Más de un mes llevan de huelga indefinida las trabajadoras auxiliares del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) en la Comunidad de Madrid, aunque sus problemas son extensibles a toda España, informan Arancha Morales y Blanca Agost. Un trabajo duro, precarizado y que cada vez es más esencial en el país con la esperanza de vida más alta de Europa.

Cerca de 5.000 personas, según los organizadores, se concentraron el pasado 11 de enero en la Puerta del Sol de la capital para exigir aumentos salariales y mejoras laborales, en una manifestación convocada por los sindicatos UGT, CGT y OSAD. La portavoz de Más Madrid en la Asamblea de Madrid, Manuela Bergerot, subrayó entonces que las trabajadoras del SAD "realizan un servicio esencial y garantizan que las personas dependientes puedan tener autonomía sin tener que abandonar su hogar".

La Asociación Estatal de Entidades de Servicios de Atención a Domicilio (ASADE) ha instado tanto a la Comunidad de Madrid como al Ayuntamiento a "transformar sus declaraciones en compromisos con plazos concretos" para resolver la huelga de ayuda a domicilio, "garantizando la estabilidad del servicio, la seguridad laboral de los trabajadores y minimizando el perjuicio a los usuarios".

La dependencia es uno de los grandes retos de nuestra sociedad. Con una población cada vez más envejecida y con un estilo de vida que no nos permite cuidar personalmente a nuestros seres queridos, cada vez son más las familias que necesitan este tipo de asistencia.

En España hay más de un millón y medio de personas dependientes, en concreto son 1.636.757. Una cifra que representa casi el doble en comparación a la de hace tan sólo una década.

Las cuidadoras brindan ayuda para funciones tan cotidianas y necesarias como pueden ser la higiene personal, salir a dar un paseo, hacer la compra o la comida, acudir al médico u organizar las medicinas.

Y esas tareas las realizan personas que cobran menos del salario mínimo interprofesional (SMI) porque les hacen contratos de 30 horas semanales. Además, tienen que visitar incluso a siete personas en un solo día.

Ponemos cara a este problema social con dos de las empleadas del sector. En el caso de Isabel Calvo, lleva 18 años dedicada a ayudar a personas dependientes en sus domicilios en la Comunidad de Madrid. "Es un trabajo feminizado y precario, con salarios muy bajitos. Después de 18 años, a base de antigüedad, rozo los 1.000 euros", asegura.

Unas malas condiciones por las que Judit Abigail Bellido ha decidido encabezar muchas manifestaciones. "Mi profesión es muy bonita pero, a la vez, muy poco valorada", afirma, antes de añadir que "siento que somos un personal esencial y no se nos considera como tal".

Son trabajadoras subcontratadas que critican que las empresas adjudicatarias del servicio no conocen el empleo. "Hablamos de cuatro empresas que trabajaban en el ladrillo y, con la burbuja inmobiliaria, vieron aquí un filón terrible", dice Isabel.

Les prometieron que en enero les subirían un 10% el salario, pero el Ejecutivo regional no publica los pliegos necesarios para que la subida sea una realidad. Cansadas, han dicho "basta": "Creían que no íbamos a ser capaces pero les hemos demostrado que sí, y no vamos a parar hasta que no lo tengamos". Eso sí, a pesar de que se encuentran en huelga indefinida, los servicios mínimos son altos.

Lola Juárez, de UGT, lamentó que el delegado del Área de Gobierno de Políticas Sociales, Familia e Igualdad, José Fernández, y la consejera de Familia, Juventud y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, Almudena Dávila, "culpan al Estado con el discurso pobre de tu invitas pero yo pago, y eso es mentira".

"Ahora mismo el Estado está dando un 30% más de lo que daba, así que si no mejoran nuestros salarios no es por dinero, sino por falta de voluntad política", denunció la responsable sindical en la protesta en la Puerta del Sol.

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