En medio de las bombas continúan sobreviviendo miles de civiles en Ucrania. Son personas que no han podido, o no han querido, marcharse de sus hogares. Sus días han cambiado mucho. Ahora los pasan entre el miedo por los ataques de Rusia, el frío, y la búsqueda de comida.
“Vamos a dormir aquí en el pasillo”. Son las palabras de Sasha, una mujer ucraniana de 28 años. Explica que no pueden bajar al refugio. Viven en un piso 12 y bajar hasta el sótano es exasperante. “Las alarmas suenas 11, 12 veces al día….”
Ella reconoce el peligro de vivir en un piso tan alto y tiembla ante el último edificio residencial bombardeado en su ciudad, Kiev. Pero no quiere dejar Ucrania.
Sasha, de niña cada verano venía acogida a España, era una niña de Chernóbil. Como Anna, que vive a 40 km de la central. Está sin luz, cocinando en la calle casi una semana. “Si no tienes comida te la traen, si no puedes cocinar te cocinan… Yo nunca vi eso”, comenta Anna.
Y es que en mitad del dolor de la guerra de Ucrania, hay algo que les da fuerza y es la solidaridad de personas como Vytali, que se deja la piel y pone en riesgo su vida a diario para dar de comer a una 100 familias en Jersón.