Hace tan solo ocho días, en la única sala de teatro en inglés que existe en la capital de Ucrania, Kiev, interpretaban ficción sin saber que la realidad iba a sustituir el sonido de los aplausos por el de las bombas lanzadas por las tropas rusas. Ahora se ha convertido en un refugio de guerra para una treintena de personas.
Lo que era el escenario se ha convertido en un improvisado dormitorio donde descansar y pasar las noches. Primero dio cobijo a los actores, al personal de la compañía o a representantes del mundo de la cultura. Más tarde se han ido incorporando vecinos del barrio como Tatiana, su esposo y el hijo de ambos, Nikita, de tan solo cuatro años, o Yana, quien no puede contener las lágrimas, junto a su anciana madre.
No solo comparten la comida. Ellos cantan, tocan el piano o juntos graban vídeos. Anabel Sotello, editora teatral, afirma que "leemos libros, poesía" para "resistir mentalmente". El director del teatro, Alex Borovenskiy, señala que "ahora este lugar sirve para salvar vidas" y "sobrevivir". Además, se muestra convencido de que "vamos a tener una victoria".
No es el único teatro en Ucrania que ha cambiado su función, también ha servido para lo mismo otro en Leópolis. La cultura vuelve a ser de nuevo una ventana, un arma para resistir y soñar que todo es posible. Y es que, pase lo que pase, la función debe siempre continuar.