sufras una intoxicación emocional

  • Una intoxicación emocional es una situación en la que tus emociones han tomado el control de la mente y el pensamiento racional se desconecta

  • Explicamos por qué se produce una intoxicación emocional: no tiene tanto que ver con que nos pasen muchas cosas malas a la vez sino con cómo percibimos el mundo

  • Cuáles son las señales más claras de que sufres una intoxicación emocional y cómo puedes revertir la situación

¿Alguna vez te has sentido durante demasiado tiempo al borde del abismo?, ¿agobiada, desbordado y con ganas de dejarlo todo? Es una sensación compleja porque por un lado sientes que no puedes más, tus emociones están a flor de piel, estás irritable, tienes ganas de llorar todo el tiempo, estás de mal humor, lo ves todo negativo, incluso te comunicas de manera agresiva pero, por otro lado, no ha ocurrido nada tan tremendo en tu vida que te dé razones para estar así. Y eso precisamente empeora aún más las cosas, claro, porque además te sientes culpable. tu salud y la de tus seres queridos está bastante bien, tienes un trabajo, tus hijos son buenos y van bien en el cole, tu pareja te quiere, tienes amigos y una red de apoyo a tu alrededor. Parece que todo va bien; entonces… ¿por qué te sientes así?

Es probable que sufras las consecuencias de una intoxicación emocional. El psicólogo Daniel Goleman, padre de la ‘Inteligencia emocional’, definió la intoxicación emocional como un secuestro emocional, porque cuando la padecemos, la situación se nos va de las manos y sufrimos un desbordamiento a nivel emocional.

Qué es la intoxicación emocional

Una intoxicación emocional es una situación en la que tus emociones han tomado el control de la mente, y el pensamiento racional prácticamente se desconecta. ¿Qué significa eso de que nuestro cerebro emocional ha tomado el control y el pensamiento racional se ha desconectado? Para entender por qué ocurre esto es importante que entendamos cómo está estructurado nuestro cerebro: tenemos tres cerebros en uno. El concepto de cerebro triuno fue descrito por primera vez en los años 60 por el por el médico y neurocientífico estadounidense Paul McLean.

El cerebro más antiguo y primitivo es el cerebro reptiliano, se localiza en la parte inferior y trasera del cráneo. Sería la parte del cerebro encargada de las funciones básicas de supervivencia y de los instintos. Es pura impulsividad. Además, este cerebro cubre las necesidades de defender y/o marcar el territorio, protegerse y evitar riesgos, por lo que es resistente al cambio y la innovación.

El cerebro límbico o emocional, parte que es propia de los mamíferos. Se sitúa en la parte central del cerebro y contiene el hipocampo, centrado en la memoria y en la orientación, y la amígdala, que es el centro de control de las emociones, encargada de activar un gran número de patrones de actuación. Se puede decir que el cerebro límbico vive en el pasado, ya que se encarga de nuestra memoria a largo plazo. Si cuando eras niña un perro te intentó atacar, será el cerebro límbico el que se encargará de dirigir tus conductas para evitar que esa situación vuelva a repetirse. Por ejemplo, cuando veas un perro por la calle te pondrá en alerta para que te cruces de acera y te alejes del perro todo lo posible. De modo que este cerebro límbico tiene el poder de dirigir nuestras conductas cuando detecta un riesgo para nuestra vida. Puede tomar el control cuando se siente amenazado.

Por último, encontramos la corteza prefrontal, neocórtex o cerebro racional. Es la base del pensamiento humano, lo que nos diferencia del resto de los animales. Es aquí donde tienen lugar las funciones cognitivas superiores: el razonamiento, el lenguaje, la planificación, la creatividad, la memoria a corto plazo o de trabajo y sobre todo la capacidad de control inhibir los automatismos que vienen del cerebro reptiliano y las reacciones emocionales que vienen del límbico.

Cuándo se desconecta el cerebro racional

Aunque creas que este cerebro racional es el más importante, porque es el que te hace humano a fin de cuentas, no es así. De hecho, es el menos importante y además el que más energía necesita para funcionar. La finalidad de nuestro cerebro triuno (y nuestro sistema nervioso en general) no es que seamos creativos, y razonemos; es que sobrevivamos. Por eso, cuando nuestro cerebro percibe un estímulo externo que le lleva a encender todas las alarmas, lo primero que hace es desconectar esa parte del cerebro (neocórtex) que no sirve para sobrevivir y que además consume muchísima energía. Por eso los expertos dicen que cuando hay una intoxicación emocional, el pensamiento racional se desconecta.

