El mundo mira con preocupación e inquietud hacia Kazajistán, donde su presidente ha ordenado disparar a matar contra los manifestantes; un anuncio que llega mientras la propaganda rusa difunde imágenes del intimidatorio despliegue de sus tropas en la región para apoyar al gobierno aliado.
Las autoridades kazajas han detenido ya a casi 4.000 personas y hay decenas de muertos, incluyendo miembros de las fuerzas de seguridad.
Todo comenzó por la subida de los precios de la energía y el combustible, –un detonante que se sumó al enfado y el descontento político–, y escaló rápidamente, obligando a Vladimir Putin, presidente de Rusia, a hacer toda una demostración de fuerza en el país aliado.
En imágenes distribuidas por las propias autoridades se puede ver un contingente de 2.500 militares de fuerzas especiales rusias, destinadas a sofocar la revuelta de la población en Kazajistán, importante aliado del Kremlin, y un país rico en gas y petróleo...
En este escenario, día y noche no dejan de sonar los disparos en Almaty, el epicentro de las revueltas kazajas.
La violencia ha sorprendido y amenaza la estabilidad del aliado de Rusia: el Gobierno ha dimitido y el presidente se encuentra en una situación vulnerable. Los manifestantes intentan tomar las calles y han asaltado edificios gubernamentales y quemado coches e infraestructuras. Casi 4.000 han sido detenidos y ante la magnitud de las revueltas el propio líder de Kazajistán, Kasim Jomart Tokayev, ha ordenado a las tropas militares abrir fuego.
Mientras el contingente ruso ya se instala en la zona, para las autoridades del país no obstante toda ayuda parece poca para contener una revuelta que amenaza con extenderse. Aunque no hay una cifra exacta de fallecidos, se habla de decenas, entre las que también habría miembros de las fuerzas de seguridad.
Símbolos del del poder no están a salvo, como la estatua del hombre fuerte del país, el expresidente Nazarbaiev, intocable durante 40 años. Se cree que ha abandonado la capital.