Cuando hablamos de ansiedad social, es importante diferenciar las dificultades que todos podemos experimentar en un momento puntual y el trastorno psicológico de ansiedad o fobia social, un problema más serio que requiere de ayuda psicológica profesional.
En muchos casos, el trastorno de ansiedad social comienza con situaciones puntuales que nos dan pánico y que evitamos. A corto plazo, evitar hacer una exposición grupal en clase o poner una excusa para no ir a una fiesta nos puede tranquilizar, nos hemos ahorrado ese mal rato, pero a largo plazo la lista de situaciones que nos generan ansiedad social va aumentando. Es así como se agrava el malestar y podemos llegar a desarrollar una fobia.
Pero, ¿cómo sé que mi problema es serio y no es timidez o introversión? El primer paso es identificar nuestro malestar. No es lo mismo un ligero nerviosismo que un estado de ansiedad intenso ante situaciones sociales. En segundo lugar, debemos pensar cómo nos afecta: ¿Has dejado de hacer cosas? ¿Está afectando a tus amistades? ¿Y a tu relación de pareja? ¿Y a tu trabajo o estudios? En tercer y último lugar, párate a pensar hasta qué punto estás a gusto así. Si no lo estás, no esperes que el tiempo lo cure: pide ayuda profesional antes de que vaya a más.
Como psicóloga, he leído decenas de definiciones de fobia social, así como rasgos para su diagnóstico. Es básico tener esta información, pero a la hora de la verdad, las personas no somos un cúmulo de síntomas sin contexto. A cada uno nos afecta la ansiedad de una manera, y con la práctica he podido conocer algunas características que se dan en prácticamente todas las personas con ansiedad social y que no vienen en los libros.
Si te has identificado con alguna de las situaciones que acabo de describir, no pospongas el pedir ayuda. Sé que es difícil buscar apoyo social cuando precisamente sufres ansiedad social, pero a veces no podemos solos, pero aunque pudiéramos, siempre es más fácil salir a flote con la ayuda de alguien.
Habla con tus amigos, con tu pareja y con tu familia acerca de lo que estás sintiendo, sobre todo si esas personas te apoyan y te hacen sentir comprendido. Desahogarte es el primer paso.
Por otro lado, busca a un profesional para entender por qué te sientes así y para aprender herramientas que te permitan cambiar. Seguramente tengas en la cabeza una imagen ideal de ti mismo, es decir, un “tú” que habla en público sin vergüenza, que conoce gente nueva e interesante y que no está analizando constantemente lo que dice para ver si la ha cagado. No tienes que resignarte a imaginarte así sin llegar nunca a ese punto en la vida real. Habla con un psicólogo para poder acercarte a esa imagen que tanto te gusta.