Estás con tu pareja en el sofá viendo una película tranquilamente. De repente, te rayas. ¿Y si le ha molestado algo? ¿Y si está serio porque la he cagado sin darme cuenta? ¿Y si he dicho algo que no debía? ¿Qué pensará ahora mismo? Mientras tanto, su cabeza está centrada en la película o en si pedir pizza para cenar o hacerla casera. Tú le preguntas. No puedes contenerte. Casi sin querer sale de tu boca la frase “¿Te pasa algo?”. La respuesta es la misma en el 99,99% de ocasiones: “no”. A veces con incredulidad, a veces entre risas y a veces con un poquito de desesperación. ¿Te identificas con la situación?
Esta dinámica parece muy específica, pero se trata de un comportamiento habitual en muchas relaciones de pareja. Pero, ¿qué revela y qué implicaciones tiene?
La dinámica que hemos descrito antes es una forma de reaseguración, es decir, una estrategia que nos permite escapar de la ansiedad que nos genera la posibilidad de que nuestra pareja se haya enfadado.
A veces, esa reaseguración es necesaria. ¿Cuándo? Cuando hay señales de que nuestra pareja se ha podido enfadar. El problema es cuando convertimos esto en una costumbre y preguntamos todos los días. Pero, ¿por qué llegamos a este punto?
Muchas veces, esta necesidad de reaseguración surge porque en el pasado hemos vivido una relación tóxica en la que sí era necesario preguntar constantemente a nuestra pareja si se había enfadado, porque todo el rato actuaba como si lo estuviera. Esto ocurre sobre todo cuando en una relación se aplica la ley de hielo o nos castigan con el silencio: si tu pareja constantemente está distante, deja de hablarte de repente o utiliza el silencio como una forma de herirte, acabas sintiéndote incómodo cuando en una relación sana hay momentos de calma o silencio.
Estas relaciones tóxicas generan un impacto en nuestra autoestima: aunque no sea cierto, una parte de nosotros cree que es culpa nuestra. Por eso necesitamos aliviar la tensión todo el rato. ¿Cómo? Preguntando a la pareja tóxica si está enfadada, esforzándonos porque todo sea alegre, evitando cualquier discusión, etc. Todos estos comportamientos son una forma de reaseguración. ¿Y qué pasa a largo plazo? Que esta dinámica se repite cuando tenemos una relación sana.
Si tu relación es tóxica y tu pareja te hace pensar que algo va mal todo el rato para mantenerte preocupada, la reaseguración no va a servir de nada. A corto plazo te tranquilizarás, pero a largo plazo la tensión será la misma y quien sufrirá es tu autoestima. ¿Qué puedes hacer? Hablar con tu pareja sobre esta dinámica tan dañina, pedirle que la cambie y si es necesario pida ayuda profesional para ello, trabajar tu autoestima, y poner distancia si nada cambia.
¿Y qué efectos tiene la reaseguración si mi relación de pareja es sana? Puede parecer una costumbre inofensiva, pero preguntar a tu pareja una y otra vez si está enfadada o si le pasa algo tiene un impacto en su salud mental y en la relación:
Si cada vez que tu pareja pasa tiempo a solas, queda con sus amistades sin ti, está un poco más callado/a de lo normal o se concentra en sus hobbies, tu sientes que “algo le ha molestado”, tu pareja puede dejar de hacer todas esas cosas para que tú no te sientas inseguro o insegura. El problema es que todas esas cosas no son problemáticas, sino hábitos de autocuidado que fomentan su autonomía y que te permiten a ti fomentar la tuya. No necesitáis estar siempre juntos, hablando o riendo para que la relación fluya. Al contrario, una pareja sana se construye gracias a pasar cada uno tiempo a solas, con vuestros amigos o con vuestras aficiones. También se construye tolerando el silencio y las conversaciones serias. Sí, todo esto puede ser incómodo y traerte a la memoria fantasmas del pasado, pero tu relación actual no es tu relación tóxica, así que no repitas las mismas dinámicas dañinas, aunque antaño éstas te permitiesen sobrevivir.