Su nombre es Pornpattara Peachaurai, pero en el ring todos le conocen como Tata. Con sólo 9 años acumula ya una veintena de combates. Sólo ha perdido cinco.
Su pasión es el Muay Thai. Cada día, se enfunda los guantes y entrena duro, con la esperanza de volver pronto al cuadrilátero. Lleva meses sin hacerlo. La pandemia hizo que Tailandia suspendiese las competiciones de los deportes de contacto.
Una crisis, la del coronavirus, que afecta especialmente a la economía familiar. Su madre se dedica a la venta callejera de comida, un negocio golpeado, como otros tantos, por las restricciones contra el COVID-19. Con el negocio familiar en declive, Tata carga sobre sus hombros un peso pesado: el de mantener a toda su familia. Porque es el pequeño quien aporta el principal ingreso en casa. “Todo mi dinero, desde mi sueldo hasta las propinas va para mi madre”, explica.
Durante la primera ola sobrevivieron gracias a sus ahorros, pero ahora, ante la prohibición de estos eventos, se están quedando sin recursos. Su última pelea fue en octubre y sirvió para pagar deudas pendientes. Sin combates en el horizonte, la situación financiera de la familia crítica.
Como él, su hermana también se dedica al boxeo tailandés. Ella tiene 16 años y fue una figura clave para que Tata se adentrarse en el duro mundo del Muay Thai. En Tailandia, la edad mínima para trabajar de forma legal se sitúa en los 15 años. Sin embargo, unos 300.000 menores se juegan la vida en cada pelea, según la Asociación Nacional de Boxeo. Muchos de ellos ni siquiera son conscientes del peligro que corren. Según los expertos médicos, además de sufrir graves lesiones neuronales a largo plazo, pueden desarrollar problemas en el crecimiento, además de enfermedades como el Parkinson.
En los casos más extremos, pueden encontrar la muerte. Fue el caso, en 2018, de un boxeador de 13 años, Anucha Tasako. Sufrió una hemorragia cerebral tras ser derrotado en un combate. Murió dos días después en el hospital. A sus espaldas, 174 peleas desde los 8 años. A raíz de su muerte se reabrió en Tailandia el debate sobre la participación de menores en este tipo de competiciones. Para competir sólo es necesario un permiso de los progenitores. Los detractores de Muay Thai infantil denuncian que se trata de explotación infantil y que debería ser prohibido de inmediato.
Un deporte brutal, con innumerables riesgos que los niños asumen con el único fin de salir de la pobreza. Para ellos y sus familias es una vía de escape, una salida a la miseria que los rodea. Toda una lucha por la supervivencia.