Esta desconexión del cerebro racional puede darse en un momento puntual por una situación de muchísima activación, por ejemplo, si vas conduciendo y otro conductor te da un golpe por detrás, te asustas mucho, tu sistema de alarma se activa, tu cerebro emocional toma el mando y puedes salir del coche pegando gritos e insultado al otro conductor, incluso puedes hacer ademán de darle un puñetazo; eso es algo que en tu sano juicio igual jamás harías. Durante unos minutos quien mandaba era tu cerebro emocional.

Pero esa desconexión del cerebro racional también puede darse durante mucho tiempo, largos periodos de tiempo, como semanas o meses, por pequeñas activaciones, poco intensas (menos graves que un accidente de tráfico) pero muy seguidas unas de otras, sin tiempo de desactivación entre medias que se van acumulando poco a poco de manera sutil hasta llevarte a la misma situación que la anterior. El cerebro límbico, se siente amenazado y toma el control cortando la energía que debería llegar al neocórtex. El pensamiento racional se desconecta.

La causa de una intoxicación emocional no es algo externo, sino algo interno que tiene que ver con cómo interpretamos la realidad como consecuencia de que nuestro cerebro racional está desactivado

Muchas personas creen que el secuestro emocional está relacionado con el hecho de experimentar demasiadas situaciones muy negativas acumuladas en un determinado periodo de tiempo, con estar pasando una mala racha, por ejemplo: estás en pleno proceso de divorcio cuando a tu padre le detectan una enfermedad grave, tu hijo adolescente tiene problemas con sus amigos y sospechas que el pequeño puede tener dislexia ¡parece que los astros se han alineado contra ti! Realmente tiene sentido pensar que una intoxicación se produce por situaciones así, pero no es el caso.

La intoxicación emocional es menos evidente, más lenta y sutil y no tiene tanto que ver con que nos pasen cosas graves, sino con cómo percibimos lo que nos pasa. Es decir, la causa de una intoxicación emocional no es algo externo, sino algo interno que tiene que ver con cómo interpretamos la realidad como consecuencia de que nuestro cerebro racional está desactivado, no funciona adecuadamente, por lo tanto no nos permite tomar perspectiva, pensar con claridad, analizar la situación con discernimiento…¡porque esas funciones son justamente las del neocórtex que estaría desconectado!

La distorsión de la realidad

La intoxicación emocional se produce porque nuestra percepción de la realidad se ha distorsionado lentamente. El hecho de que nuestro cerebro límbico esté al mando durante demasiado tiempo modifica nuestra manera de percibir el mundo, y lo empezaremos a ver muy sesgado hacia lo negativo. Entraríamos en una especie de espiral de negatividad ¿Por qué percibimos la realidad con este sesgo negativo? Porque el cerebro, que siente que está amenazado, nos va a priorizar todos los estímulos que tengan que ver con el peligro y la amenaza. Si te fijas, esto tiene todo el sentido del mundo. Si notas que alguien te sigue de noche por un callejón sin salida, tu cerebro -que te quiere proteger- te ayuda priorizando todas las señales que tengan que ver con ese peligro para que las percibas con prioridad sobre las demás, ¡porque eso podría suponer que salves la vida! En resumen, tu cerebro no quiere que te despistes del peligro ni un segundo; al revés, quiere que estés muy enfocado en el peligro porque eso te va a ayudar a zafarte y sobrevivir.

De modo que, cuando una persona está intoxicada emocionalmente, percibe el mundo con un gran sesgo negativo. Todo en su vida puede ir aparentemente normal, sin embargo, esta persona, sin ser consciente de ello, lo ve todo negro porque negro es el color que siempre le muestra su cerebro que se siente constantemente amenazado.

6 síntomas de que sufres intoxicación emocional

Aunque el síntoma más claro es el de sentirnos agobiados, saturadas o sobrepasados por cualquier acontecimiento que nos ocurre y sin un motivo “de peso” aparente, hay otras señales que nos pueden ayudar a detectar si estamos intoxicadas o intoxicados emocionalmente. Estos son algunos de los síntomas más fáciles de detectar:

