Las protestas vuelven a las calles en Venezuela. Durante los últimos días, la Venezuela rural parece haber dicho “basta” ante el hartazgo de una población cada vez más empobrecida y con menos servicios básicos a su disposición. La falta de luz, agua, gasolina, comida y medicamentos es insostenible y la sensación en la calle es de que ya no hay nada que perder, y por eso las protestas al grito de “libertad” y “ayuda para Venezuela”.
El país es una olla a presión a punto de explotar con 36 meses seguidos de hiperinflación y un salario mínimo mensual que ha vuelto a devaluarse y que en estos momentos no llega a los 2 dólares al mes.
El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) contabilizó este lunes 76 protestas en al menos 17 de los 23 estados del país; y las calles no se calman. Las fuerzas de seguridad, policía y militares han comenzado a reprimir a los manifestantes, y aunque la información llega a cuentagotas debido a la falta de internet y buena cobertura telefónica en el interior, epicentro de las manifestaciones, el OVCS asegura que hay varias decenas de detenidos por participar en el llamado a las calles. Los principales estados afectados por estos levantamientos espontáneos son Yaracuy, Sucre, Zulia, Nueva Esparta, Bolívar y Cojedes.
En agosto, según el mismo Observatorio, se registraron, al menos, 748 protestas en el país y hubo 30 detenidos. En septiembre, la cifra se ha incrementado y solo el pasado viernes hubo 47 protestas masivas en 17 estados. La gente acude además sin mascarillas y sin respetar ningún tipo de medida preventiva frente al coronavirus. La pandemia es lo de menos ante la falta de todo lo demás.
Marco Antonio Ponce, coordinador del OVCS, señala que “las protestas podrían escalar de cara a las próximas elecciones legislativas del mes de diciembre. Lo que ha comenzado siendo un levantamiento social por la falta de gasolina y servicios básicos podría derivar en exigencias por un cambio político en Venezuela”. Ponce indica además que lo importante y llamativo de estas manifestaciones es que se están dando en municipios del interior que son habitualmente tranquilos y donde no suelen registrarse episodios de conflictividad social.
El coordinador considera que, a pesar del crecimiento en este último trimestre de la protesta popular, el gobierno de Nicolás Maduro está haciendo oídos sordos a lo que está ocurriendo en las calles, y eso podría pasarle factura, en primer lugar, en los comicios de diciembre, si la clase política opositora consigue conectarse con los manifestantes. “En ese caso, podremos ver más protestas y más contundentes, y los protagonistas van a ser los habitantes de los pueblos del interior del país”.
El que por el momento sí se ha hecho eco de las protestas es el líder opositor Juan Guaidó, que en su cuenta de Twitter hizo un reclamo a los venezolanos descontentos con el gobierno de Nicolás Maduro: “Encontrémonos en las calles, con las medidas de protección necesarias, para seguir ejerciendo nuestras libertades y peleando por nuestros derechos”.
El reconocido como presidente interino de Venezuela por más de cincuenta países, pidió recientemente en el marco de la 75 Asamblea General de la ONU, que los países miembro invoquen la necesidad de proteger a Venezuela, un compromiso adoptado por esos mismos países en 2005 para evitar genocidios y crímenes de lesa humanidad. Guaidó se apoyó en el reciente informe independiente de una misión de la ONU que señaló que el gobierno de Nicolás Maduro está cometiendo crímenes de guerra en el país caribeño. En la práctica, Juan Guaidó ha pedido formalmente una intervención militar en mitad de su peor momento de popularidad y ante el agotamiento, pareciera, de cualquier vía de diálogo.
A este respecto, conviene recordar que una misión diplomática europea enviada al país por Josep Borrell, Alto comisionado de Asuntos Exteriores de la UE, ha estado de visita en Caracas hasta este lunes buscando un acuerdo con el gobierno de Nicolás Maduro para conseguir unos comicios legislativos limpios, transparentes y democráticos.
Sobre la visita, tremendamente hermética, trascendió que la misión pidió que las partes se impliquen “en un diálogo a largo plazo más allá de las elecciones del 6 de diciembre para encontrar una solución a la crisis política y humanitaria de Venezuela”, según dijeron a EFE fuentes comunitarias. No ha trascendido sin embargo si ha habido acuerdos de algún tipo de cara a los comicios, pero sí que la primera reunión fue con Juan Guaidó y que el 70% del tiempo lo han ocupado reunidos con sectores opositores y de la sociedad civil.
