El fantasma del racismo y la violencia policial vuelve a golpear a la comunidad negra de EEUU. Esta vez en Kenosha, Wisconsin, donde las protestas han tomado las calles de la ciudad de noche, después de que un agente disparara siete veces a un afroamericano en presencia de sus hijos pequeños.
Una multitud se lanzó a las inmedicianos de la comisaría de los policías que intervenieron en el incidente que ha dejado en estado grave a Jacob Blake, a pesar del toque de queda impuesto en Kenosha. La policía lanzó gases lacrimógenos para aplacar las protestas, que comenzaron durante el día y se extendieron toda la noche.
Se protagonizaron momentos de tensión cuando un grupo de manifestantes intentron entrar en la comisaría para pedir la detención de los agentes que presenciaron la violenta escena, porque de momento sólo han sido apartados del cuerpo.
Hasta siete disparos por la espalda recibió Jacob Blake, sin motivo aparente. Se desconoce aún por qué acudió allí la policía. Todo en presencia de sus tres hijos de 3, 5 y 8 años. Jacob tuvo que ser operado de urgencia y su estado es grave. De nuevo el abuso policial sobre la mesa, y condenado por cientos de personas que tres meses después del asesinato de George Floyd vuelven a alzar la voz por la lucha antirracista.