El pasado 4 de julio, un terremoto de magnitud 6,4 grados en la escala Richter sacudía el sur del estado norteamericano de California. Tan solo dos días después, un seísmo aún mayor, de 7,1 grados, volvía a conmocionar a la población, en tensión por los dos temblores que habían tenido lugar en tan poco tiempo.
El daño en los objetos fue inmediato. Botellas rotas, cuadros en el suelo, latas que explota… Todo como consecuencia de los temblores. A ellos hay que añadir una enorme grieta que se ha formado en el área cercana al epicentro y que es visible incluso desde los satélites.
En las imágenes del satélite se puede ver a la perfección la grieta que atraviesa la zona. No es el único cambio topográfico que ha vivido el lugar. Una carretera cercana se encuentra cerrada después de que los temblores movieran secciones y fisuraran el asfalto.