El paso del tiempo deja su huella en nuestro cuerpo y, a medida que nos hacemos mayores, es normal que nuestra piel comience a mostrar ciertos signos de envejecimiento. El más frecuente son las temidas arrugas, así como el descolgamiento de la piel. Pero también hay que lidiar con la aparición de manchas y, en algunos casos, con esos pequeños puntos rojos que no sabemos muy bien de dónde proceden o si pueden resultar peligrosos. Se trata de otro signo de envejecimiento perfectamente normal que muchas veces identificamos con un posible problema cutáneo, y muchas personas se alarman al identificarlos pero, afortunadamente, no hay motivo para preocuparse. ¿Por qué salen puntos rojos en la piel?
La aparición de puntos rojos en la piel es frecuente y normal, especialmente a medida que nos hacemos mayores. Se trata de pequeñas dilataciones capilares provocadas por fallos en el sistema vascular que se asocian al envejecimiento cutáneo. Más concretamente, se denominan angioma capilar adquirido, y tienen un componente familiar muy importante: si alguno de tus ascendientes tiene tendencia a acumularlos, es probable que te ocurra lo mismo con el tiempo. También es frecuente que, una vez comiencen a aparecer, sigan haciéndolo en el futuro, independientemente de que decidamos iniciar un tratamiento para su eliminación.
Así, los puntos rojos (también llamados 'puntos rubí' precisamente por su tonalidad característica) aparecen con frecuencia a partir de los 40 o 45 años. Se trata de un detalle de envejecimiento cutáneo no relacionado con el sol y con un componente familiar claro, asimilándose a lo que ocurre frecuentemente en las piernas con las varices. Sin embargo, en este segundo caso, la dilatación transcurre en paralelo a la piel, dejando ver esa especie de hilo de color oscuro, mientras que en el caso de los puntos rojos la trayectoria es perpendicular a ésta, por lo que el signo visible tendrá una forma redondeada.
Más allá del factor genético que existe en estos casos, lo cierto es que los puntos rojos pueden aparecer en casi cualquier persona y en cualquier parte del cuerpo, si bien suelen desarrollarse en el tronco. Suelen medir uno o dos milímetros aunque, en casos excepcionales, pueden ser mayores y alcanzar cinco, seis y hasta siete milímetros.
En cualquier caso, no representan un problema de salud, ni están asociados a enfermedades: el único motivo para eliminarlos es estético, pero esto no afectará a la posibilidad de que sigan apareciendo en el futuro. Eso sí, si se eliminan a través de alguna de las técnicas existentes (láser, bisturí eléctrico...), no volverá a aparecer un punto rojo en el mismo lugar.
En cualquier caso, es importante distinguir los puntos rojos de los lunares, algo muy sencillo teniendo en cuenta que los lunares no presentan el característico color rojo de estos puntos benignos. Ante la duda, lo mejor es acudir a un dermatólogo para definir con claridad de qué tipo de signo se trata, asegurándonos de que no suponga un peligro para la salud.