Raúl tiene 24 años y lleva seis meses acudiendo a terapia psicológica por un trastorno depresivo que le acompañaba desde que acabó la universidad. La gota que colmó el vaso y le hizo darse cuenta de que necesitaba ayuda fue, como él mismo dice, dejar de sentir. “Un día me desperté y me di cuenta de que miraba a mi madre y no sentía nada, que no la quería. Me daba igual”, recuerda.
“Había pasado meses muy malos. Muy triste, con mucha ansiedad, enfadado con el mundo, y de repente fue como si dejase de sentir. Estaba vacío de sentimientos”, comparte con Yasss. Se asustó, habló con sus padres y comenzó la terapia. A día de hoy, Raúl ha vuelto a sentir, aunque a veces se sienta sobrepasado por sus emociones, “pero sé que es mejor estar triste a veces que no sentir nada nunca”.
Lo que Raúl vivió es un caso extremo de anhedonia. Pero, ¿qué significa esta palabra? ¿Es grave? ¿Va siempre de la mano de la depresión? Y, lo más importante, ¿durará eternamente?
La anhedonia es un estado psicológico caracterizado por la incapacidad para sentir placer, alegría o interés tanto en actividades que antes sí provocaban ese bienestar, como en relaciones sanas. En otras palabras, es como si se apagase un interruptor y las cosas que antes te hacían feliz, te empiezan a dar igual.
Generalmente, la anhedonia es progresiva. Empieza a darte pereza hacer cosas que te gustan, pero que exigen cierto esfuerzo: ir a clase, socializar, hacer ejercicio, etc., y poco a poco puede agravarse afectando a cada vez más áreas: amigos cercanos, familia, tu pareja, aficiones, etc. Por eso es importante actuar en cuanto detectamos que algo va mal. ¿Y cómo sé que algo va mal?
La anhedonia es un síntoma muy común de la depresión, pero eso no significa ni que todas las personas con depresión tengan anhedonia, ni que todas las personas con anhedonia tengan depresión.
Recordemos que la anhedonia es un estado psicológico, no es un trastorno. Eso no significa que la anhedonia sea algo banal que debamos ignorar hasta que “el tiempo todo lo cure”, significa que es un aviso de que quizá algo va mal.
Al igual que experimentamos rachas en las que tenemos mucha energía y nos apetece apuntarnos a mil actividades o hacer planes con mucha gente, también podemos atravesar épocas más inactivas e introspectivas. Si en estas épocas empiezas a sentirte triste, vacío, ansioso o deprimido, no lo dejes pasar.
La anhedonia, como vemos, puede ir de la mano de la depresión, pero también de la ansiedad o incluso surgir ante un episodio de estrés o un trauma. También podemos experimentar anhedonia en situaciones adversas: en una relación de pareja muy absorbente o abusiva, ante un trabajo muy estresante, cuando tenemos que cuidar de un familiar enfermo… Todos estos ejemplos tienen algo en común, y es que el centro de nuestra vida pasa a ser algo que daña nuestra salud mental, y poco a poco dejamos de dedicar tiempo a otras áreas enriquecedoras,
La anhedonia no dura eternamente, pero puede ser necesario pedir ayuda psicológica para poder salir de ese estado.
Si bien la calve es volver a hacer cosas que antes sí te gustaban (actividades, aficiones, socializar…), también es importante entender por qué te sientes así. La anhedonia no aparece de la nada. Para saber por qué has dejado de sentir, puede ayudarte hablar con personas de confianza, pero también con un psicólogo.
Si llevas tiempo sintiéndote así y te has planteado empezar una terapia psicológica, no lo pospongas más. El tiempo no lo cura todo y aunque así fuese, un psicólogo puede acelerar el proceso. Deja de quitar importancia a tu sufrimiento: si tu salud mental está en riesgo, pide ayuda.