La pena y la rabia por dos periodistas asesinados: Beriain y Fraile
Los reporteros españoles murieron haciendo lo que más les gustaba aunque ya a poca gente le interesa
Quería escribir algo de Beriain con el que tuve la suerte de trabajar. De lo buen periodista y buena persona que era. Ensalzar su figura como se hace en estos casos. Pero no me salía nada decente. Y no sabía por qué. Al conocer su muerte sentí una enorme pena y mucha rabia. Me daba rabia constatar que David ha muerto haciendo un reportaje que probablemente no le fuera a interesar a casi nadie. Se estaba jugando la vida para contar una historia tan valiosa que a él y a Roberto Fraile los han matado para que no la contaran. Sin embargo, cuando el reportaje se emitiera quedaría como algo casi clandestino. Hubo un tiempo en el que el periodismo reinaba.
Porque el periodismo es ir a los sitios, preguntar, enterarse y contarlo. Es desvelar lo que otros quieren ocultar. Es ser testigo de los hechos que narrará la Historia. Es contar los diferentes puntos de vista de una noticia sin convertirte tú en el protagonista. Es saber encontrar la certeza en medio de la propaganda. Es juntarte con los compañeros de profesión, divertirte con ellos y respetarlos. Es ayudar a tu colega cuando tiene un problema sin preguntarle de qué medio es. Es que nadie conozca tu nombre, pero sí tu trabajo. Es dudar y dudar y dudar y volver a dudar antes de escribirlo.
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Porque el periodismo no es chillar propaganda a diario. No es colocarte en una trinchera para que te jaleen. No es estirar un tema porque funciona. No es hacer seguidismo de los partidos políticos. No es exagerar los titulares para que aguanten la apertura. No es aburrirnos con la profesión que elegimos con la mayor ilusión del mundo. No es pontificar a diario desde un altar.
El mercado se ha ido cargando el periodismo. Ya nadie lo echa de menos. Se vive mucho mejor en el lodazal en que se ha convertido la vida pública. Nadie espera de esta profesión nada. Si están de acuerdo contigo te jalean. Si no, te lapidan. Un mundo lleno de followers y likes donde lo que menos importa es si es verdad o mentira. Lo que importa es convencer.
Beriain y Fraile dignificaban la profesión de periodista porque seguían haciendo contra viento y marea lo que les gustaba, aunque no les gustara a las masas. Un reporterismo caviar que ha quedado para una minoría. Es esa minoría la que lamentará su pérdida porque podrá apreciar el valor de lo perdido. Para el resto, será una muerte más de unos periodistas que se metieron donde no les llamaban. Todo eso es lo que me da rabia. Y pena.