Rubén tiene 24 años y una relación abusiva con su padre: "Cuando discutíamos por bobadas él siempre atacaba"

Rubén tiene 24 años y una relación abusiva con su padre. Desde que tiene uso de razón, las discusiones en su casa siempre estaban protagonizadas por los gritos y los insultos. A día de hoy, ha logrado poner distancia, pero ha necesitado y sigue necesitado terapia psicológica para superar las secuelas.

“Me acuerdo que en el instituto se me empezaron a dar mal las matemáticas y mi padre me empezó a dar clases. Me llamaba gilipollas, tonto, idiota y de todo. Aquella época me destrozó y supliqué a mi madre que me pagase una academia para no aguantar a mi padre”, comparte con Yasss. Estas humillaciones no eran un problema esporádico, sino lo normal. “Cuando discutíamos por bobadas él siempre atacaba. Una vez discutimos porque yo quería ir a un concierto y me acabó llamando hijo de puta. Me acuerdo porque aquella vez respondí y le dije que era un padre de mierda, fue la primera vez que yo reaccionaba, y de no ser por mi madre me habría pegado”, recuerda. Pocos meses después, Rubén comenzó la universidad y la terapia psicológica para superar los abusos que vivió durante toda su vida.

Desgraciadamente, su historia no es algo excepcional. Muchos jóvenes viven en hogares en los que el abuso es el pan de cada día y, en la mayoría de ocasiones, se normaliza esta situación. Por eso es importante identificar el abuso familiar cuanto antes.

Cómo se si mi familia es abusiva

Lo primero que debemos grabarnos a fuego es que todos los tipos de abusos son graves y que en ningún caso están justificados. El maltrato es maltrato, aunque no se llegue a las manos.

En este artículo, voy a centrarme en el abuso psicológico familiar porque es el más sutil y difícil de distinguir, pero también el que más suele mantenerse en el tiempo, ya que muchas veces se produce durante años y, por lo tanto, provoca secuelas graves en la salud mental.

Algunas señales de que un familiar ejerce abuso psicológico hacia ti son:

  1. Te insulta. Da igual que hayas actuado mal, hay formas de ejercer disciplina sin menospreciar a un hijo. Además, la intensidad de los insultos suele ser desproporcionada al acto.
  2. Invalida tus emociones y opiniones. Cuando intentas expresar cómo te sientes o lo que piensan, le quita importancia, a veces añadiendo frases paternalistas como que “eres joven y no sabes nada”, “perteneces a una generación de cristal” o “todo te ofende”. Niega tus opiniones, tus vivencias y tus necesidades, e impone las suyas.
  3. Te castiga con el silencio. Si le molesta algo, su reacción es callarse y dejarte a ti con la angustia porque el clima es muy tenso. Cuando preguntas si pasa algo, lo niega. Después, cuando se le pasa, vuelve a actuar como si nada. A veces esto ocurre cuando tú has hecho algo que le ha molestado, pero a veces paga contigo sus enfados con otras personas.
  4. Magnifica tus defectos y predice tus fracasos. Cuando logras algo, apenas le da importancia. Lo que sí hace es resaltar todo lo negativo: si sacas un ocho, te echa en cara no haber sacado un 10. Si tardas un poco más en entender las matemáticas, te hace sentir tonto por no pillarlo a la primera. Si engordas, es el primero en recordártelo. Si tienes un reto, te dice que no vas a ser capaz.
  5. Desprecia tus intereses. Todo lo que te gusta (amigos, estudios, música, películas, etc.) es para él una tontería.
  6. Te culpabiliza de sus errores. Cuando discutís y cruza el límite, su primera reacción es justificarte culpándote a ti “por haberle llevado a ese extremo”.
  7. Niega cosas que ha dicho o hecho. Si le dices que te ha insultado, te dirá que no es cierto, que eso lo has tergiversado. Esto es una forma de manipular llamada ‘luz de gas’ y puede hacerte creer que realmente son imaginaciones tuyas cuando el abuso es completamente real.

Cómo frenar el abuso

  • En primer lugar, habla con personas de confianza sobre lo que estás viviendo: amigos, algún familiar que te haya dado motivos para confiar, tu pareja… También ayuda mucho pedir ayuda profesional si crees que estás viviendo abusos psicológicos en tu familia.
  • Deja de normalizar los abusos. Tu familia debe saber que esta dinámica es violenta y que debe acabar, y que tú no estás dispuesto a ser el saco de boxeo de tus padres más.
  • Cuando pongas límites con tus padres, existe la posibilidad de que al principio se enfaden, te hagan sentir culpable y te manipulen para que vuelvas a actuar de forma sumisa ante el abuso. No cedas.
  • Trabaja tu autoestima. A veces es necesaria la terapia para recuperar el amor propio y tratar las secuelas de los abusos familiares.
  • Pon distancia física y emocional. Queda menos con tus padres si el clima es insostenible. Si no te ves capaz de decirles claramente “no quiero veros tanto porque me hacéis daño”, no te preocupes. A veces es necesario poner excusas para verlos menos, es una estrategia de supervivencia psicológica. La prioridad es tu salud mental, así que protégela.