Miguel Poveda, el artista que pertenece a sus ilusiones
El Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia) fue la catapulta de este artista de Badalona en los años noventa
La devoción le llevó hasta García Lorca: "Después de haber conocido a varios poetas me di cuenta que Federico es otra cosa"
"Soy cada día ese niño que empieza”, sostiene Poveda: "La madurez del todo no se consigue"
Habíase una vez un chaval de Badalona cosido a las canciones que escuchaba en su casa: Mairena, Manolo Caracol, La Niña de los Peines, La Paquera de Jerez, Farina, Camarón, Morente… En ellas buscaba tanto un cobijo como una salida, porque, como dice el poeta Lorenzo Oliván, “la música está fuera y dentro a la vez. Lo llena todo. Es lo opuesto al vacío”. Ese chaval era Miguel Poveda (Barcelona, 1973), que miraba como si soñara y que un buen día aterrizó en un tablao de las Ramblas para aprender el oficio cantando para bailaoras/es y otro buen día por ser y estar fuera de Cataluña se plantó en el Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia) y encendió las “lámparas mineras” y cambió el rumbo de su vida.
Estamos en Madrid, hemos quedado en un sitio muy querido para ambos, El Corral de la Morería, un templo que reúne todo lo que buscamos: un aire que respira talento, una mesa en la que conversar y un vino de 100 puntos Parker que nos han elegido los hermanos Del Rey (Juanma y Armando), 'Moscatel Toneles', de Valdespino, del que luego hablaremos ampliamente.
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Miguel Poveda aparece con su porte sobrio, haciendo gala de su permanente aspecto impecable. Abro el fuego preguntándole cuándo supo que la música iba en serio: “Pues desde niño -precisa-, cuando empecé en Badalona, en las peñas flamencas, en un entorno de emigrantes andaluces. Para mí era como un juego de niños, era divertido, idealizaba el arte de una manera bien distinta, y a los veinte y tantos años en mi cabeza se activó el chip de que esto iba en serio, y eso que a esa edad yo todavía estaba con esa cosa infantil de idealizar el arte o lo que lo rodea y luego fui consciente de que esto es otra cosa mucho más profunda, un compromiso, algo que el universo te regala y al que tienes que corresponderle con pasión, con dedicación, con entrega a todos los niveles”.
El Cante de las Minas, Bigas Luna y Lorca
En ese crecer, ese ir de abajo a arriba, Miguel buscó su momento demiúrgico universal, fue en ese escenario infinito del flamenco, el Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia). Fue su catapulta. A partir de ahí empezó su cielo: “Aquello tuvo mucha repercusión porque de repente, y siendo un desconocido, que un chaval de 20 años ganara casi todos los premios no dejaba de ser sorprendente. La noticia salió en los informativos y pude, gracias a eso, dedicarme de manera profesional. Fue entonces cuando Bigas Luna me llamó para participar en “La teta y la luna”.
Desde La Unión su andar fue dinámico y su trabajo nunca dejó de sorprendernos a cada paso. Pero ya que has hablado de Bigas Luna y de tu participación cinematográfica, ¿cómo recuerdas esa experiencia?
“Al principio sufrí mucho, no tenía conciencia de la dimensión del director con el que estaba trabajando, era un momento en el que me estaban llegando muchas ofertas para hacer conciertos, que era con lo que yo había soñado desde pequeño, y de repente me vi encerrado en una roulotte esperando a que me tocara rodar mi escena. Yo no me había planteado ser actor y por tanto lo viví con cierta zozobra, deseando que terminara para poder subir a los escenarios a cantar. Pero cuando la película se estrenó (fue premiada en Venecia) y ya con cierta calma y tranquilidad tomé conciencia y empecé a ser consciente de que había sido una gran experiencia al lado de un gran equipo, que había vivido un tiempo en un clima en el que se hablaba mucho de cultura y que me brindó la oportunidad de aprender mucho”.
