Tras presumir de armamento militar con la exhibición de un nuevo misil, el Satán II, Rusia vuelve a sacar pecho. Esta vez lo ha hecho con el misil móvil Iskander-M, desplegados en la ciudad de Belgorod, a solo 64 km de la frontera con Ucrania, cuando se cumplen dos meses de la invasión del país vecino por parte de las tropas de Vladimir Putin.
El Iskander-M es un misil ruso con capacidad de alcance de entre 400 y 500 kilómetros, por lo que no incumple el tratado INF, acordado en 1987 entre la URSS y EE UU, para prohibir los misiles cuyo rango operativo de alcance estuviera entre 500 y 5.500 kilómetros. Mide unos 7,3 metros de largo y 0,92 de diámetro. Su peso oscila entre los 3.800 y 4.000 kilos, teniendo solamente la ojiva un peso de unos 480 kg. Se trata de un misil diseñado para escapar de los sistemas de defensa antimisiles, puesto que vuela en una trayectoria baja.
Este misil de fabricación rusa logra alcanzar una velocidad de entre 7.400 a 8.600 kilómetros por hora, lo que equivale a superar entre seis y siete veces la velocidad del sonido.
El Iskander-M es lanzando desde un vehículo anfibio equipado con un techo blindado, con capacidad para albergar dos misiles, y que puede alcanzar una velocidad de hasta 70 km/h durante 1100 km.
La primera vez que las fuerzas armadas rusas utilizaron estos misiles fue en Georgia en el año 2008. El Kremlin también desplegó una unidad en Siria en 2016, pero no utilizó los misiles en combate. Rusia ha desplegado rutinariamente el Iskander-M en Kaliningrado, donde el arma podría apuntar a las fuerzas de la OTAN en Polonia, los Estados bálticos y Suecia.
Desde el año 2018, Rusia ha desplegado permanentemente el Iskander-M en Kaliningrado en respuesta a los despliegues de defensa antimisiles de Estados Unidos en la región, según indica el Centro de Estrategia Estratégica y Estudios Internacionales, CSIS.