  • Bloque mental: Uno de los primeros síntomas que sufrimos es el bloqueo mental que nos impide, incluso, desconectarnos de lo que nos dicen los demás y de nuestra propia conciencia interior. Por ejemplo, nos sentimos desbordados si tenemos que tomar una decisión incluso aunque sea muy sencilla.
  • Estás a la defensiva: Al estar en modo autoprotección y supervivencia interpretamos las acciones o palabras de los demás como ataques hacia nosotros. De hecho, es habitual que solo prestemos atención a ciertas palabras que podrían encajar con nuestra idea de que nos están atacando (sesgo de confirmación).
  • Tus inseguridades dirigen tu vida: Puede que tangas grandes recursos personales, pero en ese momento son tus debilidades las que más percibes. Tu autoestima está mermada y te sientes vulnerable ante cualquier acontecimiento. Eso te lleva incluso a reaccionar de forma agresiva para protegerte de un posible daño.
  • Autocrítica: Una persona intoxicada emocionalmente es intransigente consigo misma y no se concede ni un mínimo margen de error. No pasan ni una, ni siquiera a sí mismas, se autoboicotean.
  • Agresividad con los demás: Es muy habitual que una persona intoxicada emocionalmente se comunique de manera agresiva con los demás, incluso con las personas que más quiere, sin saber por qué lo hace. Ese cortocircuito en el pensamiento racional que produce el secuestro emocional les impide valorar con sensatez a quienes le rodean y sentir empatía por ellos.
  • Falta de energía: Uno de los síntomas de la intoxicación emocional es la sensación de falta de vitalidad y motivación para hacer nada.

Cómo salir de una intoxicación emocional

El primer paso, como siempre, es tomar conciencia de tu problema. Si no aceptas que estás intoxicado emocionalmente, difícilmente pondrás en marcha estrategias para salir de esa situación.

Para empezar a desintoxicarte necesitas la ayuda de tu cerebro racional. Necesitas activar la parte racional de tu cerebro de nuevo porque esa es la parte de tu cerebro que te va a permitir tomar perspectiva, ver las cosas de manera más objetiva y encontrar soluciones o salidas a esas situaciones de tu día a día que te desbordan.

Si hubo un momento en que tu cerebro empezó a sentirse -sutil pero permanentemente- amenazado por pequeños contratiempos de tu día a día y eso te fue intoxicando hasta el punto de cambiar tu manera de percibir el mundo…¿por qué no hacer el proceso a la inversa?

El reto es ‘hacer creer’ a tu cerebro que ya no tiene por qué sentirse amenazado todo el tiempo. Poco a poco. No se trata de que cambies un pensamiento negativo por uno positivo de repente. Así no funcionará. Tal vez sirva ir compensando esos momentos de desbordamiento emocional con momentos de calma.

Usando el cuerpo para desintoxicar la mente

El cuerpo es una herramienta fundamental y nos puede ayudar mucho en esta desintoxicación emocional. El cerebro, a través del nervio vago recibe muchísima información de todo lo que ocurre en el cuerpo y la interpreta. Cuando el cuerpo está relajado, respirando lentamente, el cerebro realmente interpreta que estamos en calma. Mantener este estado de calma durante un rato permite que la energía vuelva a fluir por el cerebro racional. Estas pequeñas ventanas de activación del neocórtex son fundamentales para poder empezar a ver las cosas de otro color, para poder tomar perspectiva y para poder empezar a construir narrativas más realistas sobre lo que nos ocurre y no tan sesgadas hacia lo negativo como ocurría en la intoxicación emocional.

Empezar a desintoxicarnos emocionalmente significa empezar a crear estas ventanas de calma y usarlas con la intención firme de empezar a percibir el mundo de manera más realista y menos sesgada. Podemos aprovechar para poner entre interrogantes algunos de nuestros pensamientos intrusivos más negativos. Por ejemplo, si habitualmente te persigue la afirmación “todo me sale mal”, esta ventana de activación del cerebro racional es un buen momento para desafiar ese pensamiento negativo transformándolo en una pregunta “¿Realmente todo me sale mal?, ¿qué evidencias hay de que esto sea así?, ¿no será que algunas cosas me salen mal, pero otras me salen bien?” Este tipo de preguntas es impensable que surjan en un momento de intoxicación emocional, y si surgieran, no sabríamos ni por dónde empezar a contestar. Sin embargo, como ves, son preguntas que, desde una mínima activación de nuestra capacidad de razonar sí nos abren posibilidades para cambiar de perspectiva.

No se trata de forzar la situación para de pronto ver el mundo de color de rosa, sino de usar tu cuerpo para calmar tu sistema nervioso y que eso te permita recalibrar poco a poco tu sistema de percepción del mundo aprovechando esas ‘ventanas de sensatez’ para ir desintoxicándote lentamente.