“En poesía las palabras no agotan su sentido porque es donde más se escriben con los cinco sentidos. Y hasta con un sexto”, de nuevo Lorenzo Oliván. La poesía parecía estar predestinada para aquel chaval que se crio en una calle que se llamaba Garcilaso: “(Se ríe) Lo descubrí más tarde porque en aquellos tiempos no tenía mucha pasión por la poesía pero ahora le doy mucho más valor. Mi búsqueda ha sido la poesía, he tratado de encontrar en ella, en los poetas, la belleza, ese lenguaje en el que yo he sido incapaz de expresarme, esa virtud que tienen de encontrar las palabras, esos textos que dicen lo que yo he querido decir”.
En Miguel siempre ha habido hambre de aprender y descubrir y su encuentro con la poesía contribuyó a afinar su sensibilidad, como decía la poeta canadiense Anne Carson. “Cantar cómo te va todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre y tiene que desarrollarse en algún lado”. En ese camino, de huellas de poesía, la devoción le llevó hasta Federico García Lorca. Le pido que me cuente cómo fue ese hallazgo: “He de decirte que fue progresivo, primero escuché a Camarón, luego a Morente, a Carmen Linares, que grabó las “Canciones populares”, después fui leyendo poesía de Lorca hasta que llega un momento en mi vida que tengo la necesidad de hacer una obra solamente dedicada a él. Después de haber conocido a varios poetas me di cuenta que Federico es otra cosa, es muy distinto, aparte de dramaturgo y músico, dibujaba increíble. Empecé a prestarle más atención, a encontrar algo en él que me arrastra, me obsesiona; empiezo a leer sus entrevistas, a conectar con el ser humano, con lorquianos que estaban más enlorquecidos que yo. Sufrí como un desdoblamiento. Mi pasión fue tal que me lo tatué en la piel, lo quise como si lo hubiese conocido, se convirtió en un amigo y para mí fue como un ser espiritual, como un Dios, alguien a quien seguir por su manera de entender la vida, su sentido de la justicia, por su lucha por la igualdad, el amor al desprotegido. Para mí Federico es como alguien a quien he conocido en vida”.
“Será el cielo para el viento/ duro como una pared/ y las tramas despejadas/ se irán bailando con él”, rezan sus versos.
Lorquiana convicta y confesa, amiga de Miguel, voz inconfundible de cada mañana, de cada hoy en la cadena SER en Madrid, Marta González Novo. La llamo para que intervenga en nuestra charla: “Conocí a Miguel hace ya muchos años, después de intentar reiteradamente una entrevista que no conseguíamos encajar por agendas y que cuando la tuvimos fue maravillosa, me impactó muchísimo su mirada, le dije que tenía la mirada de Federico García Lorca y a partir de ahí empezó una relación mágica, poética, artística, musical, teatral… de amistad, de amor. Amo a Miguel, es un ser maravilloso, generoso, que tiene alma en la voz y tiene a Federico en el ADN. Hay una parte de Federico que se ha reencarnado en Miguel y siempre he pensado que si Lorca estuviese vivo se iban a querer mucho. A partir de ahí le hice un montaje de una foto que le entregué en el camerino antes de una actuación en la Gran Vía de Madrid, era un montaje con las miradas de Federico y la suya. La vida nos llevó muy lejos, estuvimos en Granada haciendo el último paseo que dio Lorca, recorriendo rincones maravillosos. Recuerdo una noche al lado del Hotel Alhambra Palace que fuimos a la puerta de la que fue casa de Manuel de Falla, como en su día Federico y su hermano le habían ido a cantar. Tantos recuerdos, tantas historias… Amo a Poveda, le llevo en el alma como llevo a Federico. A mí nunca un artista me ha removido tanto, así que podría decirte que mi historia con Miguel es una historia de amor”.
