"La situación es muy terrible" en la ciudad ucraniana de Bucha. "La gente moría por disparos en la calle y en sus patios mientras hacían la comida". Así lo ha narrado a los periodistas este lunes Raisa Bacal, una mujer de 61 años herida en la cabeza, quien, junto a otros 50 compatriotas han llegado a la capital riojana en un autobús procedentes de Bucha, donde se encontraron centenares de cadáveres tras la retirada de las tropas rusas; y algunos de Dombás. Ahora la ofensiva se está intensificando en el sur y este del país, donde acusan a Rusia de usar armas químicas.
Bacal también ha sufrido los efectos de esta guerra en sus carnes, como visibiliza una venda en su cabeza, que cubre las heridas producidas por los cristales de una ventana de su casa que saltaron como consecuencia de "unos disparos", una experiencia tras la que se ha mostrado con "mucha esperanza", pero, primero, quiere "descansar".
Ha indicado que le ha gustado el viaje en un autobús fletado por el empresario riojano Félix Revuelta y la ONG Coopera hasta España, que, a sus ojos, "es parecida al oeste de Ucrania".
Uno de los pocos hombres que han viajado hasta la capital riojana es Mihajlo Brudin, un atleta lanzador de disco de 17 años, quien, en declaraciones a Efe, se ha mostrado "muy agradecido por la ayuda y por la oportunidad de salir de Ucrania y poder entrenar" en España.
"Tenemos la esperanza de que la guerra en Ucrania acabe pronto. Nosotros estamos aquí, pero nuestros corazones están allí", ha remarcado este joven deportista procedente del Dombás, quien ha podido contactar con Coopera gracias al entrenador de atletismo riojano Marcos Moreno.
Moreno también ha estado presente en este recibimiento y ha destacado a los medios de comunicación que conoció a Brudin a través de la red social Instagram y decidió ayudarle a salir de Ucrania.
El bombero y colaborador de la ONG riojana Coopera Carlos Bacaicoa ha remarcado emocionado durante un encuentro informativo que ha sido "espectacular" el cambio de semblante de los refugiados a su llegada a Logroño respecto a cuando los recogió en Ucrania.
"Suben al autobús, se miran entre ellos y muchos no se conocen de nada. Llevo muchos años de bombero en situaciones extremas y estuve 30 segundos diciendo '¿qué hago aquí ahora con 51 personas que no me entienden absolutamente nada y que acaban de venir de una guerra?' y dije 'vamos a echarnos adelante'", ha relatado.
Intentando contener las lágrimas, ha indicado que lo mejor de esta experiencia es que, al llegar a Logroño, los refugiados le han dado las "gracias" por haber sido él quien ha ido a por ellos. "Teníamos la suerte de que íbamos de la mano con unas monjitas de una congregación argentina, del Verbo Encarnado. Ellas hablan castellano y ucraniano y nos acercaron a ellos y ellas nos iban diciendo a quién llevarnos", ha señalado.