“Me he vacunado, pero estoy en contra del pase de vacunación porque es liberticida”, asegura a NIUS la profesora Amina Chibani junto a la muralla de la medina de Rabat. La que trajo a Amina y a varios centenares de personas hasta las avenidas del centro de la capital marroquí fue la segunda convocatoria a escala nacional contra el pase de vacunación obligatorio para acceder a todo espacio cerrado desde su entrada en vigor el pasado día 21 de octubre. De la cafetería al autobús pasando por supermercados, baños públicos u oficinas de la administración es necesario presentar la hojita de papel o el código QR en el teléfono. “Cada persona tiene derecho a disponer libremente de su cuerpo. Tengo certificado de vacunación pero me niego a mostrarlo a quien no tiene el derecho de conocer mis datos personales. Además no tenemos información de las autoridades sobre la vacuna, sus efectos secundarios, estadísticas”, afirma Chibani.
La ‘revuelta anti pase covid’ está sirviendo para que una parte de la sociedad marroquí se desperece tras más de año y medio de hibernación. No es habitual ver, pocas han sido las ocasiones desde aquellos de la Primavera Árabe en 2011, en que este pueblo ha salido a la calle a gritar contra algún mal o padecimiento colectivo. Pero lo más destacado de esta peculiar revuelta que no ha prendido contra el paro o la carestía de vida sino contra una medida adoptada por el Gobierno para combatir la propagación de la pandemia es que constituye, sobre todo, una reclamación de libertad. No de libertad en abstracto y en letra mayúscula, sino cotidiana e individual.
Enmendando el eslogan y soniquete popularizado durante la Primavera Árabe, los concentrados corearon una y otra vez “El pueblo quiere derrocar la decisión de imponer el pase de vacunación” ante la mirada de los abundantes efectivos de las fuerzas antidisturbios desplegados. No hubo cargas, aunque sí carreras. En pleno paseo del domingo por la tarde en el centro para muchas familias, la marcha y la presencia -y movimientos, cuando los hubo- de los policías marroquíes provocaron escenas de tensión. Predominaban en la calle jóvenes y destacaba la presencia de mujeres, no siempre numerosas en manifestaciones en Marruecos. Las escenas se replicaron en ciudades como Tánger, Casablanca o Agadir.
“Pedimos a este Gobierno que anule el pase de vacunación con él se limita la libertad de los ciudadanos”, resume en conversación telefónica con NIUS la parlamentaria marroquí Nabila Mounib. La secretaria general del Partido Socialista Unificado y diputada (única de la formación) ha sido protagonista de la actualidad marroquí estos días después de que se le negara el lunes pasado el acceso al Parlamento por no presentar el pase de vacunación sino una prueba PCR negativa. Mounib defiende la introducción de un certificado sanitario que sustituya al certificado de vacunación en que se dé cuenta de las circunstancias particulares de cada ciudadano.
“Con la excusa del pase, hay empresarios que están despidiendo a muchas personas alegando que no sin el pase no pueden acceder al lugar de trabajo”, explica la diputada socialista. “Coincide la aplicación de la medida con la llegada de un nuevo Gobierno [el nuevo gabinete presidido por Aziz Akhannouch se constituyó el pasado 7 de octubre] que está subiendo los precios de muchas cosas, empezando por la energía”, lamenta Mounib. Escuchar, no reprimir, evitar un apartheid de ciudadanos y no pisotear su libertad es nuestra petición al Gobierno”, resume a NIUS la parlamentaria socialista.
La parlamentaria hace hincapié además en la falta de información con la que las autoridades marroquíes han abordado la implantación de la medida del pase covid. Lo cierto es que mientras varios millones de marroquíes –casi 15 millones de ciudadanos no han recibido aún la segunda pauta por distintas razones-, las autoridades sanitarias hace semanas que comenzaron a administrar la tercera dosis (según los últimos datos oficiales, casi 1,3 millones ya la han recibido). Además, si por algo las autoridades marroquíes se han caracterizado durante toda la gestión de la pandemia ha sido por actuar de manera impulsiva y adoptar medidas draconianas. Ha sido el caso, entre otras muchas medidas, del controvertido pase de vacunación: anunciado el 18 de octubre, entró en vigor el 21 del mismo mes. Un margen de tiempo más que escaso teniendo en cuenta la revolución de costumbres que está acarreando.
Al tiempo que las autoridades actuaban con dureza –sin duda empujados por el miedo a que el sistema sanitario se viera desbordado-, los marroquíes no siempre se han tomado con la máxima seriedad la adopción de medidas como la mascarilla, la presentación de permisos para viajar o la distanciación social, como este reportero ha podido comprobar en su experiencia cotidiana. En este sentido, la profesora Chibani nos previene desde la marcha que recorrió este domingo el centro de Rabat: “El certificado de vacunación es muy peligroso. Hay mucha gente que con las dos dosis se cree inmunizada y se olvida de la mascarilla, el alcohol o la distanciación social. Se piensan que el pase es un medicamento. Va a haber muchas nuevas infecciones”.
La calle es ya hoy solo uno de los escenarios de la protesta, a buen seguro cada vez el más inhóspito, pues hace tiempo que las redes sociales son el lugar predilecto de los marroquíes cuando se trata de opinar y protestar contra algo. Así está siendo en esta inopinada protesta nacional contra el certificado de vacunación. Aunque este cronista no ha podido ser testigo, activistas de derechos humanos citados presentes en el lugar denunciaron, según recogió la agencia EFE, que se produjeron varios arrestos durante la manifestación.
A pesar de la contestación de una parte de la sociedad marroquí a la exigencia del certificado, que aúna en la protesta a escépticos con la vacuna con defensores de la libertad individual y ciudadanos contrarios al modo de proceder del Gobierno en la gestión de la pandemia del coronavirus, la mayoría de los marroquíes ha aceptado la medida –y las que han ido viniendo todos estos meses- con disciplina. No en vano, decenas de miles de personas se han apresurado a vacunarse en las últimas fechas, y ese era justamente el objetivo de las autoridades magrebíes.
Ni que decir tiene que la adopción de una medida como la del pase de vacunación, que obliga a los ciudadanos a presentar el documento para ir al médico, al notario o al supermercado o para subirse al autobús o en el tranvía, abre la puerta de par en par a la arbitrariedad y la picaresca. Pero ello se abordará en otra ocasión.