Miguel Poveda ha ido sembrando su futuro de canciones y reconocimientos. Su clave ha sido saber ir arando en la música de manera afinada y persistente y por ello ha ido recolectando admiraciones y afectos. Su futuro se fue jalonando de nominaciones a los Grammy Latinos, Premio Nacional de la Música, la Medalla de Andalucía y un concierto inolvidable en Las Ventas en el 2013. Llevo ahí nuestra conversación para saber si fue entonces cuando creyó haber alcanzado la madurez: “Creo que fue un poco más adelante, en el momento en el que cumplo 25 años en la música, en ese momento en el que se me presentó la oportunidad de hacerlo en Las Ventas e invito a Joan Manuel Serrat, María Dolores Pradera… Y ahí sí pienso que llevo ya tiempo andando en esto porque ya llevo embarcado en proyectos muy diferentes, tanto con Calixto Bieito en teatro, Bigas Luna en el cine y luego haciendo música para películas de Saura, Almodóvar. Son mis bodas de plata en el mundo de la música y considero que ya tengo un pequeño recorrido en este mundo, pero la madurez del todo no se consigue, yo sigo teniendo esa cosa, esa inquietud por buscar la sorpresa, la novedad para sentirme como un niño que está empezando y estando motivado con la profesión, con el arte y concertado con algo que me haga sentir que estoy empezando. Soy cada día ese niño que empieza”.
Caminos del flamenco
El flamenco es un código que se descifra. Una coreografía de palos y cantares precisos. Decía Blas Infante que el flamenco significaba campesino errante. Miguel se embarcó a recorrer diferentes escenarios, huellas, pisadas del flamenco en diferentes puntos de España, con diferentes voces, en el programa de televisión “Caminos del Flamenco”, con Soleá Morente: “Este programa ha sido un aprendizaje desde el primer minuto. Me hace muy feliz aprender haciendo algo que me gusta y de ninguna manera mejor que con la música, estando cerca de ella ya no como espectador sino ahí en la calle, en el tú a tú con los artistas de todas las generaciones: Fosforito, José de la Tomasa, Carmen Linares… y luego jóvenes valores que no hacen estrictamente flamenco pero que de alguna manera esta música les ha servido como inspiración para la suya o han utilizado algo de flamenco en su repertorio. Para mí ha sido un disfrute absoluto”.
La escritora Irene Vallejo dice que “es poco original sentirse únicos: solo los demás nos dicen quiénes somos”. Pienso que así es Miguel, el bordado de muchos migueles, como un encaje de claveles en el vergel de los patios cordobeses que se enseñan estos días. Le pregunto si es consciente de ello: “(Sonríe ampliamente) Pues soy muchísimos y cada vez saco alguno más que tenía guardado. Intento quitarme prejuicios, sentirme menos asfixiado y huir de los micromundos, porque ahí también se guarda mucha esencia pero yo no puedo renunciar a lo que soy, he crecido en un barrio de andaluces siendo catalán con una madre que escuchaba a todos los que has citado y a Moncho, a Chiquetete; y un padre que escuchaba a Pink Floyd. Luego he crecido en Barcelona en el Taller de Music, conviviendo con músicos de todas las disciplinas y de todos los estilos, en una Barcelona que en aquellos años era muy cosmopolita. Así que ahora cuando intentan etiquetarme me rebelo porque tengo un abanico de colores mejor o peor pero es como he crecido y como soy. Hay muchos migueles en mí, he pasado por muchas fases, por muchos momentos, he tenido que hacerme a mí mismo y soy amante del planeta entero, de este lugar que es el más mágico que hay en el universo y que en estos últimos años parecemos no tener consciencia del valor de lo que tenemos y lo descuidamos y lo llenamos de conflictos y de guerras”.
