Europa contiene la respiración y permanece en vilo ante la escalada de tensión entre Rusia y Ucrania. El Kremlin sigue intimidando a Occidente mientras en la frontera hace gala de un descomunal batallón con más de 100.000 tropas, blindados y helicópteros de última generación.
Al otro lado de la misma, Ucrania contempla la exhibición de fuerza del presidente ruso Vladimir Putin. “No entremos en pánico, mantengamos la cabeza fría. Confiemos en nuestro ejército y en nuestro país. No entremos en el juego de Rusia, que quiere que perdamos los nervios", declaraba el jefe del Ejecutivo ucraniano, Volodímir Zelenski, mientras prosigue el desfile de armamento ruso.
En este escenario, acuciados por un panorama en el que redoblan los tambores de guerra, Europa insiste en encontrar una solución diplomática, mientras la OTAN refuerza la vigilancia, y también con fuerzas españolas, porque España, de hecho, enviará la fragata Blas de Lezo hacia el Mar Negro, que zarpará esta noche, y ha ofrecido sus cazas a la poderosa Alianza Atlántica; una decisión que ha desembocado en una nueva división en el Gobierno de coalición, con Unidas Podemos criticándolo y recordando que "España es el país del 'no a la guerra'", en palabras de la ministra de Igualdad, Irene Montero.
Mientras, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunía ayer con los ministros de Exteriores de Alemania, Francia y Reino Unido para buscar una salida diplomática a la creciente tensión y buscar un frente común, al tiempo en que hoy mismo, en una reunión clave, se ha reunido directamente con el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
La situación sin duda lo requería, porque el propio Joe Biden, presidente de EEUU, hacía sonar las campanas de guerra: “Creo que Putin quiere poner a prueba a Occidente y a la OTAN. Sí, lo creo, pero pagará un precio muy alto por ello, y también creo que no es consciente de ello, y que lo lamentará”, advertía en su última comparecencia.
Tras el esperado encuentro entre Blinken y Vladrov, ambos se han dado un plazo de una semana que hace ganar tiempo a la vía diplomática, si bien la tensión continúa.
Concretamente, el secretario de Estado americano ha asegurado que, en caso de acción militar rusa, la respuesta será rápida, contundente y acordada entre los aliados, pero reconoce que el clima de la reunión ha sido bueno y se compromete a negociar con Rusia aquello que le preocupa.
El Kremlin ha presentado sus exigencias y demanda básicamente dos cosas: una, que la OTAN renuncie a expandirse a Ucrania y a Georgia; y dos, que retire sus tropas en los países del Este de Europa.
Hasta ahora la respuesta ha sido "no" a lo primero, y enviar más tropas a lo segundo.
Si ahora Estados Unidos y la OTAN aceptan negociar sobre esto, siempre con la presencia de Ucrania, exigirán algo a cambio a Putin: que empiece a retirar la enorme cantidad de tropas que ha desplazado a la frontera con Ucrania, tanto en Rusia como en Bielorrusia.
Entre tanto, mientras Rusia negociaba con Occidente en Ginebra, --al tiempo en que asegura que no tiene intención, pese a todo, de atacar Ucrania--, se producía otra demostración de su poderío militar, aunque en esta ocasión en el Índico; unas maniobras navales que, además, se realizaban de manera conjunta con China e Irán.
Rusia lleva años mirando a Oriente y reforzando, con gestos como ese, el eje Moscú, Pekín, Teherán. Aliados, dice la defensa rusa, para proteger sus intereses nacionales en los océanos del mundo.