Rusia despliega sus tropas y bombardea en distintos puntos de Ucrania. El objetivo es forzar la rendición del presidente de ese país, Volodimir Zelenski, quien mantiene la entereza y la unidad de los ucranianos frente al enemigo poderoso y feroz en que se ha convertido Vladimir Putin.
Las tropas rusas no cesan en su acoso a la capital del país, Kiev, y a última hora de la tarde se registraba una explosión cerca de la estación de tren. Un lugar fundamental para el éxodo de los habitantes de la capital, entre ellos, "miles de mujeres y niños ucranianos que están siendo evacuados". Sin embargo, las autoridades ucranianas han reportado que la infraestructura de la estación ha resistido y tan solo se reportan "daños menores".
Además, las tropas rusas han destruido unas tuberías de calefacción, fundamentales, también, para calentar una parte de la capital, en un momento crítico, en el que la nieve y el frío intenso azotan Kiev. De esta manera, Rusia continúa con su ataque quirúrgico a infraestructuras básicas, como la calefacción. "Bastardos quieren congelar Kiev. Parte de Kiev puede quedar sin calefacción", ha alertado
Anton Gerashchenko también a través de su canal de Telegram. Los ucranianos, por su parte, no se rinden y han volado un puente cerca de Kiev para impedir el avance de los convoyes rusos. En Irpín, en la periferia de la capital, los combates han dejado destruidos barrios enteros.
Las zonas residenciales no escapan de las bombas. Un hombre que graba un tanque desde su ventana en Borodyanka, es testigo de cómo un misil destruye todo a su alrededor y sobre sus propios hombros. La guerra no es un juego.
Muy cerca, los kievitas que han decidido quedarse se preparan para una noche más de bombardeos. El metro es el principal refugio. El alcalde de la ciudad ha asegurado que las tropas rusas, ya reagrupadas, se encuentran a pocos kilómetros. La población -nerviosa, cansada, hambrienta en algunos casos- es consciente de que los próximos días y semanas marcarán el futuro del país.