En Rusia, los que se oponen a la guerra corren peligro. La última que ha salido clandestinamente del país es la cantante María Aliójina, Másha, componente de la banda Pussy Riot, que ya fue condenada a prisión hace años. Ha huido para ponerse a salvo en unos tiempos en los que están apareciendo muertos algunos de los llamados oligarcas. En los últimos días, otro de esos hombres muy ricos ha muerto en extrañas circunstancias.
Algo está pasando en Rusia con sus oligarcas. Casualidad o no, desde que empezó la guerra han muerto siete magnates en extrañas circunstancias. El último, Alexander Subbotin, un exdirectivo de la mayor petrolera rusa, que fue encontrado en el sótano de un chamán en Moscú, con veneno de sapo inyectado en el cuerpo.
Otro curioso caso el de Sergey Protosenya, exempleado del gigante de gas natural Novatek. Apareció ahorcado en una villa de lujo en Lloret del Mar, junto a su mujer y su hija, en lo que parecía un doble asesinato y un posterior suicidio. Pero el hijo de Protosenya rechaza esa teoría. El mismo tipo de crimen habría cometido en Moscú, un ex-alto cargo de Gazprombank. Y así otros cuatro oligarcas más, ahorcados o apuñalados.
Todos eran ricos, relacionados con el mundo del petróleo o de la banca y la mayoría contrarios a Putin. Y es que en una Rusia más represiva que nunca, la diferencia entre vivir o morir ya no la marca el dinero. Y sino, díganselo a Másha, la líder de Pussy Riot, quien consiguió escapar del país disfrazada de repartidora de comida. Ni siquiera el ejército ruso pudo sospechar que la activista, esquivaría el encierro domiciliario y conseguiría huir de la represión de Vladímir Putin.