Miguel pertenece a sus ilusiones, sabe de atrevimientos y sostiene su música en un tamizado de aires del Mediterráneo, de tierras del sur, de voces que parecen llegar escoltadas por las musas. Y en esas voces crepitan canciones de otras épocas, de otros ámbitos. Así nació Diverso, un oleaje de maravillas con ritmos procedentes del flamenco, de Cataluña, México, Argentina o Brasil. Puro eclecticismo. Puentes de largo recorrido: “Este disco nació durante el tiempo de pandemia. En un principio quería hacer un disco que se llamara América, trabajar los vínculos que tiene el flamenco con la música latinoamericana, y al final lo llevé a otro lugar porque al encerrarnos sentí cómo nos faltaban los abrazos. La música tiene ese poder mágico, capaz de conseguir lo inalcanzable, y gracias a la tecnología pude abrazarme con músicos que estaban grabando en Cuba, en Los Ángeles, en Argentina, en México tocando músicas que a mí me encantan, con las que encuentro afinidad, y gracias a ello pude hacer lo que no podíamos hacer: abrazarnos y viajar. Gracias a la música”.
Decía Cervantes en El Quijote que el viaje te cambia, que cuando vuelves no eres el mismo, decía también que “el que sabe sentir, sabe decir”. Le pregunto si se siente así después de este viaje musical en Diverso: “Sin duda y a lo largo de toda mi vida, por eso al final eso ha desembocado en este disco. Sin duda he vuelto distinto en cada viaje, en cada experiencia. Pero no todo el mundo es tan afortunado y solo tiene oportunidad de viajar a través de la música que le permite conectar con otras culturas, otras formas de decir, otros mundos. Pero qué cierto es lo que dice Don Quijote, claro que el viaje te cambia, a mí me ha ocurrido siempre”.
A comienzos de los años 70, Joan Manuel Serrat compuso y grabó una preciosa canción, “Pare” (Padre), un canto a la salvación de la Tierra, del planeta, una, ya por aquel entonces, llamada a ser responsables con los ríos, los bosques… Una maravilla. Nunca la había escuchado cantada en castellano y así aparece en este disco de Miguel, en la que aparece un recitado de su hijo pletórico de sensibilidad y delicadeza: “Mi hijo está muy sensibilizado en la tarea de cuidar el planeta -me señala-, quizá porque me lo oye decir a mí y porque en el tiempo pandémico hemos hablado mucho de ello, y aunque es un crío de 7 años detecto en él una gran receptividad en esto. Entonces recordé ese tema de Serrat, lo busqué y me dije cómo me gustaría cantarlo, y descubrí que no hay ninguna versión en castellano. Hice una maqueta pues y se la envié a Joan Manuel, y él fue muy amable y me respondió que me haría otra versión sin traducción literal, y desde Menorca (estaba veraneando allí) me lo mandó cantado en una maqueta; no solo me hizo la traducción sino que me la cantó. Le dije que me gustaría que mi hijo hiciera la introducción recitada y le pareció muy bonito. Es mi tema preferido del álbum, coincido contigo”.
Joan Manuel Serrat ha colaborado en algunas ocasiones con mi invitado de este sábado y anda en estas fechas despidiéndose de los escenarios. Así habla de él: “Se ha hablado y se hablará mucho de las cualidades de Miguel Poveda, de sus cualidades humanas que son muchas y de su gran nivel artístico. He de confesar que conozco a muchos y muy buenos artistas, a pocos que como él sean grandes colegas, generosos, extraordinariamente trabajadores, valientes; pero sobre todo Miguel es, como diría Machado, “un hombre en el mejor sentido de la palabra, bueno”. Le respeto mucho no solo por la calidad de su voz, sino porque da gusto verle deslizarse por todos los cantes de uno a otro, de entrar en diferentes estilos musicales, que aun no siendo suyos, hace suyos de la misma manera que investiga constantemente, busca incesantemente en lo que conoce y en lo que ignora”.
