El periodista y escritor, Roberto Saviano, conocido mundialmente por escribir sobre la mafia italiana y posicionarse en contra del crimen organizado, ha escrito un artículo en El Corriere della Sera en el que trata los largos años que ha pasado bajo custodia, y las continuas luchas consigo mismo y con los demás.
El escritor, ahora de 42 años, habla después de que los jueces de la Sección Penal Cuarta del tribunal de Roma presentaran recientemente los motivos de la sentencia que condenó a Francesco Bidognetti, jefe del clan Casalesi, a un año y seis meses de prisión, y a un año y dos meses al abogado Michele Santonastaso por amenazas dirigidas en 2008 al escritor Roberto Saviano y a la periodista Rosaria Capacchione.
Los jueces dictaminaron el 24 de mayo que una estrategia legal durante el juicio denominado 'Espartaco', celebrado en 2008, escondía en realidad una amenaza de muerte contra Saviano y contra su compañera, Rosaria Capacchione, que entonces trabajaban en el diario Il Mattino de Nápoles. Esa estrategia los condenó a vivir en la sombra y siempre acompañados por un guardaespaldas.
Según los magistrados, las amenazas pronunciadas en la sala de audiencias no fueron el resultado de un momento de enfado, sino "expresión de una estrategia precisa" para facilitar y alimentar el "poder de control sobre el territorio ejercido por los clanes". Saviano ya llevaba escolta desde 2006, año de la publicación de 'Gomorra', mientras que la protección de Capacchione se decidió a raíz de esas intimidaciones.
"¿Y ahora? Solo tenía 26 años cuando todo sucedió ¿Qué hacías tú a los 26? ¿Te acuerdas? Sí, me tomo un maldito momento para gritar que tenía esa edad cuando todo terminó. Cuando me encajonaron en un vehículo blindado, cuando todo se convirtió en una guerra de posiciones", comienza el texto de Saviano.
"Leí los motivos de la sentencia que condenó al capo Bidognetti y al abogado Santonastaso por amenazas mafiosas. Leí las páginas escritas por los jueces de la cuarta sección penal de la Corte de Roma, leí las palabras firmadas por Roberta Palmisano, la presidenta del colegio, que demuestran que fue una estrategia para intimidar", subraya el escritor en la carta.
"Me gustaría gritar a todos los que en los últimos años han especulado sobre la base en la que me he visto obligado durante 15 años, a todos los que me han acusado y me acusan de empañar Campania y el sur. Estoy herido, habéis visto, cabrones, que no era una puesta en escena, una estratagema para tener éxito para comprar un ático en Nueva York. Soy un escritor. Todavía habría hecho una vida con mis ganancias y mis historias. Y en su lugar, esta vida mutilada, ¿qué hago con ella? ¿Qué diablos hago?", precisa Saviano.
El escritor asegura recordar "cada uno de sus nombres, cada sonrisa, cada dolor que me causaron". "¿Qué tengo que hacer? ¿Acusarlos? ¿Insultarles en la cara o quizás intentar convertirlo en empatía? ¿Pedir disculpas? Tendría sentido si fueran sinceros; pero mintieron sabiendo que estaban mintiendo. Ahora nada tiene sentido. El dolor sufrido fue enorme", señala sobre todo lo vivido tras el juicio en 2008.
"He estado fingiendo ser ignífugo durante mucho tiempo, pero mi alma está completamente quemada. Recuerdo todas las veces que Rosaria Capacchione y yo tuvimos que escuchar la horrible frase: "Quien quiera matarte te mata enseguida, no digas tonterías"; casi tuvimos que disculparnos por estar vivos, pedir perdón por no haber (todavía) tirado la sangre sobre el asfalto", relata Saviano, quien destaca que "así como todos se sienten entrenadores de la selección nacional", todos, cuando hablaban de su vida, "se volvían expertos en la mafia".
Saviano habla sin tapujos de lo duro que es tener que vivir bajo custodia. "Hubiera sido mejor si me hubieran matado. Lo pensé y todavía lo pienso. Todavía tengo tiempo de que alguien responda. Tenía 26 años y ahora 42. ¿Vivir bajo la artillería constante te hace vivir con miedo a la muerte? Quizás. Te hace desear la muerte", señala el escritor.
"Debe asociar la protección con la fama, la visibilidad, después de haber decidido participar en la competencia. Viva la deslegitimación, la observación continua en quienes buscan el error para derribar sus tesis, tu compromiso; ojos que espían, ojos que registran, políticos que miden en ti su campaña electoral. Y luego la horrible envidia de las cuadrillas de comerciantes. Pero debo confesar, después de tantos años, mi ingenuidad. La ingenuidad de creer que se puede cambiar contando, juntando palabras; y que la gente pudiera decidir agregar sus propias palabras a las mías y comenzar una verdadera transformación del presente. Cuánta ingenuidad frágil", continúa Saviano.
El escritor se lamenta de lo acontecido tras la publicación de su libro 'Gomorra'. "Han cambiado muchas cosas. Me desprecio por no haber podido salvar mi vida; por no poder retirarme sin subir cuando aún podía. Por no haber callado, por haber seguido luchando. Hoy me doy cuenta de que cuanto más hablamos de poder criminal, más se avergüenza este país", destaca.
"Ante esta cobardía, este no saber -y querer- actuar y este no saber unir, durante todos estos años, la solución ha sido muchas veces decir, y escribir, que yo era el payaso. El atajo fue vomitar que yo fui el error y que estas cosas siempre han estado ahí y siempre estarán ahí", añade el escritor.
"¿Por qué se permitió tanta basura? No soy un héroe, nunca me he sentido como un héroe: los héroes solo están muertos. Solo me gustaría contaminarme en la vida y sumergirme en errores, en tonterías. Quisiera dejar de ser el blanco privilegiado de esa masa de estafadores que, para negar su posición o incluso su idea, no pueden discutir, solo criticar", explica el escritor en su artículo, quien asegura que lo bueno es que "lo que no ha empeorado de mí, no se ha vuelto cínico, no está enojado, no se ha derrumbado ante la decepción".
Como conclusión, Saviano apunta: "¿Y ahora que me queda? Haber envenenado la vida de todos los que me rodean de cualquier forma y que no he podido defender de lo que sentí y de las elecciones que hice. Me pregunto por qué estoy compartiendo estos pensamientos contigo, incluso si ahora ya no creo que para mí pueda cambiar nada. Porque se lo debo a mis carabineros, que en este momento están frente a mí, en silencio. Y me pregunto cuánto les habrá de pesar también vivir blindados conmigo, sintiendo ese camino infinito sobre ellos pero con la necesidad de tener que vigilar cada espacio. ¿Y ahora? No hago nada. Lo que te han quitado nunca vuelve, de nada sirve pensar que hay tiempo para arreglarlo. Ni siquiera puedo decirme a mí mismo que valió la pena. Nada vuelve. Solo tenía 26 años y ahora, si pudiera, pediría que me dejaran ir. Nada más".