La catedral de hielo de los Alpes suizos es tan perfecta que parece tallada por el hombre. Es, en realidad, una cueva que se formado de manera natural en el interior de un glaciar a gran altura, que maravilla a los afortunados que se adentran en ella.
No todos los años los Alpes suizos regalan una oportunidad así. La enorme bóveda azul que se ha formado en el túnel de 20 metros de largo de este glaciar se moldea con las condiciones meteorológicas, cambiando con cada estación.
Los visitantes acceden después de coger el telesilla en Glacier 3000 sobre el complejo de Les Diablerets, no sin cierto riesgo. El techo, aunque con 5 metros de grosor, nunca antes había sido lo suficientemente sólido para que ‘la catedral de hielo’ admitiese turistas.
"Este año, el interior de la cueva es bastante plano, lo que facilita el acceso", le dijo a Reuters Bernhard Tschannen, director ejecutivo de Glacier 3000.
Un lugar de cuento tallado por la naturaleza que, en cambio, no será duradero. Pasados los meses gélidos del invierno, el hielo perderá grosos y, para el próximo, adoptará una nueva forma. En eso reside, en parte, su belleza: es efímero.