Pocos momentos del año resultan tan deprimentes de forma tan homogénea y universal: la vuelta al trabajo, por mucho que nos motive lo que hacemos, supone un choque importante entre el tiempo de ocio absoluto y la vuelta a la rutina. Una rutina que es necesaria, pero que trae de la mano responsabilidades que guardábamos en un cajón y, normalmente, mucho menos tiempo de disfrute personal. La jornada laboral ocupa más horas de lo que a muchos nos gustaría y este simple motivo hace que el equilibro deseado se vuelva un poco más difícil. La buena noticia es que el regreso tras las vacaciones es un muy buen momento para introducir cambios y tomar decisiones valientes. Toma nota de estos consejos para volver a la rutina después del verano.
Volver a trabajar tras días o semanas de descanso siempre (o casi siempre) se nos hace un poco (o muy) cuesta arriba. Normalmente, cuanto más largas las vacaciones, más duro el golpe en el momento de regresar a nuestro día a día 'normal'. Además, la depresión posvacacional suele ser directamente proporcional a lo mucho que nos disgusta nuestro trabajo.
Por eso la 'vuelta al cole' suele ser un momento de toma de decisiones, a veces pequeñas, a veces muy grandes, en la dirección adecuada: desde apuntarte al gimnasio o sacar el móvil de tu habitación por las noches, hasta dejar tu trabajo o reducir tu jornada unas horas. El abanico de opciones es amplio y la búsqueda del equilibrio que mejor te funcione es siempre saludable, ya que implica ponerte en el centro y aprender a tomar las riendas de tu felicidad, identificando aquello que aporta felicidad a tu vida.
Para abrir boca y empezar a plantearte cómo tomar las riendas de la vuelta al trabajo, toma nota de estos consejos para hacer más llevadero el regreso de la rutina laboral:
Llévate a casa parte de lo aprendido en vacaciones. Es posible que hayas practicado un nuevo deporte o que te hayas dado cuenta de que tomarte una infusión en soledad antes de irte a dormir te aporta mucha paz y te hace muy feliz. Sea lo que sea, si has aprendido o experimentado algo que deseas que siga en tu vida, no lo dejes atrás. A veces somos nosotros mismos los que nos frenamos, compartimentando las etapas de disfrute y castigándonos más de la cuenta durante las etapas de productividad.
Cuida tu alimentación y haz ejercicio. Este consejo sirve para casi todo, pero no por ello podemos obviarlo. Si nos alimentamos bien, de forma nutritiva y ligera, y si realizamos actividad física con frecuencia, tendremos todas las papeletas para poder con todo. Nuestro cuerpo se llenará de hormonas de la felicidad y tendremos la energía y el ánimo lo suficientemente altos como para hacer frente a los retos que se nos planteen.
Si es posible, crea un tránsito paulatino. Cada persona es un mundo y hay quien prefiere apurar hasta el último minuto del tiempo de vacaciones. Sin embargo, es probable que resulte más saludable darte al menos una jornada o dos para llegar a casa, reubicarte en ella, hacer una puesta a punto y mentalizarte con cierta tranquilidad. Puedes combinar ese regreso con actividades propias de las vacaciones, pero desarrolladas en tu entorno habitual. Así entrarás poco a poco en la rutina y evitarás un choque de experiencias excesivo.
Piensa en tus metas para la nueva temporada. Puede que tu objetivo sea precisamente cambiar de trabajo, o tal vez te gustaría mejorar un área específica, involucrarte en determinados proyectos, hacer algún curso o formación... Si tenemos una meta personal relacionada con lo laboral, nos será más sencillo e ilusionante volver al trabajo. Además, estaremos poniendo el foco en lo positivo y tomando cartas en el asunto en cuanto a lo negativo: todo cambio voluntario suele conllevar una mejora.
Date el tiempo necesario. Tu rutina diaria no puede consistir exclusivamente en dormir, comer y trabajar: es imprescindible que te regales momentos de autocuidado y que los coloques en un lugar prioritario. Cocinar algo apetitoso, ir al gimnasio o a dar un paseo, leer, pasar un rato agradable con tus amigos... son momentos y rutinas que hacen que tu día merezca mucho más la pena. Lógicamente, hay rachas en las que resulta más complicado encontrar estos espacios, pero jamás restes valor a estas necesidades ni las coloques en un lugar secundario.
Organízate. A veces es de gran ayuda planificar, al menos de forma aproximada, cuánto tiempo quieres o debes dedicar a cada aspecto de tu vida, siendo realista en cuanto a las horas que tiene el día. No se trata de llenar tu agenda con mil actividades, sino de priorizar las verdaderamente importantes y 'podar' el resto, incluyendo el sano arte de no hacer absolutamente nada. Puede que sea un buen momento para reducir contacto con personas que no te aportan nada, dedicar más tiempo a alguna afición, introducir rutinas de paseo en tu semana...