La gira y un vino coronado por Parker
La pandemia ha azotado al mundo musical. Ahora empiezan a recuperarse los conciertos, los aforos de la normalidad. Miguel viene de una pequeña gira por USA, por sus principales ciudades, y en breve retomará su gira española, en la que irá presentando su nuevo trabajo a sus seguidores: en Córdoba y Granada en lo que resta de mes. En junio, los días 11 y 19 estará en Madrid y Barcelona. Le pregunto cómo afronta este nuevo periplo: “Con unas ganas que no te puedes imaginar. En febrero habíamos estado en el Teatro Real, luego hicimos unos días en Sevilla y luego me fui a Estados Unidos con un grupo más reducido, y ahora tengo como una especie de ansiedad por volver a reunirme con el equipo al completo porque disfruto mucho de los conciertos y aunque sea agotador recorrer tantos lugares es muy reconfortante a nivel artístico. Estoy deseando volver a subirme a los escenarios”.
Miguel Poveda está hecho de canciones de todas las esquinas que fueron conformando la banda sonora de su vida. Su voz está también atravesada por acentos catalanes, andaluces, castellanos y otros tantos que fueron nutriendo sus músicas y sus diversas adaptaciones. Es un infatigable explorador de caminos y músicas. ¿Te queda alguno nuevo por descubrir? “Muchos, hay muchos lugares en el mundo con su propio folclore y sin que se les conozca demasiado, encontrarlos para mí tienen un valor incalculable. Me gustaría trabajar mucho las músicas populares de lugares inimaginables, por ejemplo, una aldea de Perú en la que se hace un estilo de música muy particular, pues ese tipo de cosas son rincones de sitios escondidos que me gustaría explorar porque hay un universo maravilloso. Me atraen mucho también las músicas africanas, sus ritmos, su riqueza… hay que buscar y no dejar que esas latitudes queden sin descubrir”.
En el Corral de la Morería hay una simetría entre el corazón y el alma y están “las voces bajas”, amigas de dos de sus anfitriones y propietarios: los hermanos Juanma y Armando del Rey. Y está Blanca, su madre, la diosa del mantón. Todo un retablo de hospitalidad. Y pido a Blanca que me hable de Miguel: “Para mí el arte es cultura también, si el artista lleva dentro de sus sentidos esos ecos (en este caso, del cante, del pasado). Miguel pinta de color musical el primer instrumento de la historia de la humanidad: su garganta, su voz. Los verdaderos genios nacen jugando, para luego meterse en ecos que al darse cuenta que son los suyos, comienzan las incertidumbres, los miedos y nace!!! El GENIO!!! Es un parto doloroso y un camino muy duro, enormemente laborioso, pero cuando le escuchas cantar sabes que es él, Miguel Poveda”.
En el Corral los vinos son una doctrina y ellos han elegido para hoy, para nosotros, una joya procedente de la bodega Valdespino (Grupo Estévez), “Moscatel Toneles”, catalogado con 100 puntos Parker. Antes de empezar una animada conversación coral llamo a Eduardo Ojeda, director general del Grupo Estévez y la persona con la mejor didáctica sobre los vinos del Marco de Jerez. Le pido que nos dé una pincelada sobre la historia de este vino: “Moscatel Toneles es un vino único fruto del tiempo y de la paciencia del hombre. Moscatel de Alejandría adaptado al suelo arenoso y costero de Chipiona. Fruto bien maduro, de la última semana de vendimia. Y tiempo, pasando de tonel a tonel, 31 toneles que conforman su sistema de criaderas más uno (solamente) de solera del que se saca anualmente unos 200 litros para embotellado. Edad difícil de determinar con exactitud, pero teniendo en cuenta lo anterior podemos asegurar el siglo de existencia. Es un trabajo de paciencia de generaciones anteriores de Valdespino al que le rendimos tributo. En el vino se concentran muchas cosas, pero sobre todo vida”.
