El ictus isquémico, que podría ser el que ha tenido por su edad Kiko Rivera, se produce por la obstrucción parcial o total de una o varias de las arterias que llevan la sangre desde el corazón hasta el cerebro. Esto los diferencia de los ictus hemorrágicos, que se deben a la rotura de una arteria cerebral. A pesar de ser una enfermedad cerebrovascular sobre la que existe un gran desconocimiento en nuestro país, se trata de la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda en el caso de los hombres, después del cáncer. La mayoría de los ictus, aproximadamente un 85%, son isquémicos (el resto son hemorrágicos).
Como la mayoría de los ictus, es difícil atender e identificar los síntomas, que muchas veces se confunden con otras dolencias y, a menudo, no se les da la importancia que tienen, sobre todo en un primer momento. Las 4 o 5 primeras horas tras sufrir un ictus son claves para recibir atención media, tanto para reducir su mortalidad como para mitigar sus secuelas. La falta de riego sanguíneo en las neuronas es extremadamente grave, algunas sufren un daño irreversible tras los primeros 15 minutos sin recibir sangre.
El ictus se produce de manera repentina y los síntomas pare detectarlo suelen ser: pérdida repentina de fuerza o alteración de la sensibilidad (adormecimiento) en la cara, el brazo y/o la pierna de un lado del cuerpo; una pérdida súbita de la visión de uno o ambos ojos; dificultad brusca para hablar, expresarse o comprender; dolor de cabeza brusco de muy alta intensidad y sin causa aparente; inestabilidad, desequilibrio e incapacidad para la marcha de presentación brusca.
Lógicamente, estos síntomas impiden en muchas ocasiones a la persona que los sufre identificar lo que le está ocurriendo y, sobre todo, expresarlo a las personas que lo rodean. Por eso, es muy importante conocerlos y si los observamos en cualquier situación, avisemos inmediatamente a urgencias (llamar al 112 y avisar de que alguien está sufriendo un ictus).
Así, la rapidez a la hora de actual es clave para evitar secuelas. Actualmente un 30 por ciento de los pacientes con ictus presenta un problema de discapacidad -parálisis, problemas de equilibrio, trastornos del habla y déficits cognitivos- y solo el 40 por ciento de los enfermos pueden valerse por sí mismos.
Ante las primeras señales de alarma es muy importante llamar a los servicios de urgencia (112) o bien acudir al hospital lo más rápido posible, así como informar de la situación al hospital para la activación precoz del 'Código Ictus', que permite agilizar la atención al paciente y reducir secuelas.
En caso de optar por llamar a una ambulancia, es importante vigilar las constantes vitales de la víctima, aflojarle la ropa e intentar que se encuentre lo más cómoda posible, eso sí, sin mover a la persona con brusquedad, y sin sujetarla en caso de que sufra convulsiones. Tampoco debemos forzarla a hablar ni ofrecerle comida, bebida o medicamentos.
En caso de caída en estado de inconsciencia, es conveniente colocar al paciente de lado, con el brazo inferior estirado bajo la cabeza. Si dejara de respirar, y siempre que se cuente con los recursos necesarios, pueden realizarse maniobras de reanimación cardiopulmonar.
Además, es importante saber que quienes hayan sufrido un ictus presentan una alta probabilidad de sufrir otro ataque similar en los tres meses siguientes, por lo que es importante permanecer alerta. Menos de un tercio de los pacientes que sufren un ictus tienen los factores de riesgo controlados, a pesar de que la mayoría recibe tratamiento.