La palabra ictus lo dice todo: significa golpe en Latín y mazazo en todos los idiomas. Eso lo saben bien los supervivientes, que han tenido que aprender a vivir con la secuelas de esta enfermedad. En España, un país con altas cuotas de longevidad, no paran de aumentar los casos de ictus, porque es precisamente "la edad el principal factor de riesgo" de una enfermedad que golpea a más de 110.000 personas al año. El 30% de los que sufren un ictus fallece y un 40% queda con algún tipo de discapacidad, según datos de la Sociedad Neurológica Española (SEN). A pesar de estas cifras, la especialista Susana Arias habla de esperanza cuando asegura que años atrás, la mayoría de sus pacientes "venían a la consulta en silla de ruedas y hasta en camilla", ahora eso es la excepción.
En Europa, cada 40 segundos alguien sufre un ictus; en España son unas 120.000 personas al año, según datos de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) y se prevé que aumenten los casos.
Son muchos sí y se prevé que sigan aumentando los datos del ictus, porque cada vez vivimos más años y "con la edad no podemos hacer nada", pero sobre los demás factores de riesgo, sí.
"Podemos actuar sobre el colesterol, la hipertensión, el sobrepeso, la diabetes, el tabaco, el consumo de alcohol, la cocaína", explica Susana Arias, que atiende en el hospital Clínico de Santiago de Compostela.
Sin embargo, para esta neuróloga la situación actual es muy diferente a la que se vivía en las consultas de ictus hace 15 años cuando "la mayoría de los pacientes venían a la consulta prácticamente todos en silla de ruedas o en camillas y ahora necesito ver a 100 para que venga uno en una camilla. Antes era prácticamente casi todos."
"La palabra ictus significa golpe, algo que da de repente, para lo que no estamos preparados. De repente estamos bien y en un momento aparece este déficit neurológico que nos va a cambiar la vida. "
Así lo explica Arias, que atiende en el hospital Clínico de Santiago de Compostela a cientos de personas que han visto interrumpidas sus vidas por un ictus y de pronto comienzan un periodo lleno de inquietud y sobresalto.
La situación en la que queda un paciente con ictus es "como si de repente te sueltan en Singapur y tú no entiendes el idioma; todo el mundo te habla al mismo tiempo y la persona no puede decir 'no entiendo y no me puedo expresar'. Eso provoca mucha ansiedad".
Una persona que sufre un ictus va a tener importantes secuelas motoras, como enumera esta neuróloga: "parálisis de un brazo y y una pierna, pero también pueden quedar con una alteración de la visión, sensoriales, pérdida del equilibrio, de coordinación, trastornos del lenguaje, dificultad para articular comprender o emitir el lenguaje."
Pero, ademas, los problemas psicológicos, que puede acarrear, "porque tiene que adaptarse a una nueva situación". Podrá sufrir "trastornos del ánimo, depresión, apatía, ansiedad a veces trastornos cognitivos, insomnio" y en su proceso de recuperación va a necesitar de un médico rehabilitador , un fisioterapeuta, un terapeuta ocupacional que les va a enseñar a cómo vestirnos, asearnos, cómo coger los cubiertos y adaptarnos de nuevo a la vida.
Y -aclara- todo esto "dependiendo de la gravedad del ictus. Hay gente que sale del hospital caminando sin apenas secuelas, pero evidentamente hay otros que salen con diferentes secuelas, dependiendo de cuán grande haya sido el ictus y de la parte del cerebro que haya afectado".
No hay un tiempo exacto para decir cuánto dura la recuperación después de sufrir un ictus. Más de 350.000 personas que sufren un ictus en España presentan alguna limitación en su capacidad funcional, según la Sociedad Neurológica Española.
No será cosa de un día para otro, como asegura Arias: "Es un proceso que va a llevar 3, 6 , 12 meses o hasta dos años en los que la capacidad de recuperación finaliza, porque hay personas que a lo mejor recuperan mucho de forma motora al principio y después empieza una fase de meseta. Entonces, piensan que no van a recuperar más. ¡No es verdad!, asegura con determinación.
"Hay luz al final del túnel. Hay que trabajar muchísimo, como si se preparasen para unas paraolimpiadas. Hay que volver a aprender a andar, a vestirse volver a aprender a hablar, volver a aprender a tragar, porque hay vida después de un ictus, se puede volver a trabajar, se puede volver a conducir y cada vez hay más tratamientos que permiten más independencia funcional. "