Intervienen en la conversación Juanma y Armando: "Nunca olvidaremos una maravillosa y soleada mañana de febrero en Jerez, lugar único en el mundo, en la que nuestro amigo Eduardo Ojeda nos abrió literalmente las puertas de Bodegas Valdespino. Estábamos con otro gran amigo, David García, nuestro jefe de cocina de Corral de la Morería.
Eduardo llevaba un manojo de llaves en la mano, una venencia y unas copas. Pero sobre todo un conocimiento, pasión y una gran capacidad de transmitir emociones indescriptibles.
Fue entrar en la bodega y sentir ese perfume que la caracteriza, que pone el vello de punta, que agita las mariposas en el estómago porque sabes que va a pasar algo grande. Que has entrado en el paraíso y atisbas lo que te va a inundar.
Empezamos catando los maravillosos y finísimos vinos blancos. Pasamos después prácticamente por todas las criaderas de ese grandioso Fino Inocente, donde vimos cómo van pasando de curso sus niños (sus finos), cómo se van educando en ese colegio que es la bodega hasta que terminan la ESO (la solera) y reciben su diploma (se embotellan) como Fino Inocente después de 10 años.
Como algunos de esos vinos no quieren dejar de estudiar, se matriculan en la universidad de la bodega y continúan allí 8 años más, para doctorarse (embotellarse) con la etiqueta del extraordinario Amontillado Tío Diego.
Y continuamos viajando en el tiempo y el espacio de la bodega catando vinos increíbles que desembocan en dos auténticas joyas. Dos vinos de clase mundial. Palo cortado Cardenal y Amontillado Coliseo. Vinos con más de 70 años que se encuentran entre los mejores vinos del mundo. Incluida “Bota No”. Bota (barrica en Jerez) que lleva candado y tiene todavía más vejez y concentración. Vinos que trasmiten una inmensa emoción.
Como colofón, nos acercamos a la única bota que compone la solera del vino que os estáis tomando: Moscatel Toneles. El moscatel más viejo de mundo. Un moscatel de 100 años y 100 puntos Parker. El vino perfecto. Pero no es solo el vino perfecto. Es sobre todo un vino único. Único en el mundo.
Un vino que supera al catador".
Llama la atención su color caoba muy intenso, casi ébano. Denso por tantos años de concentración.
Al acercarnos la copa a la nariz, nos damos cuenta de su inmensidad. Su enorme complejidad, su intensidad y su gran profundidad. Una enorme variedad de aromas, ciruelas pasas, café, cacaos, cítricos (naranja, pomelo), matices balsámicos, licor, nueces, especias orientales (curry), azúcar tostado, regaliz, miel, mueble viejo, cuero, y ¡muchos aromas más…! No quieres dejar de disfrutarlo en la nariz.
En la boca y volvemos a sorprendernos por su enorme cuerpo y potencia. Es untuoso y dulce, pero con una increíble acidez y un sutil amargo que lo equilibran maravillosamente. Y es largo, larguísimo, infinito. Un coloso. Todo en él es superlativo. Un vino mítico. Emocionante. Cien años de la historia de España concentrados en un vino único.
Hay tan poco disponible, que casi es mejor guardar el secreto.
¡Si este vino fuera francés…! ¡No podríamos pagarlo!
Vino complejísimo, inverosímil, vino imposible, emocionante, vino infinito. Con toda la inmensidad de todo lo desconocido.
Miguel me cuenta que para él el vino va siempre asociado a la charla, a una conversación, es algo social que además del sabor lleva implícito el compartir, un bonito ritual: “Me gustan los vinos del sur y los riojas, los riberas del Duero, del Priorat… pero en el Corral de la Morería no ponerse en manos de los Del Rey es un pecado mortal”.
Nos despedimos con el abrazo pendiente porque ya la noche se nos ha echado encima, esa “noche de anís y plata” que cantaba Federico García Lorca.
Palabra de Vino.