Tercera noche de violentas protestas en las calles de EEUU por la última agresión policial racista. La víctima, Jacob Blake, un joven negro tiroteado por la espalda, está fuera de peligro pero puede que nunca recupere la movilidad. Su familia pide ayuda para hacer frente a los gastos médicos.
Cae la noche y con ella, crece la tensión en las calles de Kenosha, EEUU. Por tercera noche seguida, los manifestantes se enfrentan al cordón policial. Se amontinan e intentan tirar abajo las vallas frente a los juzgados de la ciudad.
La policía reacciona ante cualquier amenaza con gases lacrimógenos. Ante esta situación el gobernador de Wisconsin ha decretado el estado de emergencia y ha anunciado que aumentará la presencia de la Guardia Nacional.
El presidente de EEUU, Donald Trump, no ha tardado en pronunciarse sobre estos disturbios y le anima a emplear a este cuerpo dice para poner fin al problema.
Todo para evitar la crudeza del día anterior donde los bomberos se esforzaban por sofocar las llamas en varios edificios que amanecían totalmente calcinados.
La familia de Jacob Blacke ha pedido que las protestas se hagan de forma pacífica. “Si Jacob supiera lo que está pasando en cuanto a la violencia y la destrucción, estaría muy disgustado”, ha dicho Julia Jackson, la madre de la víctima.
Mientras, él se debate en el hospital entre la vida y la muerte por los siete disparos a quema ropa. Va a tener graves secuelas de por vida. El abogado por los derechos civiles, Ben Crump, lo ha dicho claro: “Es un milagro que Jacob Blake, vuelva a caminar”.
Todo se originó al parecer por un incidente doméstico, que su defensa va a llevar hasta el final. “Quieren que detengan al oficial que le disparó y que Jacob reciba el mejor tratamiento médico posible.