Es una escena que se repite en Estados Unidos: jóvenes atrapados en sus propios centros educativos, corriendo despavoridos en medio del horror, luchando por esconderse o huir de la masacre. El último tiroteo que ha sembrado el pánico en el país sucedió en Highlands Ranch, Colorado, donde murió un joven de 18 años tras arremeter contra los atacantes en un acto de coraje y valentía. Gracias a su arrojo muchos compañeros pudieron escapar y salvar sus vidas. Otra vez fueron las aulas el escenario del horror. Otra vez los atacantes eran estudiantes del centro en el que estaban sembrando la tragedia. Otra vez… los agresores tenían un acceso fácil a las armas de fuego con las que instauraron el caos. Un muerto y ocho heridos fue el balance de aquel tiroteo por el que dos detenidos tendrán que responder ante la justicia. Pero ese 7 de mayo no fue el único ataque en EEUU. También en la Universidad del Estado de Savannah, Georgia, un estudiante era disparado y trasladado al hospital. Son dos de los 15 tiroteos en lo que va de año en centros educativos de EEUU, según informa y contabiliza CNN. Concretamente, en 19 semanas, 15 tiroteos en los cuales alguien resultó herido o asesinado.
Estados Unidos necesita “un cambio”. Así lo demanda el padre de Nate, un niño de 12 años que estaba dispuesto a “caer luchando” con un bate de béisbol en sus manos mientras los atacantes del STEM School de Colorado llevaban a cabo su asalto. Es el crudo reflejo de un drama. Porque el padre de Nate ya ha tenido que recogerle tres veces en el centro bajo estas circunstancias. Si no es un tiroteo es una amenaza. Si no es en el propio centro es en uno inmediato. Si no es un aciago día al azar es porque alguien, en un gesto de extrema crueldad, amaga con rememorar y reproducir tiroteos anteriores como el de Columbine en fechas señaladas. De hecho, hace apenas tres semanas era una joven de 18 años la que activaba todas las alarmas a nivel interestatal porque se creía, dada su devoción por los asesinos que perpetraron aquella masacre de Columbine, –donde murieron 12 estudiantes y un profesor–, que quería perpetrar un tiroteo justo el día del vigésimo aniversario del suceso, el 20 de abril. Tras una intensa búsqueda, descubrieron que efectivamente se había trasladado desde su residencia en Surfside, Miami, hasta la citada localidad de Colorado, donde había conseguido una escopeta. La encontraron muerta y no llegó a perpetrar ningún ataque, pero el caso sembró el pánico en un momento en el que se reproducían desde distintos puntos las amenazas.
En este contexto, los padres viven una pesadilla, sintiendo que dejar a sus hijos en los centros educativos donde aspiran a recibir formación no es seguro. “Suficiente es suficiente. Necesitamos hacer un cambio y necesitamos hacer algo o de lo contrario seguiremos fallando a nuestros niños”, dice el padre del pequeño Nate en unas palabras que inevitablemente centran la mirada una vez más en el debate de las armas.
Padres, alumnos y profesores perciben esa inseguridad; ese miedo que encoge el estómago cada vez que aprecian que tragedias de este tipo suceden en las escuelas del país. El temor, sumado a la intranquilidad, la incertidumbre, la ansiedad y el estrés, se convierten en un cóctel de problemas ante el cual demandan soluciones urgentes. Son demasiados minutos de silencio y noches de vigilia en memoria de las víctimas del drama. Y al parecer nunca son suficientes, –para quienes tienen en su mano tomar medidas–, las pancartas en alto, los mensajes que claman por el fin de la violencia, por un mayor control y por una reforma de la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense que protege el derecho de sus ciudadanos a poseer y portar armas.
De acuerdo al Centro de Defensa Nacional y Seguridad de los Estados Unidos y la Agencia Federal de Control de Emergencias, el pasado año 2018 se registraron 97 incidentes en las escuelas americanas que imparten clase desde primera a secundaria, –contabilizando por incidente todo aquel acto o situación en la cual se empuña un arma en el centro; se dispara un arma; o una bala impacta por alguna razón en la propiedad escolar–. Todo ello, independientemente del número de víctimas, la hora, el día de la semana o la razón en la que se produce. Y según esa base de datos, en lo que va de 2019 ya se contabilizan 30 incidentes.
Fotografía: US Center for Homeland Defense and Security and the Federal Emergency Management Agency
Las cifras alarman y preocupan. El pasado año, según recoge BBC News, hubo 113 personas que resultaron asesinadas o heridas en tiroteos en escuelas estadounidenses, lo que contribuyó a que 2018 marcase un triste récord en lo que a este tipo de sucesos se refiere. Concretamente, de acuerdo a la misma base de datos del Centro de Defensa Nacional y Seguridad de los Estados Unidos y la Agencia Federal de Control de Emergencias, las víctimas mortales, incluyendo a los tiradores, fueron 56 aquel año. En el presente, contabilizan 9.
Respecto a los estados en los que más incidentes se registran históricamente, y con datos tomados desde 1970, a la cabeza se encuentra California, seguido por Texas y Florida. Y atendiendo a la edad media de los individuos que protagonizan los incidentes, el perfil incluye mayoritariamente a adolescentes de 17, 16, y 15 años, en ese orden. Cifras que preocupan y ponen de relieve lo que los hechos constatan; números que revelan que las quejas multitudinarias que exigen un mayor control de las armas no solo tienen un obvio fundamento, sino que precisan respuestas efectivas en materia de seguridad.