En cualquier relación, la empatía tiene que tener un papel protagonista, y cuando nos adentramos en el terreno amoroso todavía más. Nos gusta que nuestra pareja nos escuche, nos comprenda y acepte nuestras emociones incluso cuando no las entiende del todo. En pocas palabras, queremos sentirnos cómodos siendo tal y como somos.
Esta empatía no surge de la noche a la mañana. Incluso las personas más sensibles y comprensivas necesitan tiempo, paciencia y esfuerzo para adaptarse a una relación, entender la forma de pensar y sentir de la otra persona y desarrollar una reciprocidad emocional. Se trata de un camino que puede alargarse en el tiempo y volverse duro dependiendo de cómo avance la relación.
Uno de los mayores obstáculos en este camino es la creencia de que nuestra pareja debe darse cuenta por ella misma de que estamos tristes, enfadados, agobiados o de que queremos algo.
Pongámonos en situación. Tu pareja y tú estáis viendo una película, pero se está aburriendo mucho y coge el móvil. Te enfadas. ¡Anda que no hay momentos para meterse en Instagram que justo tiene que hacerlo ahora! El resto de la película estás de morros, y cuando te pregunta qué te pasa le sueltas un escueto «nada».
Aunque para ti es una falta de respeto enorme ponerse a mirar el móvil durante una película, quizá para tu pareja es algo totalmente normal, y como no sabe que te sienta mal seguirá haciéndolo, aumentando tu enfado y provocando un problema de pareja que irá a más. Pero, ¿por qué hacemos esto?
Tendemos a pensar que nuestra pareja debe saber con total fiabilidad lo que pensamos. Al fin y al cabo, es nuestra pareja, y si él o ella no nos conoce, ¿quién lo hará? Pero las personas somos tremendamente complejas y también muy incoherentes.
Cambiamos de opinión, evolucionamos y nos vemos influenciados por nuestras inseguridades, sobre todo en el amor.
Los primeros meses de una relación este caos emocional es todavía mayor. Idealizamos esta etapa porque el enamoramiento es muy intenso, pero también hay ciertos contras: debemos ser sinceros con la otra persona incluso cuando nos asusta mostrarnos vulnerables o nos da vergüenza, por ejemplo, contarle lo que nos gusta (o no) en la cama. Y ser sincero implica decir lo que nos molesta sin miedo a parecer exagerados, y también nuestras necesidades afectivas sin miedo a parecer caprichosos.
Seguro que alguna vez has dicho esta frase. Es normal, todas las personas deseamos que nuestra pareja nos entienda al cien por cien. Sin embargo, que la otra persona no se ajuste a tus expectativas no significa que no lo esté intentando. Tu novio o novia no pasa de ti, simplemente se está acomodando a la relación, y si además evitas decirle las cosas que te molestan o las cosas que te gustan, este proceso de acomodación le llevará todavía más tiempo.
A la hora de pedir a nuestra pareja algo, ya sea atención, afecto o que nos pida perdón porque nos ha dolido su comportamiento, hay dos factores que nos echan para atrás:
Entendamos que no todas las personas son igual de detallistas o detectan cuando algo va mal con igual facilidad. Nadie nace sabiendo. Pero ojo, es igual de importante ser comprensivo como notar que tu pareja se esfuerza, y a veces puede ser útil preguntarse por qué no estamos pidiendo lo que queremos y por qué la otra persona no lo está aportando de manera natural.