Igor graba desde su ventana en Kiev y parece que todo está tranquilo, pero inesperadamente cae una bomba en el medio de la calle arrasando con lo que había y varios metros alrededor del impacto. Es así, cuenta este joven que explica que no hay un lugar seguro, porque el ataque ruso va contra todo y contra todos.
Salir a la superficie es peligroso. Por eso la mayoría de los kievitas se esconden en subterráneos y en sótanos, como el de esta iglesia; en este gimnasio también hay un centenar de personas escondidas desde hace una semana. Duermen sobre toallas, mientras escuchan cómo en la superficie su mundo es destruido por misiles.
Victoria, de 26 años, es una de las personas que no ha salido de este sótano desde que comenzó la invasión rusa. Cuenta cómo es vivir aquí. Un bebé con dos semanas de nacido, está junto a su madre bajo tierra y
todavía no ha visto la luz del día. Pero tendrán que seguir aquí contando las horas por el número de bombas que caen. La joven asegura que es mejor esto que salir, porque los rusos "disparan a todo, no respetan la vida".
Esta abuela ucraniana nos muestra orgullosa su búnker, el agujero que les salva la vida cada día. El espacio es angosto y está oscuro, pero sobrevivir es lo más importante. Otros los mas afortunados huyeron a pueblos más tranquilos.
Desde allí también luchan. María con sus traducciones y Antón, con su testimonio. Recuerdan que la resistencia psicológica contra Rusia es también una forma de combatir.