Anastasia Tarán es una joven de Ucrania que huyó de la ciudad de Irpin, cerca de Kiev, a los pocos días de la invasión de Rusia. Ha contado que Irpin es un “infierno”, donde “los soldados violan a las mujeres” y “disparan” a quienes se esconden en los sótanos. En Mariúpol, la situación no es mejor. A día de hoy es la ciudad más asediada por los rusos.
“Irpin es un infierno. Hay muchos soldados rusos que se limitan a disparar a la gente cuando entran en las casas particulares y, en el mejor de los casos, sólo los echan. Violan a las mujeres y se limitan a tirar a los muertos. Abren los sótanos donde se esconde la gente y les disparan”, ha declarado Anastasia Taran, de 30 años, en un reportaje de EuromaidanPress.
Anastasia, camarera de profesión, ahora da consejos para huir de Irpin. “Hay que seguir los consejos de los soldados ucranianos: si gritan ‘cielo’, significa que hay que esconderse, si gritan ‘corre’, significa que hay que huir al siguiente refugio”.
La joven ucraniana explica que los primeros días de la guerra fue imposible salir de Irpin porque todos los puentes de la ciudad habían sido destrozados. “Nuestro puesto de control estaba frente al puente, había que tener mucho cuidado allí porque los ocupantes disparan. Estuvimos bajo el fuego de los morteros, las explosiones estaban a 50-100 metros de nosotros”, ha narrado.
Anastasia ha contado que, junto a su marido, estuvo una semana sin agua, ni calefacción, ni electricidad en Irpin. “En nuestra casa vivía un chico de Lugansk que ya lo había vivido. Reunió a todos los vecinos que quedaban y dijo que la situación sólo empeoraría. Argumentó que era el momento adecuado para irse. Empaquetamos las cosas por nuestra cuenta y riesgo. Cada uno se llevó lo que pudo. Sólo teníamos nuestros papeles y los gatos”.
Nadie de su grupo sabía que había exactamente en las calles de Irpin pero se arriesgaron, salieron y pudieron dejar la ciudad. Otros no tuvieron la misma suerte, ha contado Anastasia.
Ahora ella, su marido y sus tres gatos están en Lviv, la ciudad más grande cercana a Polonia. “Me siento más tranquila, pero todavía estoy ansiosa. Me da miedo el silencio porque constantemente se espera algo malo de él. Me da miedo salir a la calle, siempre voy buscando refugio”. El peor para Anastasia es no poder volver a sus casas.