Con la llegada de las altas temperaturas somos muchos los que ansiamos ir a la playa para desconectar y refrescarnos con un buen baño. Nada mejor que una jornada bajo el sol (eso sí, siempre con la protección adecuada) para recargar las pilas y reconectar con la naturaleza, especialmente si elegimos una playa poco concurrida. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, por mucho que no nos guste pensarlo, las playas pueden encerrar más de un peligro, y no nos referimos solamente al agua. La arena -muchas veces debido precisamente a la acción humana- puede contar parásitos, basura bacterias, hongos... y también puede quemarnos o provocar un accidente si hacemos un gran agujero o -peor aún- si nos enterramos en él mientras sube la marea. ¿Qué peligros oculta la arena de la playa?
La arena de la playa encierra maravillosas propiedades que no debemos pasar por alto: caminar sobre ella tiene un efecto exfoliante y relajante, y nos permite ejercitarnos sobre una superficie blanda que amortigua a la vez que incrementa el nivel de esfuerzo que debemos realizar para desplazarnos. Por eso muchas personas eligen pasear por la playa para ponerse en forma y terminar esta rutina de sol y ejercicio con un buen baño helado en el mar. Además, la arena suele ser el escenario de juegos preferido de los más pequeños en la playa.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la arena también puede provocar algún que otro peligro que debemos tener en cuenta. Quizás uno de los más frecuentes es la posibilidad de cortarnos al caminar, al jugar con la arena, al tumbarnos en ella... muchas veces precisamente porque existen personas que arrojan desechos en ella que pueden resultar potencialmente peligros, como cristales o latas. Además, a veces conchas, piedras o rocas pueden provocar el mismo efecto y, si bien es fácil reconocerlas cuando se encuentran en la superficie, cortarnos cuando escarbamos en la arena es relativamente sencillo precisamente porque no vemos bien lo que se oculta en capas más profundas.
Además, otro peligro potencial tiene que ver con los agujeros en la arena. No solo es peligroso hacer grandes agujeros que puedan provocar tropezones y caídas para los demás, sino que resulta especialmente peligroso enterrarnos en la arena cuando la marea se encuentre subiendo. Aunque no es frecuente que esto ocurra, se han producido varias muertes por ahogamiento provocadas precisamente por la imposibilidad de desenterrar a tiempo a alguien.
La presencia de medusas también puede resultar peligrosa: no solo podemos encontrarlas en el agua, sino también en la arena en determinadas ocasiones, especialmente en la orilla. Por eso es importante vigilar bien por dónde pisamos. Algo parecido se aplica a la posible presencia de erizos de mar.
Por otro lado, no olvides llevar siempre calzado que te permita calzarte y descalzarte rápida y cómodamente: es la mejor forma de evitar quemaduras en los pies que pueden ocurrir cuando la arena está muy caliente (especialmente en playas de arena oscura). Otra posible sorpresa desagradable tras nuestro contacto con la arena tiene que ver con la presencia de parásitos, hongos, bacterias y demás organismos que puedan provocar daños en nuestra salud.
Algunos se relacionan con la presencia de heces humanas o animales en la arena, aunque no exclusivamente. El riesgo aumenta a medida que nos introducimos en las capas más profundas en la arena: si notas picor, lesiones, ampollas, náuseas o diarrea tras ir a la playa, consulta a un médico para conocer el origen de este malestar y tratar una posible infección.
Para evitar este tipo de infecciones lo mejor es ducharte tras tu estancia en la playa y lavarte las manos antes de comer. Sobre todo, evita enterrar cualquier parte de tu cuerpo en la arena, así como el contacto de la arena con tu boca.