Esta información contradice radicalmente los comentarios molestos de algunos miembros de la coalición opositora de la denominada Mesa de Diálogo Nacional, como los de Javier Bertucci, pastor evangélico y líder de Alianza Democrática, coalición de cinco partidos opositores.
Según ha denunciado Bertucci este martes en una entrevista con Unión Radio en Caracas, la misión diplomática compuesta por dos personas del equipo de Borrell, no se habrían reunido con absolutamente nadie de los sectores opositores; ni con los que han decidido participar, ni tampoco con el sector más radical encabezado por Guaidó que rechaza el llamado a las urnas por considerarlo un fraude. Su visita habría transcurrido solo con reuniones de la parte oficialista del gobierno para conseguir un aplazamiento de las elecciones, algo que considera “una humillación política y una falta de respeto”.
“Nosotros, como indios, o no sé si nos ven así, tenemos que acatar lo que ellos, como extranjeros, decidan e impongan sobre las elecciones”, aseveró.
Y en mitad de esta convulsión política, la situación del país empeora día tras día bajo una cuarentena que continúa siendo estricta en muchos lugares del país, cerrado a cualquier alternativa de apertura económica que busque un equilibrio entre la emergencia sanitaria y la necesidad de abrir la economía de manera paulatina para dar un respiro a la castigada población venezolana, que depende en su mayoría de la economía "informal" (como se denomina en América Latina al trabajo en la economía sumergida) y de salir a trabajar a diario para llevar el pan a casa.
En dos de los estados donde las protestas no han cesado durante los últimos días, Yaracuy y Bolívar, se registra el precio más alto de la denominada “canasta básica alimenticia”, y que sirve para medir la inflación de precios y la devaluación de la moneda nacional y la pérdida del poder adquisitivo de los venezolanos. La canasta en Yaracuy, el estado más perjudicado, compuesta por tan solo ocho productos básicos como pollo, arroz o huevos, no baja de los 18 dólares por semana para una familia prototipo media de cuatro miembros.
“Es insostenible. No podemos más. Llevo quince días durmiendo en el carro esperando para echar gasolina. Mi mujer me trae una arepa pelada (arepa sin relleno, compuesta solo de harina de maíz precocida) para almorzar y con eso me mantengo. Y eso cuando se puede, porque no tenemos nada, y lo primero son mis hijos. Si hay dos arepas son para ellos, no para mí”, explica a este medio por teléfono y a trompicones por la mala cobertura, Raúl, un venezolano de 42 años y habitante de Aroa, uno de los pueblos que no ha dejado de protestar estos días en el Estado Yaracuy. No es el único. Algunos vecinos de la zona llevan más de tres semanas esperando el combustible para poder volver a trabajar.
En este estado, según ha denunciado la ONG de DDHH Provea, la policía y la Guardia Nacional han actuado “haciendo uso excesivo de la fuerza”, y según esta misma ONG que ha recogido testimonios de los manifestantes en el terreno, “el gobierno ha usado paramilitares para que junto a la fuerza pública ataquen a los manifestantes”.
En las redes sociales, proliferaron durante las últimas horas imágenes de las fuerzas de seguridad chavistas reprimiendo con gases lacrimógenos y balas de goma las protestas, además de buscar a los manifestantes en sus casas para detenerlos de manera arbitraria.
Por su parte, trabajadores de PDVSA (Petróleos de Venezuela), informaron a través de las redes sociales, que el primero de los buques iraníes cargados de combustible ha llegado a la refinería de El Palito. Se trata del tanquero Forest cargado con 270.000 barriles de gasolina. Se espera que los otros dos buques, el Faxon y el Fortune, lleguen en los próximos días a las costas venezolanas y que en total traigan al país 820.000 barriles de gasolina. Se espera que con su llegada se alivie en parte la severa escasez que se prolonga ya durante semanas. La pregunta fundamental es hasta cuándo el país caribeño va a depender de Irán, país aliado y también sancionado por EEUU, para abastecer sus vehículos y evitar una explosión definitiva en las calles.